T¨®mense en serio a las mujeres
El poder tiene una visi¨®n muy limitada: una estructura elitista, muy masculina y vinculada a la popularidad. Hay que cambiarla para tener en cuenta a todos
?Qu¨¦ har¨ªa falta para situar a la mujer dentro de la esfera del poder? En mi opini¨®n, hemos de distinguir aqu¨ª entre una perspectiva individual y una perspectiva m¨¢s general. Si observamos a algunas de las mujeres que lo han conseguido, veremos que las t¨¢cticas y estrategias que hay detr¨¢s de su ¨¦xito no se limitan a copiar expresiones masculinas. Un elemento que comparten muchas de estas mujeres es la capacidad de transformar los s¨ªmbolos que normalmente despojan de poder a las mujeres en una ventaja a su favor. La primera ministra brit¨¢nica Margaret Thatcher lo logr¨® con sus bolsos, convirtiendo al final el accesorio m¨¢s estereot¨ªpicamente femenino en un verbo relacionado, en sentido figurado, con el poder pol¨ªtico: ¡°correr a bolsazos¡± en ingl¨¦s es to handbag.
A un nivel incomparablemente menor, yo misma hice algo similar cuando acud¨ª a mi primera entrevista para un puesto acad¨¦mico, curiosamente en la ¨¦poca de apogeo de Thatcher. Me compr¨¦ un par de medias azules especialmente para la ocasi¨®n. Pese a que no era mi estilo habitual, esta opci¨®n alud¨ªa a un juego de palabras, ya que en ingl¨¦s bluestoking, adem¨¢s de significar ¡°media azul¡±, es una forma despectiva de referirse a los intelectuales. La l¨®gica de la met¨¢fora me pareci¨® satisfactoria: ¡°Si vosotros, entrevistadores, vais a pensar que soy una aut¨¦ntica marisabidilla, os demostrar¨¦ que s¨¦ lo que est¨¢is pensando y que yo lo pens¨¦ primero¡±.
En cuanto a Theresa May, es demasiado pronto a¨²n para decirlo, pero es muy posible que alg¨²n d¨ªa la consideremos, retrospectivamente, como una mujer que fue aupada al poder para fracasar. En cuanto a su predilecci¨®n por los zapatos de tac¨®n bajo, tengo la impresi¨®n de que son su manera de recalcar que se niega a ser encasillada en un modelo mascu?lino, y es bastante efectiva, como lo fue Thatcher, a la hora de explotar los puntos d¨¦biles del poder conservador masculino tradicional.
El hecho de que no forme parte del mundo gregario de los chicos, de que no sea uno de ellos, le ha ayudado a labrarse un territorio independiente, y esta exclusi¨®n le ha granjeado poder y libertad. Adem¨¢s, como es sabido, es al¨¦rgica al ?mansplaining: ese t¨¦rmino ingl¨¦s acu?ado a partir de las palabras man (hombre) y explain (explicar), que hace referencia al h¨¢bito masculino de explicar las cosas a las mujeres utilizando un tono de suficiencia paternalista y condescendiente.
Las pioneras son vistas como supermujeres que han topado con vestigios de prejuicios masculinos
Muchas mujeres podr¨ªan compartir perspectivas y tretas como esta, pero los grandes temas no se resuelven con trucos sobre c¨®mo seguir explotando el statu quo. Tampoco creo que la paciencia sea la respuesta, aunque sin duda los cambios ser¨¢n graduales. No obstante, teniendo en cuenta que en Reino Unido hace tan solo 100 a?os que las mujeres tienen derecho a voto, deber¨ªamos felicitarnos por la revoluci¨®n que todos, hombres y mujeres, hemos llevado a cabo. Dicho esto, si no me equivoco acerca de las profundas estructuras culturales que legitiman la exclusi¨®n de las mujeres, es muy probable que esos cambios paulatinos se alarguen demasiado, al menos para m¨ª. Hemos de reflexionar acerca de lo que es el poder, para qu¨¦ sirve y c¨®mo se calibra. O, dicho de otro modo, si percibimos que las mujeres est¨¢n totalmente fuera de las estructuras de poder, entonces lo que tenemos que redefinir es el poder, no a las mujeres.
