Muere Antonia ?La Negra?, la cantaora que trajo los ecos ¨¢rabes
Aunque nacida en Argelia, representaba la tradici¨®n de Triana. Era madre de Lole Montoya y abuela de Alba Molina
La cantaora gitana Antonia Rodr¨ªguez Moreno falleci¨® ayer en Sevilla a los 82 a?os. Dicho as¨ª, la noticia de su ¨®bito quedar¨ªa en el reducido ¨¢mbito de los flamencos, artistas o muy aficionados. Puede ser comprensible, porque ella era ?La Negra? y porque, en un momento dado, a finales de los a?os setenta del pasado siglo, emergi¨® del anonimato y la conocimos como madre de Lole Montoya, quien junto a su marido, Manuel Molina, la pareja Lole y Manuel, hab¨ªa creado una refrescante ¡ªy muy exitosa¡ªmanera de presentar el flamenco. Antonia, que era cantaora dotada de un arte natural y transmisora de la herencia de sagas familiares, vino a darnos, con su llegada, respuesta a algunos de los interrogantes que nos planteaba su hija que, con un eco muy especial con el que entonaba, para nuestra perplejidad, aquellos cantos dichos en ¨¢rabe en clave de tangos. Supimos entonces que su madre La Negra, aunque hija de trianero y jerezana, hab¨ªa nacido en Or¨¢n (Argelia), y que tambi¨¦n hab¨ªa vivido en Marruecos, con lo que hab¨ªa absorbido las m¨²sicas de all¨ª para transmit¨ªrselas a sus hijos de una forma natural. Un caso de transmisi¨®n oral marcado por el mestizaje.
Una vez descubierta, La Negra tuvo una fulgurante, aunque ef¨ªmera, carrera art¨ªstica. Alrededor de ella, junto a su marido, el bailaor Juan Montoya, se cre¨® un grupo eminentemente familiar, La Familia Montoya. Una suerte de puesta en escena y profesionalizaci¨®n del arte consuetudinario, que contaba con las privilegiadas guitarras de unos adolescentes Rafael y Raimundo Amador y el arte de Carmelilla Montoya, sobrina de Antonia. Con su disco de debut, Triana (1976), producido por Ricardo Pach¨®n, y con su presencia en los festivales flamencos de esa ¨¦poca, los Montoya se constituyeron, de forma inmediata, en referencia y representaci¨®n de un arte percibido como natural, que La Negra dominaba con su personal magnetismo. Su repertorio era reducido ¡ªtangos y buler¨ªas principalmente¡ª, pero transmit¨ªan una fuerza percibida como aut¨¦ntica. Nunca fue otra cosa su arte.
Vinieron m¨¢s discos, pero am¨¦n de las fiestas familiares o actuaciones reducidas, el arte de La Negra fue qued¨¢ndose con el tiempo en una cuesti¨®n de culto entre aficionados y artistas. Cuentan quienes la conoc¨ªan de cerca que la devota dedicaci¨®n a su familia, de la que siempre fue pilar, le impidi¨® una mayor dedicaci¨®n profesional. Su arte queda recogido, adem¨¢s de en los discos, en la serie documental El ?ngel (Flamenco vivo), en momentos de esplendor, car¨¢cter y personalidad. La fuerza de su legado queda ahora en manos de su descendencia, que sabr¨¢ cuidar de su ejemplo: sus hijas Lole y Angelita, con quien la pudimos escuchar en una de sus quiz¨¢s ¨²ltimas apariciones p¨²blicas, dentro de la Bienal de Sevilla de 2012.
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