El amigo vikingo
El experto John Haywood echa una mano para afrontar una charla sobre los guerreros escandinavos
Una de las estampas m¨¢s ins¨®litas del pasado festival de novela hist¨®rica de Barcelona fue la de un individuo que ofreci¨® una vehemente charla sobre los vikingos aferrado a una espada como si le fuera el Valhalla en ello, mostrando retratos de conspicuos hombres del norte, de Einar a Ragnar pasando por Thorfinn Rompecr¨¢neos y Vicky, alardeando de su amor por la reina Sigrid y poniendo a todo volumen la banda sonora de Los vikingos, de Richard Fleischer, mientras se le humedec¨ªan los ojos de nostalgia. Efectivamente: el sujeto era yo.
La cosa podr¨ªa haber sido a¨²n m¨¢s inaudita de haberme llegado a tiempo los dos grandes escudos vikingos que hab¨ªa encargado en Amazon y con los que pretend¨ªa ¨Crecabando la colaboraci¨®n del editor Daniel Fern¨¢ndez, compa?ero en situaciones parecidas- ejemplificar c¨®mo se organizaba un ¡°muro de escudos¡±, t¨¦rmino con el que estar¨¢n familiarizados los seguidores de las series Vikingos y Un reino lejano. Probablemente hubiera sido el primero de su clase que se montaba en una biblioteca p¨²blica barcelonesa.
El prop¨®sito de la charla deb¨ªa ser ofrecer informaci¨®n seria (tipo el director de la cita, F¨¦lix Riera) sobre las novelas de vikingos, hist¨®ricas, claro -un inciso aqu¨ª: ha aparecido, y estamos de enhorabuena, La corona de los tres reinos, de James L. Nelson (P¨¤mies), la esperada continuaci¨®n de la sensacional Vikingos-. Pero cuesta ce?irse a un solo aspecto cuando te embarcas con los viejos guerreros escandinavos, sus drakars, sus dioses y sus aventuras, y a m¨ª, ?por Thor!, el entusiasmo siempre me desborda. Dado que, por supuesto, no soy un especialista ni un historiador, trat¨¦ de suplir mi falta de rigor con la pasi¨®n, la dispersi¨®n con la fogosidad, la extravagancia con el ardor. Desde luego el p¨²blico qued¨® sorprendido cuando dije que cualquiera que se sintiera morir en la sala pod¨ªa sujetar mi espada (que no es una Ulfberht pero da el pego) para garantizarse un sitio como comensal en la mesa de Od¨ªn. Eso no te lo ofrecen en BCNegra.
En fin, uno ser¨¢ entusiasta pero no es tonto, por lo que prepar¨¦ concienzudamente mi conferencia de la mejor manera posible: pidiendo ayuda a un experto de verdad. Mi asesor en temas vikingos, dado que Snorri Sturluson hace tiempo que cr¨ªa malvas, es el gran erudito ingl¨¦s John Haywood, profesor en la Universidad de Lancaster y autor de Los hombres del Norte (Ariel, 2015), entre otros libros de referencia. As¨ª que le pregunt¨¦, con toda la jeta, qu¨¦ deb¨ªa decir en la charla para dar el pego, record¨¢ndole que lo hab¨ªa invitado a jam¨®n y tapas en una visita a Barcelona.
¡°Buena pregunta¡±, me respondi¨® por mail desde Noruega, donde se encontraba haciendo no s¨¦ qu¨¦ con el barco de Hurtingruten. ¡°No des nada por sentado, ning¨²n conocimiento por sabido", me recomend¨®. "Deber¨ªas empezar definiendo qui¨¦nes eran los vikingos y qu¨¦ fue la Era Vikinga, convencionalmente entre 793 y 1100. Explica que, colectivamente, fueron los europeos m¨¢s viajeros de todos los tiempos. Que ¡°vikingo¡± es una ocupaci¨®n, no un etn¨®nimo. Que la Era Vikinga hay que entenderla desde el punto de vista escandinavo no desde el de las v¨ªctimas. Fue una competici¨®n interna por el poder lo que provoc¨® la expansi¨®n vikinga. No hab¨ªa nada nacionalista en sus ataques. Fue el final del proceso de formaci¨®n estatal lo que caus¨® el declive de la actividad vikinga. Su descubrimiento del Norte de Am¨¦rica no tuvo consecuencias culturales ni all¨ª ni en Europa. La Europa cristiana tuvo mucho m¨¢s impacto en los vikingos que al rev¨¦s. El cristianismo jug¨® un papel fundamental en el final de la Edad Vikinga, no por hacer a los vikingos menos fieros sino porque aceler¨® la formaci¨®n estatal a trav¨¦s de su ideolog¨ªa de la monarqu¨ªa teocr¨¢tica. Espero que te sirva. Estoy seguro de que con eso y tu labia, incluso t¨² podr¨¢s llenar m¨¢s de una hora¡±.
El mensaje conten¨ªa una parte m¨¢s personal. Haywood me explicaba que me escrib¨ªa pasada la medianoche y agotado tras haber salido a buscar auroras boreales. Y reflexionaba sobre que las luces del Norte le hab¨ªan dado la idea de que hay que pensar en los vikingos centr¨¢ndose en el lugar desde el que irradiaron su terrible destello y no en los ¡°epifen¨®menos¡± como los raids, el comercio o los asentamientos. ¡°Voy a usar esa analog¨ªa ma?ana en una charla, pero te la presto para la tuya¡±.
John acababa con una nota que me conmovi¨®: ¡°Pienso en ti cada vez que escucho m¨¢s malas noticias sobre Catalu?a, espero que est¨¦s bien¡±.? Por supuesto, en la charla no olvid¨¦ hablarles a los amables oyentes de los fraternales lazos entre el Capit¨¢n Trueno y el noble Gundar, rey de Gundarsholm, en la lejana e hiperb¨®rea Thule. Gundar, honrado vikingo, buen amigo.
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