Quicio
En ¡®Sobre los artistas¡¯, John Berger salta de la cueva de Chauvet a las vanguardias a trav¨¦s de inesperadas y renovadas visiones de la historia del arte
¡°Muchas veces pienso¡±, afirm¨® cierta vez el escritor brit¨¢nico John Berger (Londres, 1926-Par¨ªs, 2017), ¡°que incluso cuando escribo sobre arte lo que hago es escribir relatos: quienes cuentan historias, pierden su identidad y est¨¢n abiertos a las vidas de otras personas¡±. Nada mejor para comprobar la veracidad del aserto que la lectura del volumen 1 de su recopilaci¨®n antol¨®gica de textos, titulada en su reciente versi¨®n castellana Sobre los artistas (Gustavo Gili), porque, a trav¨¦s de su comentario sobre la obra de grandes maestros prehist¨®ricos, antiguos o modernos, son frecuentes las digresiones narrativas que nos llevan a ins¨®litas perspectivas, aunque anudadas todas por la convicci¨®n del autor de que el arte es un enigma, cuyo hipot¨¦tico desvelamiento profundo solo es posible en la medida en que fondeamos en el lecho existencial donde se produjo; o, si se quiere: en lo que este atesora como p¨¢lpito de la vida.
Etimol¨®gicamente el t¨¦rmino castellano ¡°relato¡± procede de una derivaci¨®n del supino del verbo latino ¡°referre¡±, que significa ¡°decir¡± o ¡°contar¡±, pero entre cuyos significados est¨¢ tambi¨¦n el de ¡°relacionar¡±. En este ¨²ltimo sentido, el t¨¦rmino casa muy bien con lo que se escribe o comenta sobre una obra de arte, frente a cuya compleja densidad simb¨®lica y formal es imprescindible establecer v¨ªnculos comparativos no solo de car¨¢cter formal.
Berger, cuya inicial vocaci¨®n por el arte fue la de convertirse ¨¦l mismo en pintor, la abandon¨® porque semejante oficio exig¨ªa una total exclusividad, a su juicio, y en su particular caso, incompatible con otras urgencias de naturaleza ¨¦tico-pol¨ªtica radical. Sea como sea, sentirse responsable por la vida de los semejantes no es una preocupaci¨®n ajena al arte, cuya larga historia, siempre actual por actualizable, est¨¢ impregnada de testimonios pr¨®ximos o lejanos del mismo devenir del ser humano mortal, de memoria incaducable. As¨ª, Berger puede saltar, en la compilaci¨®n que ahora comentamos, de la prehist¨®rica cueva de Chauvet, que ha sido datada de hace m¨¢s de 30.000 a?os antes de nuestra era, a Paul C¨¦zanne, que muri¨® en 1906, cuando Picasso contaba 25 a?os y estaba muy cerca de inventar el cubismo.
En cualquier caso, quien todav¨ªa no haya le¨ªdo nada sobre lo escrito por Berger sobre el arte y los artistas, se sorprender¨¢ con sus maravillosos relatos, que, cada vez, nos llevan a inesperadas visiones de obras y autores muy conocidos y estudiados, pero casi nunca desde la fascinante perspectiva cr¨ªtica con que ¨¦l los aborda. De esta manera, Berger, desde luego, renueva nuestra visi¨®n, pero, sobre todo, la emplaza en ese quicio revelador de la piedad, la cual no es que no sea compatible con el talento creador, sino que resulta inseparable del mismo. Defendi¨¦ndose de quienes le atacaban por ello, Berger reaccion¨® afirmando que su ¡°coraz¨®n y sus ojos segu¨ªan siendo los de un pintor¡±. Por lo dem¨¢s, convertir un relato, que es un recorrido temporal, un suceso, en un comentario de un cuadro, siendo este la especial congelaci¨®n yerta de un instante, una estaci¨®n, es un contrasentido, un milagro. En este cruce fija su asombrosa posici¨®n Berger, cont¨¢ndonos mediante im¨¢genes nuestro regreso al hogar de nuestro origen, para as¨ª poder abrazarnos, despojados ya de nuestro infatuado ego mortal, al paisaje que nos vio nacer y del que formamos una porci¨®n inseparable. Pues el arte solo se desvela con el arte, manteniendo viva la interrogaci¨®n.
Babelia
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