Hasta el momento, en mis reflexiones sobre el poder he seguido la senda habitual en los debates de este tipo. Me he enfocado en la pol¨ªtica y en los pol¨ªticos nacionales e internacionales, a quienes deber¨ªamos a?adir, para ser justos, un elenco de presidentes ejecutivos, periodistas prominentes, directivos de televisi¨®n y dem¨¢s cargos importantes. Esto ofrece una versi¨®n muy limitada de lo que es el poder, puesto que lo correlaciona con el prestigio p¨²blico (o en algunos casos con la notoriedad). Se trata de un poder de gama alta en el sentido tradicional y vinculado a la imagen de techo de cristal, que no solo sit¨²a a las mujeres fuera del poder, sino que imagina a las pioneras como supermujeres de ¨¦xito a las que solo unos pocos vestigios de prejuicio masculino les impidieron alcanzar la cima.
No creo que este modelo se ajuste a la mayor¨ªa de mujeres que, sin pretender ser presidentas de Estados Unidos o de una empresa, todav¨ªa sienten, y con raz¨®n, que deben participar en el poder. Dicho modelo evidentemente no atrajo en 2016 a un n¨²mero suficiente de votantes estadounidenses. Aun restringiendo nuestro campo al ¨¢mbito de la pol¨ªtica, la cuesti¨®n de c¨®mo juzgamos el ¨¦xito de las mujeres no deja de ser delicada.
No todas quieren ser presidentas de una empresa, pero sienten que deben participar en el poder
Existen infinidad de tablas clasificatorias que ofrecen porcentajes de mujeres en los Parlamentos. El primer lugar lo ocupa Ruanda, donde m¨¢s del 60% de los diputados de la c¨¢mara son mujeres, mientras que Reino Unido aparece 50 puestos m¨¢s abajo, con el 30% aproximadamente. Por otro lado, es sorprendente constatar que la Asamblea Consultiva de Arabia Saud¨ª tenga un mayor porcentaje de mujeres que el Congreso de Estados Unidos. Es dif¨ªcil no lamentar algunas de estas cifras y no aplaudir otras, visto lo que se ha hecho por las mujeres tras la guerra civil de Ruanda. Pero me pregunto si, en algunos lugares, la presencia de semejante n¨²mero de mujeres en los Parlamentos es un indicio de que el poder no se encuentra precisamente all¨ª.
Tambi¨¦n sospecho que no estamos siendo sinceros con nosotros mismos sobre para qu¨¦ queremos a las mujeres en los Parlamentos. Numerosos estudios apuntan a que el papel de las mujeres pol¨ªticas consiste en promover leyes que favorecen los que se supone que son sus intereses (la atenci¨®n a la infancia, la igualdad salarial y la violencia dom¨¦stica). Un informe reciente de la Fawcett Society relacion¨® el porcentaje equilibrado del 50% de hombres y de mujeres en la Asamblea Nacional de Gales con el n¨²mero de veces que se propusieron all¨ª ¡°temas de mujeres¡±. Por supuesto que la atenci¨®n a la infancia y otras propuestas similares deben recibir la atenci¨®n necesaria, pero opino que estas cuestiones no deber¨ªan percibirse ¨²nicamente como ¡°temas de mujeres¡±. Tampoco estoy segura de que ocuparse de ese tipo de asuntos sea una de las razones principales por las que debamos impulsar una mayor presencia femenina en los Parlamentos.
La motivaci¨®n para tener m¨¢s diputadas es mucho m¨¢s elemental: es flagrantemente injusto dejar a las mujeres al margen, sean cuales sean los medios inconscientes que nos gu¨ªan. Sencillamente, no podemos permitirnos prescindir del conocimiento de las mujeres, ya sea en tecnolog¨ªa, econom¨ªa o asistencia social. Si eso significa que se tiene que reducir el n¨²mero de hombres en los Parlamentos ¡ªlos cambios sociales siempre tienen ganadores y perdedores¡ª, que as¨ª sea.
Hay temas que no deber¨ªan ser percibidos solo como ¡°asuntos de mujeres¡±, como la atenci¨®n a la infancia
Pero este tipo de aspiraciones ¡ªtener m¨¢s diputadas¡ª son en realidad un muestra de que seguimos tratando el poder como algo elitista, emparejado al prestigio p¨²blico, al carisma individual del llamado liderazgo y a menudo, aunque no siempre, a un cierto grado de celebridad. Nos referimos al poder de forma muy estricta y limitada, como si se tratara de un objeto de propiedad que solo muy pocos ¡ªen su mayor¨ªa hombres¡ª pueden poseer o ejercer. Eso es precisamente lo que resume la imagen de Perseo, o Trump, blandiendo su espada [en las elecciones de 2016 en EE UU se utiliz¨® la imagen de un Trump como un Perseo decapitando a una Hillary Clinton convertida en Medusa]. En estos t¨¦rminos, las mujeres como g¨¦nero, no como individuos, quedan excluidas del poder por definici¨®n.
