Contra la impotencia y el tedio
En ¡®La indignaci¨®n activa¡¯, el exjuez Baltasar Garz¨®n llama a abandonar la indiferencia: decir ¡°basta¡± no es suficiente, hay que actuar
La pol¨ªtica no consiste en ocupar cargos, sino en dinamizar las ideas, en integrarlas, en buscar el bienestar y la felicidad del ciudadano. Y debe ser cre¨ªble. La credibilidad de un sistema radica en la existencia y realidad de los controles a los que se somete el poder; quien m¨¢s poder tiene debe ser el m¨¢s controlado, ya que al administrarlo o al desplegar la acci¨®n legislativa sus detentadores deben ser conscientes de que son meros usuarios del mismo, en tanto que el pueblo al que sirven es su titular y ante ¨¦l deben responder. Por ello la recuperaci¨®n de la ¨¦tica en la gesti¨®n p¨²blica es b¨¢sica y fundamental.
Si queremos que la sociedad actual y la del futuro resulten fortalecidas, necesitamos l¨ªderes cuya marca sea la de la ¨¦tica y la responsabilidad para hacer real la necesidad de seguridad f¨ªsica y jur¨ªdica, apoyada en los valores b¨¢sicos del Estado de derecho que la defienden de las agresiones, sean estas internas o externas, y que la dotan de una fortaleza institucional indiscutible.
Creo que fue Napole¨®n Bonaparte quien dijo que dos fuerzas gu¨ªan al hombre: el miedo y el ego¨ªsmo. Es posible que esta definici¨®n sea v¨¢lida para cierta categor¨ªa de individuos: aquellos insolidarios, que carecen de empat¨ªa, que priman la satisfacci¨®n personal sobre los valores de la convivencia. Personas individualistas y sin duda temerosas de perder un estatus que parecen pasar la vida persiguiendo, para luego aferrarse a ¨¦l por encima de cualquier otra consideraci¨®n.
En mis a?os de judicatura he tenido ocasi¨®n de conocer a demasiadas personas que nutren la patolog¨ªa social en sus peores ejemplos. Desde luego, otro de los escenarios en los que se constata esa m¨¢xima, ampliada con el cinismo y la soberbia, es el de la pol¨ªtica. Es cierto que estas patolog¨ªas est¨¢n en la base de muchos males. Y producen un efecto multiplicador, ya que la carencia de valores alienta el desapego y la b¨²squeda del propio bienestar, un bienestar basado en la cultura del dinero, el consumismo, la envidia, el aprovechamiento y la corrupci¨®n por conseguir aquello que tiene el otro.
La carencia de valores alienta el desapego y la b¨²squeda de un bienestar basado en la cultura del dinero, el consumismo, la envidia
En el entorno vital m¨¢s primario, en el profesional, laboral e incluso l¨²dico, hay muchos individuos que re¨²nen estas caracter¨ªsticas y que no son capaces de salir de ese bucle de mediocridad que, a la postre, los mantiene en una situaci¨®n inducida por diferentes agentes, por los poderes econ¨®micos, por el consumo, por demasiados pol¨ªticos, por los medios de comunicaci¨®n que hacen de altavoz a los anteriores ahogando otras voces que llaman a corregir actitudes. ?Qu¨¦ ocurre con los ni?os y con los j¨®venes? El mal ejemplo de sus mayores puede llevarlos a obviar el esfuerzo y perseguir un futuro de adultos acomodados a la espera de que un golpe de suerte mejore la situaci¨®n y los convierta en personajes ricos y famosos.
Despojar a la escuela de elementos como la educaci¨®n ciudadana u otras materias que contribuyen al bagaje humanista de los que se est¨¢n formando es perverso. Supone negar a la persona herramientas para forjar su val¨ªa personal, su madurez, su capacidad de cr¨ªtica, su formaci¨®n social y pol¨ªtica, su af¨¢n de superaci¨®n, el brillante aliento de tener la alegr¨ªa y la aspiraci¨®n leg¨ªtimas de unirse a otros seres humanos con el fin de colaborar en conseguir una vida mejor y m¨¢s plena, de avanzar, descubrir y plantear como meta la felicidad propia y del conjunto.
