Aquella mujer
El dramaturgo Alberto Conejero tiene la capacidad en ¡®Los d¨ªas de la nieve¡¯ la nueva obra de atrapar y devolver voces
Acabo de leer, emocionado, Los d¨ªas de la nieve, de Alberto Conejero. Se estren¨® en 2017, por el 75? aniversario de la muerte de Miguel Hern¨¢ndez, en Quesada (Ja¨¦n), tierra natal de Josefina Manresa, su esposa, su amor, su memoria, y llegar¨¢ al madrile?o Teatro del Barrio. La dirige Chema del Barco y la protagoniza Rosario Pardo. Conejero tiene el don de atrapar y devolvernos voces. Lo hizo con Federico y Rafael Rodr¨ªguez Rap¨²n en La piedra oscura y ha vuelto a hacerlo con Hern¨¢ndez, pero, sobre todo, con aquella mujer enamorada que soport¨® tantas cosas, que encerrada en su casa se tapaba los o¨ªdos, ¡°muerta de pena y de rabia¡±; aquella mujer, hija de un guardia civil asesinado por los anarquistas y viuda de un poeta de izquierdas, muerto en c¨¢rceles franquistas. ¡°Dejar que la gente se muera¡±, dijo, ¡°es una manera de matar¡±. Y para que no se muriera del todo protegi¨® poemas y cartas, no solo por el hombre que hab¨ªa amado ¡°sino por todas las mujeres y todos los hombres de este pa¨ªs¡±.
Una mujer, dicen las acotaciones, sola junto a su m¨¢quina de coser, en la penumbra por sus ojos enfermos, hablando con una visita a la que no vemos y que no es quien dice ser. Chema del Barco da en el clavo cuando, hablando de la voz revivida de Josefina, escribe: ¡°Veo poes¨ªa, antigua y nueva. Expresada con mucha pasi¨®n desde la sencillez de quien no escribe poes¨ªa¡±. Poes¨ªa en su voz y su sangre. A¨²n no he escuchado a Rosario Pardo, pero leo el texto y me llega con la voz y la cadencia de Rafaela Aparicio en El sur.¡°Aqu¨ª paso muchas horas sola. Y pienso en las palabras, como si las cosiera y descosiera¡±. Aquella mujer, para quien los alfileres eran como ¡°peque?os rel¨¢mpagos en el cielo de su boca¡±, habla de cuando conoci¨® al riente Miguel y de aquel amor, porque ¡°amor es lo ¨²nico que tuve. Lo dem¨¢s, privaciones y llantos¡±.
Los llantos de la guerra: ¡°Las costureras lo saben en la piel, como los animales. Hay un cosquilleo en las manos cuando se viene alguna desgracia¡±. Tantas, tantas muertes. La muerte de aquel padre que de peque?a le contaba cuentos, ¡°y hac¨ªa que las hormigas y los caballos hablasen¡±. Aquel primer hijo, Manolillo, que muri¨® con los ojos abiertos como Miguel. Las frases que le dice al cura que la confiesa: ¡°Mi marido se est¨¢ muriendo en presidio y estoy sufriendo mucho. ?No deber¨ªa decirme palabras de consuelo?¡±. Y luego: ¡°Qu¨¦ cosas tiene la muerte, qu¨¦ cosas. Cu¨¢ntos perdones deja sin hacerse. Pero lo que pas¨® Miguel en las c¨¢rceles despu¨¦s de la guerra jam¨¢s lo voy a perdonar. Desde entonces he guardado mi fe lejos de la Iglesia¡±.
Aquellos poemas, como conjuros: ¡°Abrazarnos, resistir juntos / la miseria, el hambre / los d¨ªas de la nieve¡±. Escucho aquellos poemas, aquellas voces, y me llegan tambi¨¦n, prodigio, ecos de Mar¨ªa Zambrano. Dice Josefina: ¡°Yo s¨¦ que el tiempo no es un p¨¢jaro, que no es una canci¨®n. Que el tiempo no tiene voz. No tiene lengua el tiempo. Todo eso lo s¨¦, pero a m¨ª el tiempo me habla as¨ª¡±. M¨¢s, mucho m¨¢s, en el Teatro del Barrio. Del 12 de abril al 13 de mayo.
Babelia
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