No es f¨¢cil hacer encajar a las mujeres en una estructura que, de entrada, est¨¢ codificada como masculina: lo que hay que hacer es cambiar la estructura. Y eso significa que hay que ver el poder de forma distinta; separarlo del prestigio p¨²blico; pensar de forma colaborativa, en el poder de los seguidores y no solo de los l¨ªderes; pensar en el poder como atributo o incluso como verbo (empoderar), no como una propiedad. Me refiero a la capacidad de ser efectivo, de marcar la diferencia en el mundo, del derecho a ser tomado en serio, en conjunto e individualmente.
Ese poder es el que muchas mujeres perciben que no tienen, y lo quieren. ?Por qu¨¦ se ha hecho tan popular la expresi¨®n man?splaining, a pesar del fuerte rechazo que sienten muchos hombres al respecto? Porque apunta directamente a lo que se siente cuando a uno no se le toma en serio. As¨ª nos sentimos muchas mujeres. Un poco como cuando me dan lecciones de historia de Roma en Twitter.
?Podemos ser optimistas? ?Es posible cambiar esa visi¨®n del poder y de lo que este puede hacer? Quiz¨¢ un poco. Me asombra, por ejemplo, que uno de los movimientos pol¨ªticos m¨¢s influyentes de los ¨²ltimos a?os, Black Lives Matter [asociaci¨®n de defensa de los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos], fuera fundado por tres mujeres, e imagino que pocos de nosotros reconocer¨ªamos sus nombres, pero juntas tuvieron el poder de conseguir que las cosas se hicieran de otro modo.
Es injusto dejar a las mujeres al margen, sean cuales sean los medios inconscientes que nos gu¨ªan
Sin embargo, el panorama general es m¨¢s bien l¨®brego. Ni siquiera estamos cerca de subvertir aquellas historias de poder que desde nuestros or¨ªgenes mantienen a las mujeres fuera de su esfera y aprovecharlas en nuestro beneficio, como hizo Thatcher con su bolso. Incluso yo misma me he opuesto pedantemente a la representaci¨®n de Lis¨ªstrata [obra de Arist¨®fanes que, en clave de comedia, describe la primera huelga sexual de la historia llevada a cabo por mujeres] como si tratara del poder de las mujeres, aunque quiz¨¢ sea as¨ª como debamos representarla hoy d¨ªa. Ha habido repetidos intentos feministas a lo largo de los ¨²ltimos 50 a?os por recuperar a Medusa [ese monstruo femenino que convert¨ªa en piedra a aquellos que la miraban fijamente a los ojos] para el poder de las mujeres. As¨ª lo prueba el t¨ªtulo de una reciente colecci¨®n de ensayos, Laughing with Medusa, por no mencionar el uso que de ella hizo Versace en su logo. Pero no ha cambiado en nada el modo en que sigue utiliz¨¢ndose en los ataques contra las mujeres en el mundo de la pol¨ªtica.
La influencia de aquellas narraciones tradicionales queda muy bien plasmada por la escritora feminista norteamericana Charlotte Perkins Gilman, aunque de forma un tanto fatalista. En 1915 escribi¨® una novela ut¨®pica, Dellas (en ingl¨¦s Herland), en la que tres hombres viajan a un pa¨ªs en el que solo viven mujeres que se reproducen por partenog¨¦nesis (basada en el desarrollo de c¨¦lulas sexuales femeninas no fecundadas). Uno de ellos se casa con una de esas mujeres. En un segundo libro, el matrimonio espera un beb¨¦, que resulta ser un var¨®n. Las ¨²ltimas palabras de esta novela son: ¡°A su debido tiempo naci¨® nuestro hijo¡±. Perkins Gilman debi¨® de ser muy consciente entonces de que ya no hab¨ªa lugar para otra secuela de este mundo gobernado por mujeres. Todo lector en sinton¨ªa con la tradici¨®n occidental era capaz de predecir con exactitud qui¨¦n estar¨ªa al frente de Dellas al cabo de 50 a?os. Aquel ni?o.
Mary Beard es cat¨¦dratica de Estudios Cl¨¢sicos en la Universidad de Cambridge y autora de?SPQR: Una historia de la antigua Roma (Cr¨ªtica). Recibi¨® en 2016 el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Este fragmento pertenece al libro Mujeres y poder, un manifiesto (Cr¨ªtica), que se publica el 13 de febrero.
Traducci¨®n de Silvia Furi¨®.
Babelia
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