Frente a esos elementos nocivos, es bien cierto que tambi¨¦n existen otras personas que se levantan cada d¨ªa con el ¨¢nimo activo y bien dispuesto a combatir la indiferencia. Seres admirables que son capaces de denunciar un atropello a la convivencia, de defender a las v¨ªctimas de cr¨ªmenes horribles, de apoyar causas justas enfrent¨¢ndose a poderes omn¨ªmodos y temibles. Personas que se ponen en el lugar del otro, no para aprovecharse de ¨¦l, sino para comprenderlo, respetar su diferencia, integrarse en una diversidad cada vez m¨¢s diferente pero m¨¢s igualitaria, o para construir un pa¨ªs m¨¢s justo, menos excluyente; o para exigir transparencia a los Gobiernos o una justicia independiente. Todo ello anteponiendo el servicio p¨²blico al inter¨¦s personal, el sacrificio por los dem¨¢s a la comodidad, la beligerancia y la indignaci¨®n ante la injusticia al adocenamiento de la indiferencia, y la defensa de las v¨ªctimas a la impunidad de los perpetradores prepotentes y obscenos.
Este tipo de buenas personas est¨¢ en todas partes, ya en lugares humildes o en los pr¨®speros, en pa¨ªses que luchan por la subsistencia y en otros que no sufren apenas carencia alguna. Desde quien cede su asiento en el bus a alguien que lo necesita hasta los hombres o mujeres capaces de prestar algo de su tiempo como voluntarios en un comedor social, acompa?ando a gente que vive en soledad o repartiendo por la noche sopa caliente a desafortunados que sufren el invierno en la calle. Son el contrapunto necesario en un mundo hostil, por la voluntad de quienes m¨¢s lo agreden y propagan la desesperanza y el miedo. Y son de quienes deber¨ªamos aprender que es posible cambiar lo que nos queda por vivir y construir, y con ello dibujar un futuro con menos desigualdad y m¨¢s afecto.
Pero hay personas que son capaces de denunciar un atropello de la convivencia, enfrent¨¢ndose a poderes omn¨ªmodos y terribles
Comparto con todos ellos un sentimiento de urgencia por dar un cambio radical a la expresi¨®n de hast¨ªo en la que naufraga una parte de la sociedad ante la falta de respuestas o ante la arbitrariedad de las mismas. Si permanecemos inermes, pasivos, acomodados, corremos el riesgo de que nos consuma el tedio y nos conduzca a una especie de adormecimiento inducido.
Entonces, ?qu¨¦ respuesta daremos a la pregunta que subyace en todo este planteamiento? ?C¨®mo salir de esta impotencia para evitar que fermente y d¨¦ vida a los peores demonios que cada uno de nosotros albergamos? Desde luego no queda otra que gritar con indignaci¨®n ¡°Ya basta¡±, ¡°No en mi nombre¡±, y a continuaci¨®n levantarse y actuar. Siempre adelante, siempre convencidos de que se puede cambiar el curso de los acontecimientos y que el determinismo no es la filosof¨ªa que debe guiar nuestras vidas. No todo est¨¢ perdido. Cada d¨ªa, cada momento, podemos hacer diferente lo que hasta ese instante parec¨ªa imposible. La utop¨ªa no tiene por qu¨¦ ser una frustraci¨®n, sino el aliciente que alimente esa confrontaci¨®n permanente del ser humano en la lucha por su supervivencia arm¨®nica en un entorno natural y sostenible.
Fragmento de ¡®La indignaci¨®n activa¡¯ (Planeta), de Baltasar Garz¨®n, que se publica el 23 de enero.
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