La vida partida en dos
Monika Zgustova recupera los testimonios de nueve mujeres que sobrevivieron a los campos siberianos en 'Vestidas para un baile en la nieve'
Un poeta tan idealista como Boris Pasternak estaba convencido de que el infierno en que se convirti¨® la URSS durante el gobierno de Stalin acabar¨ªa cediendo y el esp¨ªritu noble y creador del pueblo ruso, oculto y oscurecido, saldr¨ªa de nuevo a la superficie (¡°acordaos entonces de m¨ª¡±). No s¨¦ hasta qu¨¦ punto podemos suscribir la profec¨ªa de Pasternak porque las consecuencias de los hechos son siempre inmensas y cuesta saber hasta d¨®nde aquella violencia absurda y arbitraria adoptada por el estalinismo marc¨® la conciencia colectiva del pa¨ªs (aunque el libro de Svetlana Aleksi¨¦vich, El fin del 'homo sovieticus' ayuda mucho). En todo caso, el infierno tuvo su fin en los a?os ochenta. Y los campos de trabajo, creados en 1917 para someter a la poblaci¨®n, campos desperdigados por todo el pa¨ªs como un archipi¨¦lago de islas feroces, fueron finalmente desmantelados. Para Solzhenitsyn siempre fue un deber moral rescatar y mantener viva la memoria de lo que ocurri¨® en la URSS, porque cost¨® mucho que Occidente aceptara la tragedia en que la revoluci¨®n bolchevique sumi¨® a todas las Rusias: todav¨ªa hoy muchos j¨®venes reaccionan con desprecio y hostilidad cuando se les habla del destrozo humano que signific¨® el Gulag.
Sin embargo, las voces del Gulag han sido mayoritariamente masculinas (Solzhenitsyn, Shal¨¢mov, Grossman), de modo que es un acierto la propuesta que hace nuestra escritora m¨¢s eslava, Monika Zgustov¨¢, de buscar un cierto equilibrio recuperando los testimonios de nueve mujeres que sobrevivieron a los a?os de cautiverio en los campos siberianos. La escritora checo-espa?ola lo hizo de la mano de Shentalinski (el autor de Los archivos de la KGB) quien la puso en contacto con una asociaci¨®n de antiguos presos del Gulag, zeks en el argot penitenciario. Los nombres de las nueve supervivientes nos son desconocidos, en su mayor parte, pero las historias responden a un patr¨®n com¨²n que se abre con la detenci¨®n inesperada y fortuita, casi siempre de noche y sin tiempo para coger un abrigo, algo de ropa interior, un libro. El arresto part¨ªa la vida de los detenidos en dos, porque la gente no sol¨ªa regresar a sus casas de aquel tr¨¢nsito impresionante, con parada obligatoria en la temible Lubianka, y cuya motivaci¨®n muchas veces se ignoraba por completo: una frase, una carta, la sospecha interesada de un vecino, unos pocos rublos de estraperlo, ser la hija de alguien a quien el Estado quer¨ªa castigar: eso ocurri¨® con los hijos de Ajm¨¢tova y Tsvet¨¢ieva, o con la desdichada Olga Iv¨ªnskaya, la amante de Pasternak y para muchos el gran amor de su vida. Lleg¨® un momento (1937, el a?o de la terrible purga) que ya no se requer¨ªa explicaci¨®n. Tragar un poco m¨¢s de aire era motivo suficiente para ¡°una pena de ni?os¡±, es decir cinco o seis a?os en un campo ubicado en el c¨ªrculo polar con temperaturas de -40 grados, porque lo normal eran las penas entre 15 y 30 a?os. Las familias quedaban destruidas.
Zgustov¨¢ incluye el memorable testimonio de la hija de Olga Iv¨ªnskaya, Irina Emeli¨¢nova, tambi¨¦n detenida y enviada a Siberia solo por ser hija de su madre. Irina vive ahora en Par¨ªs, pero mantiene vivo el momento en que se llevaron a Olga, por segunda vez (a la muerte de Pasternak). Al ser enviada de nuevo a Siberia, con cincuenta a?os, intent¨® suicidarse: no se ve¨ªa con fuerzas para soportar otra vez aquel infierno, solo por haber amado a un poeta. Pero lo hizo, y cuando pudo volver a casa era ya una anciana enferma y definitivamente rota. El sufrimiento que transmiten los testimonios abruma y nos golpea en lo m¨¢s hondo, como siempre lo hace la verdad. Pero es muy interesante la lectura que permiten sus recuerdos. Las nueve mujeres entrevistadas por Zgustov¨¢, admiten que aquella vida, pese a todo, ten¨ªa sus momentos de luz: ning¨²n funcionario pod¨ªa ocultar la belleza de un cielo rosado, la bondad de una mirada, el t¨ªmido sol que apuntaba en mayo iluminando la tundra despu¨¦s de meses de oscuridad. Las nueve mujeres cuentan c¨®mo exploraron en su interior para encontrar las fuerzas de seguir viviendo. Y mencionan nombres que s¨ª conocemos, como los recuerdos que Susanna Pechuro guarda de Lina Prok¨®fiev, compa?era de campo; o bien las po¨¦ticas cartas (pues la verdad estaba proscrita) -in¨¦ditas hasta donde yo s¨¦- de la hija de Marina Tsvet¨¢ieva, condenada a perpetuidad en un campo de trabajo siberiano, dirigidas a Pasternak, quien procuraba sostenerla an¨ªmicamente desde Mosc¨²: ¡°Aqu¨ª las nubes, le dice Ariadna, a menudo parecen de tu pu?o y letra, de modo que el cielo es como una p¨¢gina de tus manuscritos¡±. Las siete largas y bell¨ªsimas cartas son, o fueron, propiedad de Ela Markman, compa?era de campo de Ariadna Efr¨®n Tsvet¨¢ieva, otra de las mujeres que bailaron en la nieve, como Susanna Pechuro.
Vestidas para un baile en la nieve es un cruce de biograf¨ªa y autobiograf¨ªa, pues es Zgustov¨¢ quien se implica extraordinariamente en las historias contadas, les da una forma narrativa homog¨¦nea y las dota de la luz eslava que las historias requieren. Por momentos yo misma me he sentido parte de aquellas conversaciones transcurridas en 2008 y he sorbido un poco del t¨¦ cargado y dulce que tanto gusta a los rusos. Incluso he probado una de sus galletas hechas con semilla de amapolas. Aquel mar de sufrimiento se ha convertido gracias a Monika Zgustov¨¢ en un mar de memoria. Solzhenitsyn se sentir¨ªa satisfecho.
COMPRA?ONLINE 'VESTIDAS PARA UN BAILE EN LA NIEVE'
Autor: Monika Zgustova.
Editorial: Galaxia (2017).
Formato: tapa dura (272 p¨¢ginas).
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