Fuga del castillo de Barbazul

Una chica se pasea por el interior de una estancia que alberga una colecci¨®n entomol¨®gica en un momento de K¨¦kszak¨¢ll¨², segundo largometraje de ficci¨®n del argentino Gast¨®n Solnicki. El montaje da paso a una serie de planos cortos de los insectos minuciosamente clasificados, cada uno de ellos atravesado por un alfiler. Todo eso sale al encuentro del espectador ya avanzado el metraje y sin que, a esas alturas, este haya conseguido orientarse y extraer un sentido satisfactorio en esta pel¨ªcula que hace de la fragmentaci¨®n su principio rector: Solnicki no ha puesto nombre a sus personajes, ni se ha preocupado en establecer sus relaciones, ni su parentesco, salvo en momentos puntuales. La figura dominante en el lenguaje visual de la pel¨ªcula han sido planos fijos en los que la figura humana aparece enmarcada, cuando no atrapada, en angulosas arquitecturas. Y resulta inevitable pensar si esas presencias dominantemente femeninas no son, en el fondo, como los escarabajos joya que, en ese instante, contempla esa muchacha; si no es el propio cineasta, en definitiva, quien est¨¢ actuando como entom¨®logo de estas j¨®venes que parecen atrapadas en un tedio estival espeso ¨Cy asfixiante- como la resina.

La pel¨ªcula hace expl¨ªcita su fuente de inspiraci¨®n: El castillo de Barbazul, ¨²nica ¨®pera de B¨¦la Bart¨®k y, al mismo tiempo, ¨²nico asidero del que dispone el espectador para abrirse paso entre estas elaboradas im¨¢genes de vidas embalsamadas. Poco a poco, se ir¨¢ focalizando la atenci¨®n sobre una joven universitaria que quiz¨¢ sea la ¨²nica figura capaz de emprender una fuga de ese estado de opresi¨®n intangible que se insin¨²a como persistente subtexto de K¨¦kszak¨¢ll¨². Cualquiera de sus im¨¢genes brillar¨ªa con un fulgor muy particular en el cat¨¢logo de un exigente festival de cine por su calidad compositiva, pero una antip¨¢tica opacidad domina y condiciona la pel¨ªcula.