La tierra arde alrededor
Daniel Dimeco crea una atm¨®sfera hipn¨®tica en un espect¨¢culo sensual, con una violencia soterrada
La manada
Autor y director: Daniel Dimeco. Int¨¦rpretes. Raquel Domenech, Rodolfo Sacrist¨¢n, Roksana Nievadis. Karoo Teatro.
Madrid. La Puerta Estrecha, hasta el 23 de febrero.
Prueben a ver esta funci¨®n sin informarse de qu¨¦ trata. Entren en la cocina de La Puerta Estrecha. Acom¨®dense. Humea el caf¨¦. Mientras entra y sale del patio de vecinos la atribulada cocinera, una voz en off que se llevar¨ªa de calle el papel de Gran Hermano en cualquier producci¨®n radiof¨®nica de 1984 vierte un discurso col¨¦rico en una lengua germ¨¢nica. Por el abismo interior al que se asoma la joven, la minuciosidad con la que hace las faenas de la casa y lo a?ejo de su ajuar, el arranque de La manada, escrita y dirigida por Daniel Dimeco, parece emanar del mismo venero que Larga vida y Sonia, inolvidables haza?as hiperrealistas del maestro let¨®n Alvis Hermanis.
Preso de la atm¨®sfera sutil creada por la abstra¨ªda actuaci¨®n silente de Raquel Domenech, el espectador teme que al llegar los di¨¢logos se rompa la magia: algo as¨ª est¨¢ a punto de suceder con el primero, pero como quiera que lo dicho en su curso por Andries y Vera deja en el aire un misterio y que la aparici¨®n de Helen (encarnada por Rosana Niekvadis, lamia b¨¢ltica), tornasolea el ¨¢nimo colectivo, la funci¨®n vuelve a cogernos por la solapa, de donde ya no nos suelta.
Desvelar¨¦ tan solo que en La manada entran veinte espectadores como m¨¢ximo (manes en hogar ajeno, comparten la cocina con los actores) y que todo es muy f¨ªsico: se cuecen los alimentos pero tambi¨¦n la libido, y de qu¨¦ manera. Como su autor respeta las tres unidades, no pone al p¨²blico en antecedentes y dosifica la informaci¨®n sobre la identidad de sus personajes (inspirados en los de J. M. Coetzee), nos lleva de sorpresa en sorpresa sin necesidad de darle a la trama vueltas de tuerca.
La manada, obra sobre la familia, la dificultad para hacerse sitio en el mundo, el desarraigo cultural y la imposici¨®n de un credo, es, sobre todo, teatro de actores. La polaca Roksana Nievadis personifica a una Helen magn¨¦tica, de una fragilidad vigorosa y cautivadora. Rodolfo Sacrist¨¢n encarna a un Andries recio y torrencial, con coraz¨®n de peluche: el combate que mantienen sus instintos con su cabeza se salda siempre por KO. La Vera de Raquel Domenech, rescoldo de una pasi¨®n ahogada, solo necesita un par de golpes de fuelle para incendiarlo todo. El p¨²blico sali¨® encandilado con el trabajo colectivo.
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