El gran teatro de Father John Misty
El nuevo gran ¨ªdolo del g¨¦nero ¡®americana¡¯ enamora con un cancionero al que no se le intuye edad
Esta vez daremos por v¨¢lido, y no se repetir¨¢, el barbarismo: lo de Father John Misty no es solo un concierto, sino un show en toda regla, un espect¨¢culo incontenible desde el momento mismo en que ayer, domingo, se apagaron las luces en la sala La Riviera. Todo contribuye a la causa integral de la emoci¨®n. La solemnidad con la que nuestro hombre emerge desde el fondo del escenario y avanza hacia el foco central. Su dominio del tempo y, en general, de la escena, del rock como ese gran teatro que nunca deber¨ªa dejar de ser. Su porte imponente: alto, apuesto, elegant¨®n, sabedor de que sus movimientos son generadores de suspiros, aullidos y alg¨²n que otro amago de desmayo. Y ese repertorio colosal y ajeno a su tiempo, el cancionero de un mocet¨®n de 36 a?os que merecer¨ªa haber vivido los mejores a?os setenta en la Costa Oeste.
Ha reducido Josh Tillman las dosis de ¨¦nfasis y manierismo con que sol¨ªa aderezar sus comparecencias. Parece querernos decir: ahora que os hab¨¦is quedado con mi nombre, mis barbas y media melena, prestadme atenci¨®n. Y la merece. Toda. Por el dinamismo de unas piezas que crec¨ªan y echaban el freno con pauta impredecible, sinuosas como el camino de una serpiente. Y, claro, por la voz. Esa voz. C¨¢lida, timbrada, arrebatadora y con un color irresistible cuando toma rumbo ascendente y estalla en agudos y falsetes.
Tard¨® el de Rockville ocho canciones en plantar la rodilla en tierra, ese gesto suyo melodram¨¢tico que se ha vuelto tan caracter¨ªstico. Fue a mitad de la estupenda Thirsy Crow cuando lanz¨® la guitarra a un asistente y dio rienda suelta a sus paseos de fiera herida, a los espasmos, a los movimientos de un cable del micr¨®fono que se convierte en l¨¢tigo o soga. Pero no abundaron tales estallidos de expresi¨®n corporal. Ya hab¨ªa bastante ardor, por s¨ª mismo, desde la inaugural Pure Comedy, tema titular del reciente y excepcional tercer disco de esta nueva etapa brumosa.
Porque Father John, los m¨¢s fieles lo recordar¨¢n, era un chico esencial y melanc¨®lico. Firmaba como J. Tillman, parec¨ªa un Nick Drake de la otra orilla atl¨¢ntica y parec¨ªa abonado a las portadas en blanco negro y con grano grueso. Pero Joshua quiso ejercer a partir de Fear Fun (2012) como el gran revulsivo del g¨¦nero americana, y a fe que hoy se erige en uno de sus mayores ap¨®stoles. Salvo algunas tenues salidas de guion (esos teclados traviesos y ostentosos para True Affection, el pulso blues de I¡¯m Writing a Novel), Tillman se centr¨® en su paradigma de fabulador, en ese cronista seductor y vitri¨®lico que derrite todo el arsenal amoroso para la fabulosa When You're Smiling and Astride Me y se carcajea en las barbas del patrioterismo con Bored in the USA.
Es dif¨ªcil no acordarse de Nilsson, Kenny Loggins, Stephen Bishop y, sobre todo, John David Souther, todos barbudos ilustres de cuatro d¨¦cadas atr¨¢s, cuando Misty se nos plantifica ante nuestros ojos. Pero Joshua Michael Tillman ha sido capaz de dar un paso m¨¢s all¨¢. ?l, adem¨¢s de cantautor fabuloso, es un perfecto comediante. Por eso el gran teatro final de The Ideal Husband, ante una sala a rebosar y exhausta tras 100 minutos, quedar¨¢ por largos a?os en nuestras retinas.
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