¡®Fari?a¡¯: Don Vito juega al domin¨®
Esta es la historia de una sociedad rebel¨¢ndose contra el dinero que pod¨ªa ganar de permanecer callada
Sito Mi?anco tiene un pu?ado de im¨¢genes ic¨®nicas que los peri¨®dicos, a falta de material, usan continuamente cuando tienen que hablar de ¨¦l. La primera lo muestra sonriente y trajeado, saludando en un campo de f¨²tbol mientras presenta al equipo de su pueblo, Cambados, que probablemente hoy tendr¨ªa tres Champions League si le hubiesen dejado blanquear con ¨¦l todo lo que ten¨ªa pensado. En otra aparece, veinte a?os despu¨¦s, con el aspecto del buen fugitivo: gorro de lana tap¨¢ndole media cara, barba desali?ada y melena sobre los hombros; ya no est¨¢ siendo aplaudido por sus futbolistas y sus vecinos sino condenado en Madrid por los jueces de la Audiencia Nacional.
Hay una imagen m¨¢s, que es la foto principal que muestra Google cuando se hace una b¨²squeda de Sito Mi?anco: se trata de Juli¨¢n Mu?oz en una de sus salidas penitenciarias. El algoritmo debe de sospechar que a los dos les une la misma persona, Isabel Pantoja: en 1986 Mi?anco la invit¨® a cenar a un restaurante de Cambados despu¨¦s de un concierto de la artista en Pontevedra.
Y eso ha sido b¨¢sicamente Mi?anco hasta hoy, cuando Espa?a se ha despertado con su ¨²ltima imagen en las portadas en la Audiencia Nacional, y se acostar¨¢ viendo la primera, que como buena leyenda ya no le pertenece a ¨¦l sino a un actor, Javier Rey: un muchacho espigado, veintea?ero y atractivo dedicado a la pesca furtiva con su padre.
Ese Mi?anco que presenta la productora gallega Bamb¨² en Antena 3 (dirigido por Carlos Sedes, acompa?ado por Carlos Blanco, Trist¨¢n Ulloa, Marta Larralde y Morris entre otros) en la serie Fari?a es todav¨ªa un marinero, hijo de una familia humilde, con el talento de un piloto de primera que huye de la Guardia Civil en medio de la noche por la R¨ªa de Arousa y llama la atenci¨®n del patr¨®n de los contrabandistas de tabaco, Vicente Otero Terito, insignia de oro y brillantes de Alianza Popular. El hombre que, como don Vito Corleone, pone sobreaviso a su cooperativa de Winston de batea de que las drogas, pese a que multiplicar¨ªan sus fortunas, traer¨ªan la desgracia para todos. Lo hace, como don Vito Corleone, en una mesa en la que se sientan la flor y nata de los capos arousanos retratados como lo que eran: se?ores de toda la vida, con su pana y su anorak, jugando al domin¨® en una taberna entre carajillos con el mar al fondo. Una cantidad indecente de mar rode¨¢ndoles en cada plano a modo de advertencia b¨ªblica. Ah¨ª est¨¢ la mayor riqueza de las familias gallegas; ah¨ª est¨¢n tambi¨¦n sus ata¨²des.
La biograf¨ªa del crimen es muy parecida en Nueva York, Nueva Jersey, Sicilia, Medell¨ªn o Arousa: una estructura, una ambici¨®n, un viaje inici¨¢tico, un padrino; cada una, sin embargo, retrata la sociedad y sus costumbres de una forma radicalmente diferente. En la huella dactilar de cada familia criminal est¨¢ tambi¨¦n el adn de las miserias y las virtudes de su ¨¦poca y su contexto, de ah¨ª el ¨¦xito de Fari?a: su capacidad para ampliar el foco para pasearlo por pueblos y ciudades en las que se incrust¨® el crimen organizado sin sobresaltos hasta que empezaron a amputarse las familias y desbordarse los cementerios.
El gran m¨¦rito de esta serie y del libro de Nacho Carretero, el inmenso m¨¦rito de los grandes corresponsales gallegos que vieron las orejas al lobo y bailaron con ¨¦l, desde Elisa Lois hasta Julio ?. Fari?as, desde Felipe Su¨¢rez hasta Sonia Vizoso o Benito Leiro, es se?alar en la superficie lo que ya se estaba exponiendo p¨²blicamente sin que nadie supiese o quisiese saber de qu¨¦ se trataba. Las familias con drogadictos dentro, las familias con narcos dentro; las familias con ambas cosas, casi siempre nutri¨¦ndose entre ellos.
En el fondo, Fari?a es la historia de una sociedad rebel¨¢ndose contra el dinero que pod¨ªa ganar de permanecer callada. Ese silencio dur¨® cuando el tr¨¢fico era de tabaco, un comercio que a la larga s¨®lo pod¨ªa traer alg¨²n c¨¢ncer. Y revent¨® cuando a Manuel Charl¨ªn y Sito Mi?anco, frustrado por no poder comer en la mejor marisquer¨ªa de Cambados, les empez¨® a interesar m¨¢s el volumen del negocio que su naturaleza.
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