Reflexiones y aplausos en un refugio
El espect¨¢culo de Daniel Do?a impone su calidad, pulimento de la obra y entrega de los artistas
A primera vista, en su modestia, puede parecer que este espect¨¢culo, H¨¢bitat, de Daniel Do?a, no era el adecuado para abrir un festival multidisciplinar como Madrid en Danza, que en este 2017 llega a su 32? edici¨®n. Sin embargo, a los pocos minutos de empezar, se impuso la calidad, el pulimento de la obra y la entrega de los artistas, aseverando aquello tan antiguo de que no es cuesti¨®n de cantidad o tama?o, sino de calidad y conciencia, de factura profesional, de matices y de sustancia.
Ha sido un buen comienzo. Y es que en varios sentidos,?H¨¢bitat recoge parte de los planteamientos que alientan ahora el festival madrile?o: no hay temor a la mezcla y la variedad, ni al experimento, siempre que se coadyuven al rigor; se propone un discurso contempor¨¢neo pero donde brillan el oficio y el buen baile, donde resalta un largo trabajo de taller previo. Hasta cuando vemos ballet acad¨¦mico, en cierto sentido, estamos viendo arte actual. Lo acad¨¦mico es una formalidad concerniente al estilo, no un fin.
Do?a busca un desbroce inteligente de las figuras cl¨¢sicas de la danza espa?ola y otras formas del ballet flamenco (algunos de sus palos), las trufa con el ballet bien aprendido y con una sutil y progresiva deconstrucci¨®n, lo que lleva a una geometr¨ªa de ¨¢ngulos firmes. Se notan muy exprofeso codos y rodillas, se anillan las frases de baile sobre un hilo sensible y tenso: la b¨²squeda de refugio, la construcci¨®n de un abrazo protector. Un entorno de luces envolventes donde domina el artefacto escenogr¨¢fico (y algo cin¨¦tico) de Davinia Fillol, muy hermoso y sugerente: tienda o duna, velamen o ala¡ un vestuario adecuado y de inspiraci¨®n levemente hind¨² de Yaiza Pinillos, y el acompa?amiento musical y participativo de Alfredo Valero y David V¨¢zquez completan un plantel que arropa a esta propuesta singular.
El baile de Cristian Mart¨ªn Cano merece un aparte; su brillo personal es un hecho, y parte de mantener un tono elevado y una ejecutoria ejemplarmente limpia. En Cristian hay un sustancial po¨¦tico que Do?a explota con inteligencia, capaz de expandirse y dominar la escena. Eso se llama sensibilidad interpretativa, y se tiene o no se tiene. Su salto, respiraci¨®n y ataque le dan una seguridad que transmite muy bien la parte emotiva del discurso bailado.?H¨¢bitat tiene un fondo l¨ªrico que encuentra asiento en este bailar¨ªn; la obra habla de algo tan universal como necesario.
En los Teatros del Canal hay una peligrosa saturaci¨®n de danza que se contraprograma a s¨ª misma. Resulta inevitable visto lo visto, pero crea confusi¨®n en el p¨²blico, que es el que es. No nos enga?emos: nuestro p¨²blico potencial de danza es limitado y merecer¨ªa un estudio de calendario m¨¢s detallado, no una sobredosis de oferta a tutipl¨¦n. Pero sigo pensando, al mismo tiempo, que la fragmentaci¨®n de los recursos no es buena, que las ambiciones pol¨ªticas perjudican el producto cultural. Pi¨¦nsese que en un momento determinado, Madrid en Danza se hac¨ªa exitosamente en triunvirato. Es decir, funcionaba con el aporte, codo con codo, entre la regi¨®n (Comunidad), la ciudad (Ayuntamiento) y el Estado (Ministerio de Cultura). As¨ª el festival cobr¨® perfil, prestigio y forma. Luego las luchas intestinas se llevaron al garete mucho de lo hecho y sembrado. En otros pa¨ªses estos acuerdos funcionan y hacen que los eventos sean potentes, amplios, con varios escenarios disponibles, con modelos que est¨¢n ah¨ª y que son paradigmas del sector (Par¨ªs, Viena, Edimburgo, Spoleto).
El color pol¨ªtico no debe determinar la acci¨®n cultural, el peor ejemplo lo da hoy el Ayuntamiento de la capital con las mandangas llevadas a mantra de la performance, un invento que ya tiene m¨¢s de medio siglo. Ahora, con esta nueva y muy positiva perspectiva abarcadora de muchos estilos y tipos de danza y de ballet que propone Madrid en Danza, se pone sobre la mesa esa competencia y ese reto.?H¨¢bitat podr¨¢ verse tambi¨¦n hoy mi¨¦rcoles, d¨ªa 22, en la sala verde de los Teatros del Canal.
Babelia
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