Independencia individual
Erasmo solo hay uno. Y equidistantes, en cambio, muchos
En el siglo segundo antes de Cristo, Terencio dijo: ¡°Ya no hay nada que decir que no haya sido dicho¡±. No iba muy equivocado que digamos. Pero desde entonces ha llovido mucho. De equ¨ªvocos, que no de equivocaciones, y de lluvia hablaba una bella frase del a?orado Antonio Tabucchi en Peque?os equ¨ªvocos sin importancia: ¡°Le debo mucho a una tarde de lluvia, a una peque?a estaci¨®n de la costa y al rostro de una actriz desaparecida¡±. Me habr¨ªa gustado que Tabucchi hubiera ampliado lo que ah¨ª dec¨ªa, pero el d¨ªa en que lo intent¨¦ un equ¨ªvoco lo frustr¨®.
El mundo est¨¢ tan lleno de equ¨ªvocos que, aunque solo fuere porque quedan millones de ellos por enderezar, se ha vuelto dif¨ªcil pensar que no quede nada por decir que no se haya dicho antes. Precisamente una de las virtudes de Las manos de los maestros, de J.M. Coetzee, est¨¢ en su destreza, en medio de an¨¢lisis de las obras de sus escritores favoritos, para desmontar equ¨ªvocos y otros t¨®picos que se han ido creando en torno a estos. Entre los que Coetzee desenreda, destaca el que ata?e a Erasmo de Rotterdam, el hombre que instado a elegir bando entre el Papa y Lutero, dec¨ªa que preferir¨ªa morir a unirse a una facci¨®n.
Erasmo fue el ¡°equidistante¡± ¨Ccomo se llama ahora a los representantes de la raz¨®n¨C m¨¢s famoso del siglo XVI. Hall¨¢ndose en la c¨²spide de la fama por su Elogio de la estupidez, tener que elegir entre la iglesia cat¨®lica y los luteranos le sent¨® como una patada en el est¨®mago. Lo que ni unos ni otros comprend¨ªan era que para su mentalidad individualista ponerse de un lado o del otro le resultaba igualmente repugnante, pues le importaba m¨¢s su libertad de pensamiento y su independencia individual e intelectual.
El equ¨ªvoco de que se puede ser erasmista o disc¨ªpulo de Erasmo nace ya de esos d¨ªas y alcanza su apogeo en los a?os 30 del siglo pasado cuando Stephen Zweig le elige como ayuda en la adversidad porque es ¡°el hombre de la raz¨®n, triturado entre las piedras de molino del protestantismo y el catolicismo del mismo modo que lo estamos nosotros entre las grandes fuerzas opuestas de hoy¡±.
Ante el ¡°proc¨¦s¡± catal¨¢n ha habido tambi¨¦n ¡°equidistantes¡± ¨Cpalabra a la que algunos le han colocado un absurdo matiz despectivo¨C que han buscado el amparo de Erasmo, pero que yo pienso que han ca¨ªdo en lo que ya advierte Coetzee a prop¨®sito de Zweig: en el error de no captar que Elogio de la estupidez ofrece una extraordinaria resistencia a ser interpretado en el marco de otro discurso, porque, entre otras cosas, se enfrenta a poderes de interpretaci¨®n que pretendan ¡°someterlo¡± a su propio significado. Solo el esfuerzo m¨¢s denodado, dice Coetzee, es capaz de hacer caer el discurso de la Estupidez proteica de Erasmo (¡°que cambia de formas¡±, seg¨²n apuntara ya Stephen Dedalus) en el terreno de la pol¨ªtica. Porque en realidad el poder del texto de Erasmo radica en su movimiento perpetuo y renuncia jocosa y seria a la condici¨®n de gran falo, su evasiva (no) posici¨®n ¡°dentro y fuera de todo¡±. Dicho de otro modo: Erasmo solo hay uno. Y equidistantes, en cambio, muchos.
Babelia
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