Reyes Abades era el ¡°cine espa?ol¡± con may¨²sculas
Llevaba el cine en las venas y nada le gustaba m¨¢s que un reto, un plano imposible
Cuando empec¨¦ a hacer cine, hace 30 a?os, Reyes Abades ya era una leyenda. Reyes era el ¡°cine espa?ol¡± con may¨²sculas, el rey de los efectos especiales, la persona que estaba detr¨¢s de todas las pel¨ªculas que se sal¨ªan de lo normal. Nosotros le mir¨¢bamos con temor, admiraci¨®n y respeto, form¨¢bamos parte de ese grupo ruidoso de jovencitos que empez¨¢bamos en esto y quer¨ªan cambiarlo todo a trompicones. Nos gustaban el riesgo y la acci¨®n, pero, al mismo tiempo, nuestra tremenda ignorancia le sacaba de sus casillas. Menos mal que Reyes ten¨ªa paciencia.
Recuerdo su mirada, cargada de experiencia. Cuando le ped¨ªas algo, no sab¨ªas si se iba a echar a re¨ªr, o te iba a soltar un guantazo. La cosa sol¨ªa terminar con una leve sonrisa, y, poco a poco, sin llegar nunca a ofenderte, con un cari?o especial, te hac¨ªa entrar en raz¨®n. Sin embargo, nunca le o¨ª pronunciar la palabra ¡°no¡±. Reyes llevaba el cine en las venas, y nada le gustaba m¨¢s que un reto, un plano imposible. Su tal¨®n de Aquiles era: ?King, se puede hacer esto? Y te miraba, y sonre¨ªa, en silencio. Y entonces preguntaba: ?d¨®nde est¨¢ la c¨¢mara? Sus ojos brillaban con malicia, y comenz¨¢bamos a discutir, a preparar el campo de batalla. Aprend¨ª de ¨¦l muchas cosas, sobre todo, a tener paciencia, perseverancia. A que no existe la improvisaci¨®n. Las cosas salen bien si han sido preparadas de antemano. A mantener la palabra dada, y lo m¨¢s importante, a saber perdonar. Reyes me ense?¨®, puedo decirlo, a ser mejor persona. Reyes era un caballero, un hombre que, con su nobleza, trascend¨ªa su profesi¨®n. Siempre he mantenido que los t¨¦cnicos, en especial los especialistas y los profesionales de efectos especiales, son la aristocracia del cine. Se juegan su vida y la de los dem¨¢s, y por ello tienen otro temple. La vida les endurece sin perder
elasticidad, como una espada que no se rompe nunca. Saben absorber los golpes sin ofrecer resistencia, aprendiendo de sus errores. Reyes me hizo sentir que el cine est¨¢ por encima de las circunstancias que te atan a una pel¨ªcula en particular, que hay algo m¨¢s. Ser parte de algo m¨¢s profundo, una fraternidad de cineastas que trabajan juntos creando mundos imposibles. Ese algo m¨¢s es la ilusi¨®n, la magia, o la fuerza del cine. Reyes Abades era un rey, ¡°King¡±, como le llam¨¢bamos nosotros, y esa sonrisa no pod¨ªa ocultar su tremendo poder. Tuve el honor de trabajar con ¨¦l en dos pel¨ªculas, El d¨ªa de la Bestia y Balada triste de trompeta. Durante los a?os que pas¨¦ en la academia le tuve muy cerca, aconsej¨¢ndome, y apoy¨¢ndome. Nunca olvidar¨¦ la seguridad y la tranquilidad que sent¨ªa al estar en sus manos. Reyes te convert¨ªa en alguien especial porque, al trabajar con ¨¦l, pasabas a formar parte de su familia, de la comitiva del rey. Me siento orgulloso de poder decir que fui su amigo, y dar¨ªa todo lo que tengo por conservar en mi mirada algo de ese brillo que ¨¦l no perdi¨® jam¨¢s.
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