Familia de c¨®micos
Jes¨²s Castej¨®n recuerda a sus padres, que dedicaron toda su vida a la escena
Habla Jes¨²s Castej¨®n: ¡°Familia de c¨®micos, s¨ª se?or. Mis padres, don Rafael y do?a Pepa, dedicaron toda su vida al teatro. Zarzuela, sainete, Arniches, Mu?oz Seca¡ Bordaron todo eso y se retiraron en 2008 con La leyenda del beso, donde hac¨ªan de patriarcas gitanos. Nosotros les salimos tambi¨¦n de la far¨¢ndula: Rafa y Nuria, mis hermanos, y yo, al que le pic¨® antes el bicho porque soy el mayor. Crec¨ª entre cajas, en el desaparecido Oasis, de Zaragoza, donde mis padres hac¨ªan pareja c¨®mica, y en el camerino me cuidaban los maravillosos transformistas de la sala. Y Luis Lucena, el cantante. Much¨ªsimos a?os m¨¢s tarde, a los 35, John Strasberg me plante¨® preguntas clave sobre mi dedicaci¨®n. Fue el empuj¨®n definitivo. Nuria siempre quiso bailar. Dir¨ªa que desde los cuatro a?os. Rafa, el peque?o, tuvo m¨¢s dudas. Hizo vodeviles con Saza y mucha zarzuela, como yo, hasta que entr¨® en el estudio de Juan Carlos Corazza, y creo que Corazza fue para ¨¦l lo que Strasberg para m¨ª: dos gu¨ªas¡±.
Don Rafael Castej¨®n y do?a Pepa Rosado, me cuenta, ¡°hab¨ªan sido aut¨¦nticos c¨®micos de la legua, como los que tan bien retrat¨® Fern¨¢n G¨®mez en El viaje a ninguna parte. Cuando eran j¨®venes, recorr¨ªan Espa?a en aquellas compa?¨ªas donde las mujeres iban en carro y los hombres andando. O, eso lo recuerdo yo, en vagones de tercera, y en algunos lugares se quedaban porque no se pod¨ªan marchar. En M¨¦rida, fueron para una semana y acabaron haciendo temporada para ver si entraba dinero y pod¨ªan pagar las pensiones. Todas esas ausencias las viv¨ªamos con absoluta naturalidad: era lo que tocaba. ?Imag¨ªnate un a?o entero de gira por Am¨¦rica! Mi padre intent¨® disuadirme de ser c¨®mico, con lo de ¡®pan para hoy, hambre para ma?ana¡¯, pero lo dec¨ªa con la boca peque?a. Y a m¨ª me encantaba la zarzuela, haciendo casi siempre de tenor c¨®mico. Un d¨ªa eras un paleto y al siguiente, capit¨¢n de los Tercios de Flandes. Esa fue mi escuela¡±.
Es un placer escuchar a Jes¨²s hablando de sus padres. ¡°Mi madre era vocaci¨®n pura. Era peque?a, pero en escena crec¨ªa y arrasaba con todo. Una de sus frases que m¨¢s recuerdo era ¡®yo no s¨¦ ensayar¡¯. Sab¨ªa lo que ten¨ªa que hacer, y sin p¨²blico no le ve¨ªa sentido, pero amaba todos y cada uno de los momentos del teatro. Mi padre estaba en el escenario como en el sal¨®n de casa, y le pasaba como a ella: clavaba cada escena, aunque con buen p¨²blico crec¨ªa lo indecible. Eran c¨®micos de raza que necesitaban el intercambio, la respuesta¡±.
Le pregunto por sus mejores consejos: ¡°El primero fue un consejo-bronca, cuando llegu¨¦ tarde. Nuestro padre no toleraba eso. Me dijo: ¡®T¨² puedes llegar tarde a cualquier trabajo, menos a operar a un paciente y a tel¨®n levantado¡¯. Nuestra madre no era de dar consejos, pero cuando quise ¡®dedicarme a esto¡¯, como dec¨ªan, fue quien m¨¢s me apoy¨®. Y siempre recordar¨¦ el montaje de El ni?o jud¨ªo, donde coincidimos los tres hermanos. Estaba desbordada, orgullos¨ªsima. Y don Rafael ni te cuento. S¨ª, est¨¢ siendo una buena vida¡±.
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