Un vikingo hace escala en Barcelona
El historiador de los hombres del norte John Haywood proyecta un libro sobre los muros, pero no los de escudos
Es natural que Barcelona se llene estos tiempos del turismo m¨¢s variopinto. No lo es tanto que entre los visitantes se encuentre uno de los mayores especialistas mundiales en vikingos, autor adem¨¢s de un simpatiqu¨ªsimo libro en el que se identifica con un guerrero escandinavo y cuenta sus secretos. El historiador John Haywood, pues de ¨¦l se trata, me envi¨® un mensaje para anunciarme que estaba de paso por la ciudad, donde al d¨ªa siguiente se embarcaba para un crucero en el que imparte conferencias especializadas, como un atractivo m¨¢s sofisticado que la tradicional fiesta ochentera o la elecci¨®n de Miss singladura en la piscina.
Pas¨¦ a buscar al erudito a su hotel y le llev¨¦ a tomar una tapa en una terraza junto al centro comercial Las Arenas. Me hubiera gustado, pero no ten¨ªamos tiempo, algo con m¨¢s solera: al cabo Haywood, educado en Cambridge, me llev¨® a ver las tumbas vikingas de Heisham y la impresionante cruz semipagana de Halton durante mi visita a Lancaster, en cuya universidad imparte clases (lo hace sin ninguna acritud pese a que en el castillo de la ciudad encarcelaron a una antepasada suya por bruja). Mantuvimos una interesant¨ªsima conversaci¨®n aunque mi ingl¨¦s es el equivalente ling¨¹¨ªstico de Erik Hacha Sangrienta y el historiador tiene la tendencia a saltarse palabras a partir de la segunda cerveza. Tambi¨¦n he de afearle aqu¨ª su inclinaci¨®n a monopolizar la tortilla de patatas a la manera despiadada de Ivar el Deshuesado.
Junto a su monograf¨ªa de referencia Los hombres del Norte (Ariel) y la extraordinaria Encyclopaedia of the Viking Age (Thames & Hudson), Haywood nos ha deleitado con Vikingo, el manual no oficial del guerrero n¨®rdico (Akal) un librito delicioso en el que a trav¨¦s de un personaje ficticio explica la manera de convertirte en un vikingo, con temas como la forma de personalizar tu espada o ¡°qu¨¦ debes esperar si mueres gloriosamente en la batalla¡±. Mientras atacaba el jam¨®n, me explic¨® la manera de usar el hacha pesada, haciendo molinetes, y me dijo que por fin hab¨ªa visto unos cap¨ªtulos de la serie Vikingos y que no le parece mal, con la salvedad de que ?menudo revoltijo de historia y melodrama! Alab¨® lo del casco de cuero de Floki, pues los de metal eran demasiado caros para que hubiera m¨¢s que unos pocos. De hecho, se han encontrado solo cuatro.
Nos pusimos melanc¨®licos y hasta tontorrones hablando del inici¨¢tico filme Los vikingos de Richard Fleischer y ¨¦l record¨® que le llev¨® a verlo su t¨ªo, ¡°m¨¢s por Janet Leigh que por las sagas¡±. Acabamos hablando, claro, del ¨¢guila de sangre ¨Cla controvertida ejecuci¨®n ritual vikinga en la que te abren la caja tor¨¢cica y, flop, te sacan los pulmones por detr¨¢s extendi¨¦ndolos como unas macabras alas-. Me dijo que un cirujano le hab¨ªa explicado detalladamente cu¨¢l debi¨® ser el procedimiento, lo que concit¨® el inter¨¦s de las mesas circundantes e incluso de los camareros. El historiador relativiz¨® la importancia de semejante carnicer¨ªa apuntando que el ajusticiamiento por evisceraci¨®n que se practicaba en los reinos cristianos entonces, y que detall¨® usando el tenedor, no era menos salvaje.
Mientras camin¨¢bamos de vuelta, ¨¦l dando algunos tumbos como si se entrenara para sus charlas en cubierta, Haywood me revel¨® su proyecto de escribir un libro sobre los muros, pero no los muros de escudos vikingos sino todos los muros significativos que en el mundo han sido: desde el de Adriano al de Trump pasando por el de Berl¨ªn o el de los sas¨¢nidas frente a los n¨®madas. Le dej¨¦ en el hotel y nos despedimos ¨¦l con un apret¨®n de manos y yo con un abrazo berserker muy poco anglosaj¨®n. Imagino que estar¨¢ ahora en medio del mar, empu?ando la espada y preparando a su tripulaci¨®n para un fiero abordaje que les garantice el Valhalla. Desde luego, nadie se va a aburrir en ese crucero.
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