Si apeas del pedestal a L¨®pez, debes entrecomillar toda Barcelona
El Ayuntamiento pone en la picota a toda la alta burgues¨ªa catalana con su decisi¨®n
En la ciudad de los prodigios que retrata Eduardo Mendoza, o sea, Barcelona, cabe desde hoy un episodio igualmente gracioso (por no decir grotesco), festejado con mimo por la compa?¨ªa Comediants: la ca¨ªda del Primer Marqu¨¦s de Comillas, Antonio L¨®pez y L¨®pez, desde su imponente pedestal, camino del museo de estatuas con historia en la ciudad. El primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, no debi¨® caer en ese contrasentido, cuando esta ma?ana se regocijaba de haber depurado al famoso empresario. Quien aparece ahora como (solo) un negrero no ha sido arrojado a las tinieblas exteriores de Barcelona, ni por supuesto al mar, sino que ocupar¨¢ un espacio sobresaliente en un llamado Centro de Colecciones del Museo de Historia de Barcelona (MUHBA). Lo visitan cada a?o muchos miles de catalanes.
Tampoco ha ca¨ªdo en la cuenta Pisarello, ni su alcaldesa Ada Colau, de que con el primer Comillas tambi¨¦n ponen en la picota o mandan al infierno de la maledicencia a toda la alta burgues¨ªa catalana de los dos ¨²ltimos siglos, que emparent¨® con los L¨®pez de Comillas o mam¨® de sus tetas econ¨®mica, cultural, pol¨ªtica o socialmente con gran solemnidad y desparpajo (?por qu¨¦ no leen de una vez al gran Josep Pla?).
Pongamos algunos apellidos: los G¨¹ell en sus diferentes derivados (condes, vizcondes o baron¨ªas); los Bru y Martos; los Ferrer-Vidal y Parellada; los Jover y Sentmenat; los Beltr¨¢n y Musitu; los Malet y de Travy; los Ricart y Roger; en fin, los L¨®pez, G¨¹ell o Bru bien casados por los siglos de los siglos entre s¨ª o con los Senmenat y Senmenat, a su vez (o no) marqueses de Castelldosr¨ªus, o de Or¨ªs, o de Santa Pau, estos ¨²ltimos solo barones, algunos de ellos (algunas, tanto monta) damas de la Reina Victoria Eugenia de Espa?a, o Grandes de Espa?a, y todos emparentados con una larga lista de apellidos, muchos de ellos, con el tiempo, menos encopetados.
M¨¢s. Uno de los G¨¹ell, Eusebi, casado con una hija del ahora defenestrado negrero, fue el principal benefactor de Gaud¨ª (en Comillas lo dej¨® construir un llamado ¡°capricho¡±, antes restaurante y ahora gran atractivo para turistas); el mism¨ªsimo don Antonio L¨®pez tuvo como confesor a mos¨¦n Jacint Verdaguer y financi¨® casas y palacios por toda la ciudad (tambi¨¦n el suyo, en el Sobrellano comillano) con la firma de los arquitectos Dom¨¦nech i Montaner y Joan Martorell, y a su ¨²nico hijo, II Marqu¨¦s de Comillas, Claudio L¨®pez Bru, que muri¨® sin dejar descendencia, los jesuitas lo quieren hacer santo (llevan d¨¦cadas promoviendo el proceso de beatificaci¨®n, sin resultado por ahora). Al parecer lo fue, o as¨ª lo parece, seg¨²n sus contempor¨¢neos: el elogio f¨²nebre a su muerte lo pronunci¨® el cardenal Federico Tedeschini, levant¨® para la Compa?¨ªa de Jes¨²s en Comillas una imponente (ahora ruinosa) Universidad Pontificia, y de su propio bolsillo llev¨® a Roma en peregrinaci¨®n a 13.000 de sus empleados para los festejos organizados por el Vaticano con motivo del vig¨¦simo aniversario del pontificado de Le¨®n XIII, papa entre 1878 y 1903 que siempre lo tuvo por amigo del alma.
El dinero, por supuesto. Los Comillas lo tuvieron para dar y regalar, pero no lo obtuvieron como negreros, sino como empresarios de envergadura excepcional y largo recorrido. En su conglomerado empresarial hab¨ªa barcos de transporte entre Espa?a, Filipinas o Cuba, a veces contratados por Estados Unidos a 100 pesetas por pasajero, pero sobre todo bancos (Hispano Colonial, Cr¨¦dito Mercantil y Banco de Castilla), navieras comerciales como la Compa?¨ªa Trasatl¨¢ntica, empresas para construir ferrocarriles (Cr¨¦dito General de Ferrocarriles), seguros (La Previsi¨®n), f¨¢brica de tabacos en Filipinas¡ ?Negrero? Pong¨¢moslo entre comillas. Si lo fue, como tantos otros en el perro mundo, condenarlo al museo de los olvidos tantos a?os m¨¢s tarde es una exageraci¨®n impropia de personas intelectualmente equilibradas. Convendr¨ªa no olvidar, en todo caso, que el libro Negreros y esclavos. Barcelona y la esclavitud atl¨¢ntica (siglos XVI-XIX), editado por Icaria con textos de varios historiadores, incluye, entre otras familias barcelonesas enriquecidas con aquel sucio negocio, al tatarabuelo del expresidente de la Generalitat Artur Mas. Se llamaba Juan Mas Roig y era conocido en Vilassar de Mar como El Xicarr¨®.
Visto desde Cantabria, el primer marqu¨¦s de Comillas tiene sus sombras. No quiso, por ejemplo, que el ferrocarril llegara a su tierra porque con ¨¦l vendr¨ªan las malas ideas. Pero no se pueden ocultar los m¨¦ritos de un chaval de baja cuna que hace las am¨¦ricas forzado por las circunstancias, con un coraje poco com¨²n. En todo caso, Antonio L¨®pez se ocup¨® de su pueblo y de la entonces provincia de Santander m¨¢s de lo que cre¨ªa que se lo merec¨ªan, hasta tal punto lo hab¨ªan despreciado de joven y en sus inicios empresariales. Est¨¢ documentado que lo que el primer marqu¨¦s de Comillas quiso levantar en su pueblo, durante d¨¦cadas conocido como la Villa de los Arzobispos, hoy ensimismado para turistas de verano, no fue una universidad pontificia para tres mil puericantanos llegados de todo el mundo, sino una escuela de Artes y Oficios a lo grande, como la que d¨¦cadas m¨¢s tarde levant¨® el franquismo en Gij¨®n como Universidad Laboral. La escena debi¨® ser memorable, y es cierta: muerto el Primer Marqu¨¦s, dos jesuitas enviados desde el Vaticano le recuerdan al heredero el compromiso: una grandiosa Universidad Pontificia en Comillas. El hijo se extra?a. Y protesta. ¡°Mi padre siempre me habl¨® de una gran escuela de Artes y Oficios, incluso dej¨® bocetos¡±. La palabra de Roma pudo sobre la de su padre. Santo s¨²bito.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.