Una maravilla de fuego primario llamada Morgan
La banda madrile?a es la nueva sensaci¨®n del pop-rock nacional gracias a su fabulosa fuerza instrumental y la voz prodigiosa de su cantante
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En mitad del concierto, hay especialmente dos momentos, bien distintos, en los que esa pandilla te tumban con la fuerza devastadora de un peso pesado. Suena Work y el grupo encara la parte final de la canci¨®n con toda su artiller¨ªa de guitarras, bater¨ªa y doble ¨®rgano en un delirio instrumental de rock, funk y soul. La descarga vitalista te deja el cuerpo patas arriba. El otro momento es cuando Nina, iluminada por un solo foco, posa sus manos sobre las teclas y canta como herida Volver. Derrama tanto sentimiento en esta balada que al minuto uno se siente asfixiado, como si su desgarrada voz fuese tu coraz¨®n a punto de romperse. Te noquea. Ambos momentos, surgidos de extremos emocionales diferentes, representan a Morgan, la banda madrile?a que se ha convertido en la m¨¢s fascinante sensaci¨®n del pop-rock espa?ol.
Morgan cerraron el pasado s¨¢bado la gira de su primer disco, North, en una abarrotada sala Ocho y medio. Su crecimiento es imparable. En cerca de un a?o han pasado de tocar en la sala Costello a dejar peque?as la Joy Eslava y el Ocho y medio. A todas luces, no para de sumarse p¨²blico a sus actuaciones, adeptos a sus canciones que, desde una base rock norteamericano, ofrecen un rico muestrario de g¨¦neros: soul, R&B, funk, folk¡ En su fin de gira, con gente en la puerta de la sala intentado comprar entradas ya agotadas, se comprob¨® que el fen¨®meno va para largo, m¨¢s cuando la formaci¨®n ya tiene pr¨¢cticamente acabado su nuevo ¨¢lbum, que se publicar¨¢ previsiblemente el pr¨®ximo marzo.
Morgan son una gran noticia para la actual m¨²sica espa?ola. Una banda joven que derrocha talento y, sobre todo, se distingue del resto. En el indie, ese caj¨®n desastre donde entra de todo, se peca de repetir patrones bajo f¨®rmulas de ¨¦xito y se agradece que surjan propuestas con tanta calidad como este grupo con un car¨¢cter extraordinario. Hay tanto pundonor en sus pegadas instrumentales que casi parecen salidos de Chicago o Austin, tal que si por la sangre de Alejandro Ovejero (bajo), David Schulthess (teclados), Ekain Elorza (bater¨ªa) y Paco L¨®pez (guitarra) corriesen las american roots, esas ra¨ªces americanas que forman el tejido impresionante de la m¨²sica popular estadounidense. Con su sonrisa inmensa, Schulthess, como un Richard Manuel entregado a la quimera sonora, acolcha con las brasas de su incendiario teclado todos los chispazos guitarr¨ªsticos de Paco L¨®pez, sobresalientemente despampanante en su visi¨®n blues-rock. Como sacados de otra ¨¦poca, guardan un halo que remite a The Band, en ese recreo instrumental forajido y tan esencialmente americano. Por eso, se revuelve el esp¨ªritu cuando se lanzan a versionar con entusiasmo The Night They Drove Old Dixie Down, el gran himno de carretera de The Band.
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Pero la magia reside en su vocalista: la descomunal Caroline de Juan, m¨¢s conocida como Nina. Hay algo m¨ªstico en la voz de Nina. Los dos grandes momentos del pasado s¨¢bado, como todos los mejores y m¨¢s viscerales momentos del grupo, pasaron por la carism¨¢tica voz de esta chica t¨ªmida de 27 a?os, que se emociona al hablar en p¨²blico, trastabill¨¢ndose adorablemente. Tambi¨¦n se emociona al cantar las canciones que, salidas de su garganta, desparraman las emociones como una estampida de caballos salvajes. Sin barreras, sin miramientos, sin c¨¢lculos. Con toda el alma y el sentimiento divino de la libertad en el canto.
All¨¢ por febrero de 2016, en Villacarriedo, me contaba Quique Gonz¨¢lez que apost¨® en su ¨²ltimo disco para la parte femenina de Charo por esta chica desconocida porque le hizo llorar la primera vez que la escuch¨® en vivo. Poco despu¨¦s, con Nina trabajando en una tienda, le pidi¨® que se uniera a la banda para terminar d¨¢ndole un merecido protagonismo en sus conciertos, dejando a todos despedazados por su interpretaci¨®n del tema De haberlo sabido. Ya no solo fueron l¨¢grimas y el esp¨ªritu quebrado lo que me dej¨® cuando escuch¨¦ en junio de 2016 a Nina por primera vez en la sala El Sol durante un concierto solidario, sino tambi¨¦n esa sensaci¨®n aplastante de encontrarse ante una voz ¨²nica, un portento de la naturaleza. Cant¨® ella sola al teclado Volver y el mundo se detuvo. Sucedi¨® igual en marzo de este a?o en Joy Eslava cuando los ¨²ltimos rom¨¢nticos, disparados por la espalda, hallaron motivos para creer en la vida con Sargento de hierro, a d¨²o con Quique Gonz¨¢lez.
El s¨¢bado estas dos canciones se enlazaron una detr¨¢s de otra y la voz de Nina inund¨® la sala de nuevo con una fuerza abrumadora, constatando que su talento tiene categor¨ªa de hist¨®rico. Nace tan del fuego primario que fascina por la pureza de su brillo. Adem¨¢s posee el don de algo que podr¨ªa llamarse el cambio de dimensi¨®n, algo propio de maestras como Aretha Franklin o Lucinda Williams, cuando su voz pasa de la armon¨ªa al desgarro con un simple giro, cuando en su incandescencia alcanza una escala m¨¢s celestial de una forma natural, relumbrando m¨¢s belleza, absorbiendo m¨¢s en el ¨¦xtasis. Nina es ya la mejor voz aparecida en la m¨²sica espa?ola en este siglo XXI.
Con nuevo disco en camino, el a?o 2018 deber¨ªa ser el gran a?o de Morgan, mejor todav¨ªa que este que se acaba y les ha consolidado como la gran sensaci¨®n musical del momento. Morgan est¨¢n llamados a hacer historia en Espa?a.
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