¡°Quiero devolver a la literatura los poderes del humor¡±
El escritor mexicano Juli¨¢n Herbert reivindica en su ¨²ltimo libro de relatos, 'Tr¨¢iganme la cabeza de Quentin Tarantino', el efecto cat¨¢rtico de la risa
Juli¨¢n Herbert (Acapulco, 1971) volvi¨® hasta cinco veces al cine la semana que se estren¨® Pulp Fiction. Con 23 a?os y algunos poemas ya publicados, hab¨ªa algo en aquel delirio coral y violento que le resultaba familiar y po¨¦tico. Por ejemplo, en los mon¨®logos b¨ªblicos de un Samuel L. Jackson de pelo afro, camisa hawaiana y revolver en mano vio destilados los versos del gran poeta aristocr¨¢tico y m¨ªstico de principios de siglo, de pelo relamido y traje de raya diplom¨¢tica. Herbert encontr¨® en Tarantino el reflejo de T.S. Eliot.
¡°La ruptura de los ritmos de dicci¨®n, una entonaci¨®n que responde a un cierto esp¨ªritu antiguo de la versificaci¨®n en ingl¨¦s, este cortar y pegar, la simultaneidad de discursos, todo ese montaje de muchas voces que mezclan el tiempo narrativo y lo culto con lo popular. De las cosas que m¨¢s me pegaron del cine de Tarantino es que partiendo de ¨¢mbitos y materiales muy distintos hace cosas muy semejantes a las que hacia Eliot¡±, contaba el escritor mexicano el mes pasado durante la Feria del Libro de Guadalajara.
En esa tradici¨®n, en el quicio entre lo popular y lo culto, lo sublime y la parodia, el testimonio y la ficci¨®n, la tragedia y la comedia, se suele mover tambi¨¦n Herbert, poeta, novelista, ensayista y cantante de rock. Su ¨²ltimo libro de relatos, Tr¨¢iganme la cabeza de Quentin Tarantino (Random House), es otra vuelta de tuerca en su literatura h¨ªbrida y mestiza. Desde el fantasma de Juan Rulfo apareciendo en un restaurante de Santiago de Chile, a una partitura escondida dentro de los dientes de un artista conceptual o un capo del narcotr¨¢fico con la misma cara de Tarantino que env¨ªa a sus sicarios a Los ?ngeles para que asesinen a su alter ego.
Con un pulso narrativo desbordante, todos los cuentos tienen una fuerte dosis humor¨ªstica,?a trav¨¦s del absurdo o de escenas enloquecidas al modo slapstick. ¡°Me interesaba devolverle a la literatura los poderes sublimes del humor. Concebimos la tragedia como ese g¨¦nero distinguido y profundo, pero se nos olvida que la risa tambi¨¦n nos puede hacer pedazos. Adem¨¢s, esa distinci¨®n entre lo tr¨¢gico y lo c¨®mico es artificial¡±.
Para ilustrar el efecto cat¨¢rtico de la risa, Herbert escoge una pel¨ªcula de Woody Allen donde un tipo completamente deprimido, acompa?ado de una voz interior en off que coquetea con el suicidio, entra en un cine a ver Sopa de ganso de Los hermanos Marx. ¡°El tipo empieza a re¨ªrse y encuentra una raz¨®n para vivir. Ah¨ª est¨¢ operando lo sublime de la voz en off, el personaje es pat¨¦tico y redentor, y las im¨¢genes de los Marx, loqu¨ªsimas y divertid¨ªsimas¡±.
Tarantino hace cosas muy semejantes a la poes¨ªa de Eliot
La presencia del cine es otro de los cortes que atraviesan su libro. No solo por los constantes gui?os al universo tarantiniano ¨Cdesde Scorsese a Peckinpah¨C si no por el uso de t¨¦cnicas y estrategias propias de los guiones. Durante el proceso de escritura de la obra Herbert empez¨® a trabajar tambi¨¦n en un guion de cine. ¡°Ha habido un trasvase que ha influido en la versi¨®n final del libro. En el guion tienes muy poco espacio para desarrollar personajes. Ante eso tienes dos recursos: por un lado, poner a tu personaje en circunstancia de deseo, que quiera algo, para que las cosas se pongan en movimiento. Y por otro, aprovechar lo que viene de fuera, una especia de deus ex maquina, pero m¨¢s sutil¡±. Las dos t¨¦cnicas est¨¢n presente en Tr¨¢iganme la cabeza de Quentin Tarantino, un libro de personajes que tambi¨¦n rompe ese canon que dicta que los cuentos han girar alrededor de una an¨¦cdota o circunstancia, dejando el desarrollo de personajes para la novela.
El propio Juli¨¢n Herbert es un personaje habitual de los libros de Juli¨¢n Herbert, desde algunos relatos de Coca¨ªna, manual de usuario, al hijo que cuenta la vida de la madre moribunda en Canci¨®n de Tumba, hasta las incursiones en el ensayo La casa del dolor ajeno. ¡°Yo tengo ese dispositivo narrativo que se llama Juli¨¢n Herbert, que para mi no es una persona real, es un personaje con el que puede jugar, descontextualizarlo, romper esquemas narrativos a los que me pueden sentir m¨¢s o menos confinado en cierto momento. En este libro quer¨ªa salirme un poco. Sigo haciendo auto ficci¨®n pero y¨¦ndome hacia otros lados¡±.
Su pr¨®xima salida de los confinamientos narrativos tendr¨¢ que ver con un vocalista gordo de la banda de rock Los Tigres de Borges (el nombre de la banda de Herbert) que anda contando falsas historias er¨®ticas de un personaje hist¨®rico del siglo XX. De repente, al cantante gordo le da un infarto, muere y llega a la ciudad de los muertos, representada por Shangh¨¢i (donde Herbert curs¨® una estancia acad¨¦mica recientemente). All¨ª lo recibir¨¢ el personaje hist¨®rico pera vengarse, pero contar¨¢ con la protecci¨®n de Oscar Wilde. Todo eso bien agitado y servido como parodia de la traves¨ªa de Dante por los infiernos de la Divina Comedia.
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