A lomos del ¨¦ter
Gorogoa es un artefacto ¨²nico. Un c¨®mic interactivo y animado que eleva el 'transmedia' a nuevos y jam¨¢s vistos horizontes
"El p¨¢jaro rompe el cascar¨®n. El huevo es el mundo. El que quiere nacer tiene que romper un mundo. El p¨¢jaro vuela hacia Dios. El Dios es Abraxas."
Creo que pocos libros, tal vez ninguno, me dej¨® una huella tan honda en mi juventud como el Demian de Herman Hesse. Es curioso, porque fue un libro que devor¨¦ en apenas d¨ªas y luego decid¨ª no finalizar. Mi epifan¨ªa con dicho volumen lleg¨® a tal punto a la altura de la cita que abre este art¨ªculo que me dio miedo seguir y que esa sensaci¨®n de lo sublime, de volar a lomos del ¨¦ter, se derrumbara en las siguientes p¨¢ginas.
A d¨ªa de hoy, no he vuelto a sumergirme en esa obra fascinante. Tal vez, nunca lo haga, pues me faltare el valor para enfrentarme a una posible decepci¨®n. En mi mente, Abraxas sigue siendo ese p¨¢jaro de fuego, esa encarnaci¨®n del Omnipotente y Lucifer, de lo divino y lo subterr¨¢neo, de las luces y las sombras.
Hoy, gracias a Gorogoa, un ?videojuego? labrado d¨ªa a d¨ªa durante m¨¢s de un lustro por su ¨²nico autor, Jason Roberts, ha resucitado en m¨ª a Abraxas. En ¨¦l, a trav¨¦s de un personaje sin nombre al que conocemos en todas sus edades, nos enfrentamos a una deidad incomprensible e intentamos atrapar la magia de los cinco elementos en forma de otros tantos frutos prohibidos. Se trata de un viaje espiritual, tel¨²rico, que jam¨¢s se explica a s¨ª mismo por m¨¢s que cada momento de su intricada experiencia vibre con significado. Es, como los poemas de William Blake, o la magia hebrea que invoca Alan Moore en las vi?etas de Promethea, un sortilegio en forma de obra de arte.
Visita Gorogoa por segunda vez las p¨¢ginas inasibles de Ka-BOOM por mi convencimiento de que esta era transmedia en la que vivimos crea vasos comunicantes ¨²nicos entre todas las artes. Gorogoa encarna este mestizaje como ninguna obra reciente. Es, en esencia, un c¨®mic. Pero es tambi¨¦n una obra de cine animado excepcional. Y un videojuego de puzles que merece su lugar en el pante¨®n del g¨¦nero, acompa?ando a titanes como Myst o The Witness. Es, en definitiva, algo ¨²nico. Excepcional.?
Explicar Gorogoa, como reconoce divertido su propio autor, es realmente dif¨ªcil. Lo m¨¢s f¨¢cil es pedirle a usted, lector, un breve ejercicio de imaginaci¨®n tebe¨ªstica. Imagine que dividimos la p¨¢gina de un c¨®mic en cuatro vi?etas iguales. Ahora imagine que dentro de cada vi?eta hubiera contenido un breve cortometraje de animaci¨®n. A?ada un elemento m¨¢s a su evocaci¨®n, usted puede interactuar con las vi?etas de dos maneras:
- Una, alejando o acercando la imagen para ampliar un detalle o desplegar la panor¨¢mica de paisaje.
- Dos, intercambiando la posici¨®n de esas cuatro vi?etas como usted quisiere.
Los puzles en Gorogoa se resuelven por asociaciones de significado. Un ni?o mira desde el umbral de una puerta a otra puerta. Pero entremedias falta una escalera. Un p¨¢jaro se posa en una rama y observa fuera de campo, tal vez a la fruta que deber¨ªa estar presente en la vi?eta contigua. Medio sol que encierra un engranaje espera a su otro medio sol con su otro medio engranaje para girar la estampa de un peregrino en el desierto. Una vidriera oculta en su roset¨®n un misterio que resuelve un paisaje nevado, ausente de astro. Y as¨ª en todas las ocasiones. Con esas dos sencillas mec¨¢nicas, Gorogoa despliega un infinito de retru¨¦canos visuales que tienes como recompensa breves pedazos de animaci¨®n que avanzan la historia.
Es la segunda vez que los videojuegos logran, al menos en mi conocimiento, hablar con hondura de lo divino. O mejor a¨²n, de la experiencia trascendente, de lo espiritual y m¨ªstico. La primera vez fue con el extraordinario Journey, de Jenova Chen, que convirti¨® la alegor¨ªa del viaje a la monta?a en una fascinante epopeya en busca de lo absoluto. La segunda vez ha sido en este Gorogoa, en el que un hombre persigue a un drag¨®n capaz de arrasar su mundo y tambi¨¦n de darle un sentido definitivo a la existencia.
Lo extraordinario de la obra de Roberts es c¨®mo es capaz de operar a un nivel puramente simb¨®lico y no quedarse en un ejercicio de estilo bello pero carente de profundidad. Las im¨¢genes de Gorogoa son insondables, se pierde uno en ellas. Pero no se pierde con la sensaci¨®n de falta de sentido, si no todo lo contrario. En Gorogoa todo parece casar en ese significado mayor que es el hermoso y colorido drag¨®n que ataca la ciudad, encarnaci¨®n viviente de ese fuego que alimenta a la humanidad, la pasi¨®n febril por comprender, por asir el significado de lo infinito.
Gorogoa abre un nuevo camino para el c¨®mic y el videojuego con el cine animado como argamasa. Demuestra que las exploraciones del alma pueden encontrar otros formatos m¨¢s all¨¢ de la palabra sin perder trascendencia. Y firma, desde ya, uno de los debuts m¨¢s impresionantes de un artista en pleno control de su obra. Una manera excepcional de acabar el 2017 y asomarnos al futuro del transmedia, del arte h¨ªbrido que se enrosca sobre s¨ª como la cola de un drag¨®n divino, en infinitos matices en sus vueltas y revueltas.
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