Jake Heggie, o la f¨®rmula del ¨¦xito para una ¨®pera contempor¨¢nea
El compositor de ¡®Dead Man Walking¡¯ acude al estreno de su ¨®pera en Madrid y presume de haber llegado a los 60 montajes en todo el mundo
Una definici¨®n de ¨®pera contempor¨¢nea podr¨ªa ser la siguiente: ¡°Obra de arte que una vez estrenada se mete en un caj¨®n y no vuelve a ser representada sobre un escenario¡±. Pero a Jake Heggie le ha ocurrido con Dead Man Walking todo lo contrario. Cuando se subi¨® el tel¨®n este viernes en el Teatro Real, cont¨®: 59. Y algo despu¨¦s, en Londres, ser¨¢n 60. Son las veces que su obra basada en el libro de la hermana Helen Prejean sobre su experiencia en el corredor de la muerte se ha montado alrededor de todo el mundo. Un ¨¦xito que ¨¦l reivindica como cruzada vital¡ ¡°Cuantas m¨¢s veces resuena, m¨¢s esperanza tengo¡±, comenta.
Lo dice cuando est¨¢ a punto de estrenar en Madrid. ¡°Este pa¨ªs es avanzado. No tienen pena de muerte. Seguro que la reacci¨®n es diferente a cuando se muestra en Estados Unidos. Pero, aun as¨ª, la obra provoca inquietud y tensi¨®n en el p¨²blico. La inclinaci¨®n hacia la venganza es algo natural. Aqu¨ª se contempla como una de las posibilidades a tener en cuenta. Como reacci¨®n profundamente humana, aunque equivocada. A nadie se le impone un juicio previo. Odio las obras de arte que me dicen qu¨¦ tengo que pensar¡±.
Cuando Heggie estaba a punto de cumplir 40 a?os no se imagin¨® que se convertir¨ªa en compositor de ¨®pera. Ahora tiene 57 y ha terminado ocho t¨ªtulos. ¡°La ¨²ltima se titula If I Were You y es una especie de adaptaci¨®n del mito de Fausto a nuestra realidad. Encaja perfectamente en este tiempo, cuando cualquiera puede comprar tu voluntad por un d¨®lar¡±.
Esta es la historia de un asesino cruel que ni por eso merece morir. Nadie merece morir y menos a manos de un estado"
Antes de meterse en Dead Man Walking, Heggie trabajaba en el departamento de relaciones p¨²blicas de la ?pera de San Francisco, donde vive. ¡°Hice todo un m¨¢ster de c¨®mo funciona un teatro desde dentro. Pero jam¨¢s pens¨¦¡¡±.
Jam¨¢s pens¨® lo que Lotfi Mansouri, el intendente del teatro californiano a finales de los noventa, supo ver en ¨¦l. ¡°Yo compon¨ªa ciclos de canciones para int¨¦rpretes de ¨®pera. No de pop o de rock. Trataba de adecuar la tradici¨®n del lieder a nuestra ¨¦poca. Le gustaba lo que hac¨ªa y un d¨ªa me encarg¨® una ¨®pera. Yo pens¨¦ que se hab¨ªa vuelto loco, pero hablaba en serio¡±.
Mansouri le dijo que fuera a ver a Terrence McNally, autor del libreto, a Nueva York: ¡°Este me ofreci¨® varias opciones. En concreto 10. Pero cuando pronunci¨® ese t¨ªtulo, todo se par¨®. De hecho, ni me acuerdo del resto. Sencillamente sab¨ªa que ten¨ªa que hacerlo¡±.
Dif¨ªcil reto. Deb¨ªa aportar un extra a lo que ya de por s¨ª la historia hab¨ªa merecido. El libro ya se hab¨ªa convertido en un superventas. Todo el mundo ten¨ªa en la cabeza a Sean Penn y a Susan Sarandon por Pena de muerte, la pel¨ªcula que adapt¨® Tim Robbins. ¡°?Qu¨¦ hacer? Plantearlo crudamente desde el principio fue nuestra opci¨®n. Esta es la historia de un asesino cruel que ni por eso merece morir. Nadie merece morir y menos a manos de un Estado. A cualquiera debemos ofrecerle la oportunidad de redimirse. ?Qui¨¦n puede encontrar coherencia en que un ente se convierta en asesino de quien a su vez ha asesinado? Es el ¨²nico crimen que repetimos con la misma contundencia que la del criminal. No se sostiene¡±.
Para ello, Dead Man Walking propone un viaje al rev¨¦s: de la emoci¨®n a la raz¨®n. ¡°Con vocaci¨®n universal. Ese debate es crucial en nuestra ¨¦poca. Resulta genuinamente americano, pero global¡±. Los resortes de estilo tambi¨¦n contaban: ¡°Utilizo la ¨®pera decimon¨®nica y el rock. El g¨®spel y el musical¡¡±. Todo un c¨®ctel ecl¨¦ctico que le ha llevado a eso tan dif¨ªcil que es la aceptaci¨®n y el aplauso del p¨²blico.
Las referencias en su caso, ayudan: ¡°De la canci¨®n popular americana, caso de Barbra Streisand o Carole King y Joni Mitchell, a The Beatles, los grandes liederistas, entre Hugo Wolf, Schubert, Schumann, Mahler o Richard Strauss, a Sondheim, Gershwin, Cole Porter o Andrew Lloyd Weber¡¡±. Una receta absolutamente invencible.
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