Mi maestra
Entrar en sus libros es una experiencia extraordinaria: es aprender algo de ti que no sab¨ªas, es sentirte a punto de descubrir tu lugar en el mundo
Era mi maestra literaria, y un maestro es aquel que te se?ala el camino hacia lo sublime, una cota inalcanzable, un faro en la noche. Y no he sido yo su ¨²nica disc¨ªpula: Ursula K. Le Guin ha ejercido una enorme influencia en varias generaciones, aunque casi nunca se lo hayan reconocido. Harry Potter bebe de sus hermosos libros de Terramar, y Avatar est¨¢ en deuda con su novela El nombre del mundo es Bosque. Se la considera entre los m¨¢s importantes autores de ciencia-ficci¨®n de todos los tiempos, junto a Asimov y Bradbury (ha ganado cinco premios Hugo y seis N¨¦bula), pero eso mismo, el prejuicio hacia dicho g¨¦nero literario, unido a su condici¨®n de mujer y a su car¨¢cter independiente y poco dado a las apariencias sociales, le ha distanciado del reconocido puesto que para m¨ª verdaderamente ocupa, que es el de ser una/uno de los mejores escritores del siglo XX.
La mayor parte de sus novelas, incluidas esas dos obras cumbres que son La mano izquierda de la oscuridad y Los despose¨ªdos, suceden en el Ekumen, un mundo compuesto por una serie de sociedades humanoides que, tras haber tenido un mismo origen, se han diseminado por diversos planetas, desarrollando unas culturas muy distintas a trav¨¦s de las cuales Ursula ha ido diseccionando la condici¨®n humana. Hija de dos antrop¨®logos famosos, en su obra late la pasi¨®n por entender el raro bicho que somos. Entrar en sus libros es una experiencia extraordinaria: es aprender algo de ti que no sab¨ªas, es sentirte a punto de descubrir tu lugar en el mundo.
Hay autores que son muy buenos analizando la psicolog¨ªa de sus personajes; el punto fuerte de otros, en cambio, son los frisos sociales. Pero solo los genios, como Le Guin, son capaces de abordar al mismo tiempo lo ¨ªnfimo y lo inmenso, el hervor de los bichejos microsc¨®picos en una gota de agua y el sobrecogedor rotar de las bolas de fuego en el espacio. Ella misma era as¨ª, una uni¨®n de contrarios: diminuta y fr¨¢gil, pero con una personalidad indomable; humilde y generosa, pero con el orgullo de quien es consciente de su talento; po¨¦tica y ligera como un soplo de aire, pero con una capacidad intelectual demoledora. Aspiraba a la serenidad e iluminaba las sombras con un fino sentido del humor. Muri¨®, me dicen, dulcemente. Con la enorme elegancia que siempre tuvo.
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