Rosendo somos todos
El m¨²sico, que ha anunciado su retirada, ha radiografiado a la sociedad espa?ola con ojo combativo e ingenioso
Pocas experiencias m¨¢s inolvidables en un concierto que el d¨ªa que o¨ª a toda una sala llamar ¡°feo¡± al cantante. Era un grito a pulm¨®n abierto, con br¨ªo, cantado al un¨ªsono por cientos de personas. El susodicho sonre¨ªa con mueca c¨®mplice y solt¨® una de las suyas: ¡°Muy agradecido, se?or¨ªas¡±. Era Rosendo Mercado.
Rosendo solo hay uno. Un m¨²sico hecho a s¨ª mismo, un ejemplo de independencia y actitud en este mundo de la m¨²sica espa?ola donde, como norma, predominan los intereses comerciales, el postureo y las ganas de ser famoso. En el caso de Rosendo, nada ha importado m¨¢s en su carrera que su fidelidad a su visi¨®n cr¨ªtica y sarc¨¢stica de la realidad y, por consiguiente, a su p¨²blico, formado principalmente por rockeros de vieja guardia criados bajo el credo de unos buenos guitarrazos el¨¦ctricos.
Esta semana comenz¨® con la noticia de que Rosendo prepara una gira de despedida, aunque, a decir verdad, la retirada definitiva quedaba suspendida en el aire, esperando a ver c¨®mo avanza la salud de este m¨²sico de 64 a?os. Seg¨²n anunci¨® su promotora a trav¨¦s de un comunicado, se tomar¨¢ ¡°un respiro en un camino que no conoce el punto y aparte y queda en puntos suspensivos¡±. El texto no concreta nada, aunque la gira se llamar¨¢ Mi tiempo, se?or¨ªas... y anticipa el adi¨®s. Todo con un fin, como prosegu¨ªa el comunicado: ¡°Ni quemarse ni desvanecerse, dejarlo en lo m¨¢s alto¡±. En definitiva, saber retirarse a tiempo. Tal vez, algo parecido a lo que ha hecho Miguel R¨ªos, el otro abuelo del rock en Espa?a: retirarse de las largas giras y hacer apariciones p¨²blicas para conciertos concretos, propuestas distintas, actuaciones solidarias¡
Es dif¨ªcil imaginarse un mundo sin Rosendo sobre un escenario. Al menos, se me hace dif¨ªcil imaginarme mi mundo. Es como una peque?a certeza, sabiendo que siempre est¨¢ ah¨ª. No s¨¦ a cu¨¢ntos conciertos he asistido de Rosendo, pero s¨ª s¨¦ que durante una ¨¦poca de mi vida, en ese extra?o y vitam¨ªnico tr¨¢nsito entre la adolescencia y lo que fuera que estaba por venir, ir a verle era como reafirmarse ante un mundo incomprensible. Rosendo era mi parque con mi pandilla, mis ganas locas de incordiar a los que te dec¨ªan c¨®mo ten¨ªas que sentarte cuando nunca quer¨ªas estar sentado. Ahora s¨¦ que escribir a l¨¢piz las letras de las canciones de Rosendo en los pupitres fue el mejor legado que dej¨¦ en la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n. Como creo que por entonces pocas veces me expliqu¨¦ mejor que con una de sus canciones cuando en mi primer trabajo remunerado el jefe decidi¨® unilateralmente que no me pagaba la miseria que ten¨ªa que pagarme y encima decidi¨® no darme explicaciones ni cogerme el tel¨¦fono ni atenderme en persona. En la puerta de su oficina escrib¨ª con trazo fino Flojos de pantal¨®n. Creo que le sali¨® m¨¢s caro limpiar el espray que pagarme y entendi¨® lo que pensaba del asunto.
Rosendo era el ¡°feo¡±, bendito feo para los que no ¨¦ramos guapos. Demonios c¨®mo cantaba, con esa urgencia y socarroner¨ªa tan propias del barrio, tan vivas y reales, jug¨¢ndose el tipo con su aura de perdedor melenudo pero con orgullo y chuler¨ªa. Como dec¨ªa Luz Casal, con quien ha compartido tan buenos momentos sobre un escenario, Rosendo no hubiese durado ni una clase en la academia de canto a la que acudi¨® ella de joven, pero a ver c¨®mo narices consegu¨ªan los profesores sacar de sus alumnos lo que el ¡°feo¡± transmit¨ªa. Su voz ¨¢cida e imperfecta es rock and roll puro. Suena a la calle, a noche de parranda con los colegas pero tambi¨¦n a mediod¨ªa en el mercado con los tuyos. Y, ciertamente, no durar¨ªa ni un minuto en Operaci¨®n Triunfo.
A¨²n con sus dejes repetitivos, Rosendo solo hay uno y, sin embargo, Rosendo somos todos. Criado en los barrios de Lavapies y Carabanchel, este m¨²sico, que se dio a conocer en ?u dentro de lo que se conoci¨® como el rollo y luego se hizo un referente en Le?o, ha radiografiado a la sociedad espa?ola con ojo combativo e ingenioso. Su jerga es imbatible. Las letras de sus mejores canciones son como refranes populares, capaces de interpretar la realidad con un poderoso pragmatismo, como sacadas de la filosof¨ªa vital de Sancho Panza, que simboliza a toda una Espa?a nuestra. Adem¨¢s tienen una gloriosa fuerza de enganche psicol¨®gico, que ya quisieran para s¨ª muchos poetas. Bastar¨ªa con citar frases como ¡°veo, veo mamoneo¡± o ¡°voy a ser el enemigo disparando pan de higo¡± para entender el magn¨ªfico verbo barrial de Rosendo, cuyo cancionero est¨¢ repleto de esos fogonazos callejeros que tienen ritmo y concordancia, que iluminan en su esp¨ªritu sarc¨¢stico.
Rosendo, el abuelo, el feo, el de la traca final de las orquestas?version¨¢ndole en las fiestas de los pueblos, el que todav¨ªa nos va a cantar Maneras de vivir, somos todos. Y, s¨ª, algunos estamos eternamente agradecidos del "curro", como ¨¦l dice, que se ha pegado para llegar hasta hoy.
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