Era un espejismo
Hay un contra-relato de la memoria ¨¦pica de la Conquista y colonizaci¨®n del Nuevo Mundo, a trav¨¦s de una voz subjetiva condenada a habitar un tiempo inm¨®vil
¡°Me pregunt¨¦, no por qu¨¦ viv¨ªa, sino por qu¨¦ hab¨ªa vivido. Supuse que por la espera y quise saber si a¨²n esperaba algo. Me pareci¨® que s¨ª¡±, reflexiona el corregidor Diego de Zama en las p¨¢ginas de la novela que escribi¨® el argentino Antonio di Benedetto en 1956. La obra marc¨® un punto de ruptura en la literatura hispanoamericana que autores tan distintos como Julio Cort¨¢zar y Roberto Bola?o considerar¨ªan f¨¦rtil punto de partida para sus respectivas exploraciones creativas. En Zama hab¨ªa un contra-relato de la memoria ¨¦pica de la Conquista y colonizaci¨®n del Nuevo Mundo, a trav¨¦s de una voz subjetiva condenada a habitar un tiempo inm¨®vil, un pegajoso estado de suspensi¨®n: ¡°Para nadie exist¨ªa Am¨¦rica, sino para m¨ª; pero no exist¨ªa sino en mis necesidades, en mis deseos y en mis temores¡±. Varado en su puesto colonial en Paraguay, Diego de Zama espera eternamente su traslado a Buenos Aires, mientras su mon¨®logo interior va construyendo una realidad alucinatoria que no hace sino evidenciar el vac¨ªo de ese discurso oficial que le vendi¨® una gran promesa para entregarle un espejismo y, sobre todo, para encerrarle en una jaula de tiempo indestructible desde la que ir tejiendo su propio infierno personal.
ZAMA
Direcci¨®n: Lucrecia Martel.
Int¨¦rpretes: Daniel Gim¨¦nez Cacho, Lola Due?as, Matheus Nachtergaele, Daniel Veronese.
G¨¦nero: drama.
Argentina, 2017
Duraci¨®n: 115 minutos.
En un gesto de auto-exigencia tan extremo como el que en su d¨ªa llev¨® a Ernst Lubitsch a adaptar El abanico de Lady Windermere de Oscar Wilde sin recurrir en los intert¨ªtulos ni a una sola frase del escritor, Lucrecia Martel ha llevado al cine la novela de Benedetto con el empe?o de transmitir esa visi¨®n subjetiva que es la piel de la obra, sorteando todo uso de la voz en off. Un Daniel Gim¨¦nez Cacho inm¨®vil, su silueta recortada sobre la orilla, sintetiza en la primera imagen de la pel¨ªcula ese prop¨®sito de sabotear la causalidad de la narraci¨®n cinematogr¨¢fica cl¨¢sica para representar una temporalidad casi est¨¢tica, densa como arenas movedizas, t¨®xica, mortificante y febril.
Un dise?o de sonido que se aparta de lo ilustrativo, anacr¨®nicas interferencias musicales por gentileza de los Indios Tabajaras, la elocuencia de lo sensorial sobre lo racional, voces que se manifiestan donde no deber¨ªan y otros sutiles recursos, que invitan a plantearse qu¨¦ gran directora de cine fant¨¢stico hubiese podido ser la Martel si su proyecto de adaptar El Eternauta no se hubiese frustrado, van sedimentando un poso de extra?eza que se libera en un tramo final que coloca esta extraordinaria Zama en la l¨ªnea din¨¢stica de trabajos como Aguirre, la c¨®lera de Dios, Apocalypse Now o Z. La ciudad perdida. Las pol¨¦micas declaraciones de la directora sobre el influjo empobrecedor de las series televisivas encuentran en una pel¨ªcula como esta uno de sus m¨¢s s¨®lidos argumentos, por el modelo de relato que aqu¨ª se propone, por su cuidadosas y sutiles transgresiones de la forma, por su manejo del tiempo. Por su innegociable radicalidad, en suma.
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