El ajuste final de cuentas
Raymond Carver es un escritor al que el cruel viento de las modas ha relegado al purgatorio demasiado tiempo.
1. Armaged¨®n
Uno de los vol¨²menes m¨¢s preciados de mi biblioteca es la edici¨®n de Poemes civils, de Joan Brossa, publicada en 1961 por la editorial RM. Lo adquir¨ª hacia 1964 en la librer¨ªa ?ncora y Delf¨ªn de Barcelona, entonces la ciudad m¨¢s progresista de Espa?a (daba gusto llegar a ella viniendo del poblach¨®n manchego que tardar¨ªa a¨²n una d¨¦cada en empezar a quitarse el casposo pelo de la dehesa franquista). Entonces no conoc¨ªa al autor, y el libro carec¨ªa de m¨¢s paratextos que el exiguo que proporcionaba un colof¨®n en el que se afirmaba que hab¨ªa sido impreso en SADAG, una compa?¨ªa en la que, seg¨²n descubr¨ª a?os m¨¢s tarde, hab¨ªa trabajado el maestro tip¨®grafo Joan Trochut (1920-1980). Lo compr¨¦ por el impacto que me caus¨® la lectura apresurada de un poema sin t¨ªtulo que no me resisto a traducir: ¡°O se dice?/ no se producir¨¢ una guerra total?/ pero siempre habr¨¢ guerras.?// O se dice finalmente:?/ se abolir¨¢n todas las guerras¡±. A?os m¨¢s tarde, cuando yo ya estaba en la universidad, el ¡°camarada Posadas¡± (su verdadero nombre era mucho mejor que el ¡°de guerra¡±: Homero R¨®mulo Cristali Frasnelli), l¨ªder argentino de la secci¨®n m¨¢s enloquecida y sectaria ¡ªy cr¨¦anme que eso es decir muy poco¡ª de una de las tendencias en que se fractur¨® la IV Internacional, lanz¨® una campa?a de aliento al proletariado mundial que sonaba como un eco monstruoso del poema pacifista de Brossa: convencido de la ineluctabilidad de la guerra nuclear (el ¡°ajuste final de cuentas¡±, lo llamaba con indisimulado entusiasmo) entre el capitalismo y los ¡°Estados obreros¡± (aunque degenerados por la burocracia estalinista), el milenarista Posadas ven¨ªa a decir que sobre las ruinas ¡ªliteralmente hablando¡ª del Armaged¨®n se alzar¨ªa el mundo nuevo, el ¨²ltimo y definitivo, en el que ya no cabr¨ªa pobreza, enga?o, tristeza o dolor. (Posadas cre¨ªa tambi¨¦n, por cierto, en que m¨¢s pronto que tarde acabar¨ªan visit¨¢ndonos seres extraterrestres que nos aportar¨ªan valiosos descubrimientos de su m¨¢s avanzada pr¨¢ctica del socialismo, lo que acelerar¨ªa nuestro radiante camino hacia el comunismo; de ese modo se pasar¨ªa del siempre problem¨¢tico internacionalismo proletario al m¨¢s eficaz internacionalismo interplanetario; o, si se prefiere, del insuficiente socialismo en un solo pa¨ªs al pleno socialismo intergal¨¢ctico). Les ruego disculpen el excurso, pero estos d¨ªas he pensado con cierta melancol¨ªa ¡ªque, como afirmaba Diderot, puede ser un efecto secundario de la posesi¨®n demoniaca¡ª en esa guerra final que, m¨¢s para mal que para bien, pudiera acabar con todas las guerras, a prop¨®sito de algo tan poco adecuado al pesimismo como debiera ser un libro infantil. O para ser m¨¢s exactos: un precioso (y a la vez devastador, perm¨ªtanme el atrevimiento de recomend¨¢rselo) libro sin palabras cuyas im¨¢genes dicen m¨¢s sobre la crueldad y absurdo de la guerra que muchos textos pacifistas. Y lo hace sin concesiones a la ?o?er¨ªa o al buenismo, y s¨®lo con im¨¢genes. El libro se llama, simplemente,?Por qu¨¦?, su autor es el ruso Nikolai Popov (1938), est¨¢ pensado para ni?os y ni?as a partir de cuatro a?os y lo ha publicado Kalandraka. Si les parece muy duro para sus tiernos infantes (y quiz¨¢ futuros soldados de algunas de nuestras guerras imperiales), siempre pueden consolarse con las pedorr¨ªsimas fotograf¨ªas de bebitos-capullos de Anne Geddes (?puaj!) o con una versi¨®n expurgada de la Cenicienta (en la que nadie corte los pies a las gilipollas de las hermanastras para que les quepan los quesos en el puto zapatito de cristal).
2. Repaso
Esta semana mis insomnios (culpa de Puigdemont, que consigue introducirse en mi debilitada psique como el payaso loco de It, de Stephen King), me proporcionaron un tiempo extra que no rellenaban los fascinantes anuncios de abdominales que suelen programar las televisiones a las cuatro de la madrugada. De modo que he aprovechado ¡ªadem¨¢s de para leer la muy notable, aunque a menudo devastadora, Ordesa (Alfaguara), la memoir familiar y personal de Manuel Vilas que merece un lugar destacado en ese g¨¦nero h¨ªbrido autofictivo y confesional que parece haber relegado la imaginaci¨®n novelesca a segundo t¨¦rmino¡ª, he aprovechado, digo, para releer Las afueras (nueva edici¨®n en Anagrama), de Luis Goytisolo, la primera novela ¡°moderna¡± que encontr¨¦ en la biblioteca de mis padres en mi lejana juventud, y con la que descubr¨ª que en aquellas estanter¨ªas convencionales y previsibles hab¨ªa literatura m¨¢s all¨¢ de Vicki Baum, Lajos Zilahy, Tom¨¢s Salvador, Gironella y toda la adorable antig¨¹edad literaria tan cara a la burgues¨ªa lectora de los a?os cincuenta y sesenta. Rele¨ªda ahora, la sorprendente primera novela de Goytisolo sigue mostrando un nervio creativo y un alcance moral que van mucho m¨¢s all¨¢ de la consabida adscripci¨®n al socialrealismo barraliano de la ¨¦poca. Un feliz redescubrimiento.
3. Borrachera
Estuve viendo en la tele D¨ªas de vino y rosas (1962), de Blake Edwards, que junto con D¨ªas sin huella (1945), de Billy Wilder, figura en mi palmar¨¦s de mejores pel¨ªculas sobre borrachuzos. Por alg¨²n psicoanalizable motivo, ambas cintas ¡ªradicalmente antialcoh¨®licas¡ª siempre me han incitado a beber. Pero a las cuatro de la madrugada no me pareci¨® muy apropiado. Adem¨¢s, me acord¨¦ repentinamente de uno de los cuentos de borrachos m¨¢s tristes que conozco, de modo que lo busqu¨¦ en mi biblioteca y me puse a releerlo en mi sill¨®n de orejas. Se trata del relato que da t¨ªtulo a De qu¨¦ hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond Carver, un escritor al que el cruel viento de las modas ha relegado al purgatorio demasiado tiempo. Argumento: en un interior carveriano, dos parejas hablan sobre el amor mientras se emborrachan de ginebra. Lo que se cuentan y c¨®mo lo hacen, cada vez con m¨¢s incoherencias, refleja el progreso de la melopea, mientras la luz de la tarde se difumina y la melancol¨ªa se adue?a de la escena. Una peque?a obra maestra.
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