Novela del fugitivo y de la isla
Empapado del conocimiento de Ibiza y de la biograf¨ªa y obra de Walter Benjamin, Vicente Valero ha hecho suya la novela del autor sin inventar nada
En los primeros a?os treinta, casi todos los extranjeros que llegaban a Ibiza iban huyendo de algo o escondiendo algo. Ibiza, en 1932, en 1933, era o parec¨ªa un lugar fuera del mundo, detenido en el tiempo, no en una fecha del pasado, sino en una intemporalidad que pod¨ªa ser la del Mediterr¨¢neo antiguo o la de un reino intocado de la naturaleza. Una o dos veces por semana llegaba un barco al puerto y los isle?os se congregaban en el muelle para ver a los extranjeros que bajaban por la pasarela. Algunos ven¨ªan con un prop¨®sito claro, y otros no. Una vez lleg¨® un alem¨¢n muy alto y muy joven que hablaba fluidamente catal¨¢n porque lo hab¨ªa aprendido en el departamento de Filolog¨ªa Rom¨¢nica de su universidad. Quer¨ªa hacer la tesis sobre el vocabulario de los enseres y la vida cotidiana en las casas de la isla. Lo se?alaba todo y preguntaba el nombre de cada cosa y lo apuntaba en el cuaderno que llevaba siempre consigo. Las casas como bloques c¨²bicos de sal de la isla tambi¨¦n ven¨ªan a visitarlas arquitectos vanguardistas, que se quedaban subyugados por la pureza de formas y la racionalidad extrema de aquellos edificios levantados por campesinos y canteros y maestros de obras que no sab¨ªan leer ni escribir y sin embargo inventaban variaciones siempre originales de modelos constructivos milenarios, usando la piedra, el ladrillo, la cal con m¨¢s eficiencia y m¨¢s belleza que la del cristal o el acero.
Otro alem¨¢n raro y solitario hab¨ªa aprendido a manejar una barca para la pesca de la langosta y a cazar lagartijas de especies aut¨®ctonas que vend¨ªa a laboratorios y a proveedores de terrarios de toda Europa. Pero la gente se fijaba en que estaba siempre midiendo con una sonda la profundidad del agua en diferentes calas y bah¨ªas. Se corri¨® el rumor de que era un esp¨ªa. Algunos extranjeros se congregaban en los pocos bares y fondas que hab¨ªa entonces en la isla. Otros buscaban la soledad en los parajes despoblados de la orilla del mar o en casas perdidas en el interior. Hab¨ªan llegado a Ibiza huyendo y una vez all¨ª continuaban la huida. Un pintor noruego que era nieto de Paul Gauguin y se llamaba como ¨¦l parec¨ªa huir en vano de la sombra enorme de su abuelo. Un franc¨¦s mis¨¢ntropo y desquiciado era el asesino de Jean Jaur¨¨s y no hab¨ªa dejado de huir de un sitio a otro desde que cometi¨® su crimen en 1914. M¨¢s de una vez se cruzar¨ªa con ¨¦l por las veredas del campo otro fugitivo de pelo crespo y gafas redondas de miope que vest¨ªa siempre con una menesterosa formalidad y era Walter Benjamin.
Uno ha de tener la suerte de que le lleguen las historias que le corresponde escribir. Las mejores no surgen en la imaginaci¨®n, sino que vienen desde fuera y se presentan de manera objetiva, con la autoridad inapelable de lo que ya posee por s¨ª mismo una forma perfecta. La gratitud es mucho m¨¢s razonable que el orgullo cuando el fruto del talento depende en tal medida de un regalo del azar. Yo empec¨¦ a leer Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza, y desde la primera p¨¢gina me di cuenta de que su autor, Vicente Valero, hab¨ªa recibido un regalo as¨ª. Una gran parte de la materia del libro ya era suya, porque Valero naci¨® y vive en la isla. Lo conocido y lo propio, lo que forma parte de uno mismo tan hondamente que es inseparable de su identidad personal, se enriquece en el encuentro con lo ex¨®tico, en una especie de reacci¨®n qu¨ªmica que dilata a trav¨¦s de la imaginaci¨®n y el descubrimiento la experiencia vivida. El mundo de uno ahora puede verse a la luz de la llegada de un extranjero. La realidad tangible, confinada a veces hasta el tedio, se ve ahora en la perspectiva del tiempo anterior a la propia vida y a trav¨¦s de los ojos de alguien para quien estos mismos escenarios que el nativo ha visto siempre son un espacio inaudito, una isla de la mitolog¨ªa o de la literatura. No hay historia m¨¢s perfecta que la de la llegada de un desconocido a un espacio cerrado y para ¨¦l lleno de enigmas, una ciudad, una casa, una isla. Quienes lo ven llegar averiguan o imaginan cosas certeras sobre ¨¦l que ¨¦l mismo no sabe. Los isle?os, dice Valero, pon¨ªan motes casi siempre sarc¨¢sticos a los extranjeros y se fijaban en sus peculiaridades con una perspicacia afinada por la extra?eza. Una mujer que vio de ni?a a Benjamin en Ibiza recordaba que sus gafas eran tan redondas ¡°como ruedas de bicicleta¡±. En su segunda visita a la isla, en 1933, era tan pobre e iba tan mal vestido que le pusieron de mote ¡°el miserable¡±.
En el repertorio de desplazados que dibuja Valero, con precisi¨®n de investigador y aliento de novelista, Walter Benjamin parece el m¨¢s fuera de lugar de todos. En 1932, cuando llega por primera vez a Ibiza, el heredero de la poes¨ªa urbana de Baudelaire, el caminante de las metr¨®polis europeas modernas, de Berl¨ªn y Par¨ªs, descubre un mundo que parece haberse mantenido a salvo de la devastaci¨®n uniformadora del capitalismo. En la isla donde no hay anuncios luminosos verticales ni cl¨¢xones de coches, escucha un silencio que hace posible la perduraci¨®n de las antiguas narraciones orales y el recogimiento necesario para la percepci¨®n de las cosas, para el recuerdo, para la lectura y la escritura. En Ibiza, Benjamin encuentra la lejan¨ªa necesaria para recobrar las l¨ªmpidas impresiones de su infancia en Berl¨ªn hacia 1900.
Pero no hay refugio contra el fragor criminal de los tiempos. Cuando Benjamin vuelve a Ibiza en 1933, Hitler ya ocupa el poder en Alemania y ¨¦l no es un viajero, sino un exiliado que no puede volver a su pa¨ªs y no tiene de qu¨¦ vivir. Estudiando sus cartas y los testimonios de quienes estuvieron con ¨¦l, Vicente Valero esboza con delicadeza y comprensi¨®n admirables un retrato de abrumadora melancol¨ªa. No necesita exhibirse en primera persona para estar presente en lo que escribe. Escribe empapado del conocimiento de su isla y de la biograf¨ªa y de la obra de Walter Benjamin y del fondo de tristeza que puede haber en cualquier vida. Hay una historia de amor que no se sabe si llega a cumplirse y una despedida que ya no tendr¨¢ regreso. Vicente Valero ha hecho suya la novela de Benjamin sin la menor necesidad de inventar nada.
Experiencia y pobreza. Walter Benjamin en Ibiza. Vicente Valero. Perif¨¦rica, 2017. 224 p¨¢ginas. 18 euros.
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