Sin espacio para el amor
Las tres pel¨ªculas del d¨ªa del concurso del festival de Berl¨ªn, entre ellas, un sorprendente drama l¨¦sbico paraguayo y la nueva de Robert Pattinson y Mia Wasikowska, ahondan en la soledad y la falta de empat¨ªa
Si un espectador se dejara llevar por los sentimientos que emanan de las tres pel¨ªculas proyectadas el viernes en la competici¨®n de la 68? Berlinale, no habr¨ªa espacio para la esperanza y el amor, y s¨ª para el dolor, la angustia de la soledad, la venganza y cierta desorientaci¨®n de los protagonistas en las respectivas sociedades que les albergan. Una agon¨ªa, vaya.
Por ruido medi¨¢tico, Damsel, de los hermanos David y Nathan Zeller, ven¨ªa con toda la fanfarria de acompa?amiento por su proyecci¨®n previa en Sundance, por su esp¨ªritu de western irreverente y por contar como protagonistas a Robert Pattinson y a Mia Wasikowska. El ruido acallaba un rumor de fondo que no profetizaba cosas buenas. Y efectivamente, Damsel remarca todas sus bromas matando toda sorpresa en un drama que arranca con la ¨¦pica de un rescate amoroso y acaba convertido en un mero tr¨¢mite de supervivencia con una pareja de actores muy por encima del material narrativo manejado. Tanto Pattinson -que ha lucido en Berl¨ªn una camiseta de un bar de Moj¨¢car- como Kristen Stewart han sabido superar su pasado vamp¨ªrico de Crep¨²sculo, y tallarse una carrera en el cine indie estadounidense uno y en el europeo de autor la otra para demostrar su talento. Pero a Damsel la lastra sus directores, que previamente se hab¨ªan labrado cierto prestigio con Kumiko, la cazadora de tesoros (2014), la historia de una chica japonesa que encuentra una copia en v¨ªdeo de Fargo y cree que es un aut¨¦ntico mapa audiovisual de un tesoro escondido. En el pr¨®logo de Damsel hay algo de aquella magia, gracias a una secuencia que homenajea a John Ford pasada por el tamiz de Esperando a Godot. Despu¨¦s, chispas interpretativas y poco m¨¢s. Si acaso, un interesante mensaje feminista contra la antediluviana tendencia masculina a pensar en las mujeres como seres indefensos.
Mejor sabor de boca ha dejado una peque?a pel¨ªcula paraguaya, Las herederas, debut en el largo de Marcelo Martinessi. Chela y Chiquita llevan d¨¦cadas como pareja en Asunci¨®n, una ciudad clasista a la que no parece importar su relaci¨®n l¨¦sbica si se esconde tras una elevada posici¨®n social. Sin embargo, ser de clase alta no conlleva cuentas corrientes desahogadas: est¨¢n vendiendo poco a poco todos los muebles, las vajillas y cuberter¨ªas recibidas de sus familias. Chela vive ahogada en una depresi¨®n que no le permite pintar; Chiquita es el motor de la pareja, hasta que acaba en la c¨¢rcel por las deudas. Y entonces Chela empieza a salir, a buscarse su propio hueco emocional, a sentir incluso un renacer sexual y, por qu¨¦ no, albergar la posibilidad de un ¨²ltimo affaire. Sin remarcarlo, el Paraguay de una diletante alta burgues¨ªa y el que convive en la prisi¨®n van a asomando por la trama en otra apuesta m¨¢s de la Berlinale por el cine sudamericano, que en este certamen ha vivido momentos de brillo en la ¨²ltima d¨¦cada con t¨ªtulos como La teta asustada, El club, Bot¨®n de n¨¢car, Tropa de ¨¦lite, Gloria o Una mujer fant¨¢stica.
Para acabar, Black 47, de Lance Daly, cuyo planteamiento pod¨ªa recordar a la caza del gato y el rat¨®n de '71. Aqu¨ª la acci¨®n se desarrolla en la Gran Hambruna que asol¨® Irlanda a mediados del siglo XIX, y a ese pa¨ªs esquilmado regresa un desertor que ha luchado con el ej¨¦rcito brit¨¢nico en la Guerra de Afganist¨¢n. En Irlanda encuentra a su familia asesinada, en prisi¨®n o sufriendo el fr¨ªo y la carest¨ªa como el resto de la poblaci¨®n. ?Culpables? Los terratenientes, las tropas inglesas de ocupaci¨®n, incluso los soldados locales. Y a por ellos va este Rambo del XIX, al que intentan dar caza otro polic¨ªa represaliado (estupendo Hugo Weaving) y un esc¨¦ptico colaborador irland¨¦s, al que encarna Stephen Rea con acertada cara de indiferencia. Por desgracia, la apuesta daba para m¨¢s.
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