¡®Knightfall¡¯, templarios a la baja
La serie sobre el crep¨²sculo de los m¨¢s famosos monjes guerreros y el grial resulta decepcionante
De Ivanhoe al Quinteto de Avi?¨®n, de Walter Scott a Lawrence Durrell, sin olvidar a los ¨ªnclitos Peter Berling o Dan Brown, los templarios (1119-1314) han cautivado la imaginaci¨®n y han tenido gran ¨¦xito en la literatura. En el cine, las propias adaptaciones de Ivanhoe, empezando por la can¨®nica de 1952 de Richard Thorpe, la versi¨®n de las novelas de Jan Guillou sobre el ficticio hermano sueco Arn Magnusson (Arn, caballero templario, 2007), la estupenda Ironclad (2011) y El reino de los cielos (2005), de Ridley Scott, donde, como en Ivanhoe, eran los malos mal¨ªsimos de la funci¨®n, han revivido a los tan controvertidos monjes guerreros. Ahora han llegado a las series con Knightfall (disponible en HBO Espa?a), que nos muestra la ¨²ltima etapa de la orden, liquidada por Felipe IV de Francia para apropiarse de sus riquezas, a trav¨¦s de una trama novelesca que mezcla, en pos de la audiencia, la ca¨ªda de los templarios con la b¨²squeda del Grial.
Hab¨ªa mucho que esperar de esta Knightfall que llega en la estela de buenas series medievales (las mejores Vikingos y El ¨²ltimo reino) y que, al centrarse en la ¨¦poca del crep¨²sculo de los templarios, ten¨ªa cosas interesant¨ªsimas para explicar, un principio espectacular (la p¨¦rdida de Tierra Santa guerreando), las acusaciones de idolatr¨ªa (Bafomet) y sodom¨ªa, que siempre dan juego, y un final in bellezza con el gran maestre Jacques de Molay quemado en la hoguera de cara a Notre Dame (espero que no se vea esto como un spoiler: se daba en Bachillerato). Desgraciadamente, la serie, sin sustancia, cansina, de calidad muy baja y chapucera, apenas interesa y no consigue emocionar. Est¨¢ llena de lugares comunes, absurdidades y meteduras de pata risibles. Adem¨¢s la interpretaci¨®n es para llevar a la hoguera no ya a los templarios sino a los actores.
El inicio, con el asedio de Acre por los mamelucos de Baybars y su ca¨ªda, el derrumbamiento de la Torre Maldita y la huida in extremis de los templarios (que aqu¨ª son los buenos, al menos la mayor¨ªa), abusa de los efectos digitales hasta parecer un videojuego. Que se lleven con ellos el Grial (presentado a lo Indiana Jones como un humilde vaso) y lo pierdan tiene gracia, pero el desarrollo es supinamente aburrido. La serie muestra una gran deuda con El reino de los cielos, como si no hubieran tenido bastante imaginaci¨®n propia: no solo el ataque musulm¨¢n sino la carga de caballer¨ªa templaria parecen copiadas plano a plano (la ¨²nica aportaci¨®n son esas ins¨®litas y extravagantes tomas desde dentro de los yelmos de los caballeros). Pero es que adem¨¢s, la peripecia inici¨¢tica de uno de los principales personajes, el campesino Parsifal (!), es id¨¦ntica a la del Balian de Orlando Bloom en el filme de Ridley Scott, muerte de la amada y enrolamiento en la caballer¨ªa incluidos. Las abundantes luchas se despachan con mucha efusi¨®n de sangre y aparecen las atrocidades de rigor tambi¨¦n tan en boga en las series hist¨®ricas o pseudohist¨®ricas (retengo el deg¨¹ello de un abad, un espadazo que le entra por la nuca y le sale por la cara a un mesnadero, la muerte de otro clav¨¢ndole un crucifijo en la boca y la disecci¨®n de un templario para extraerle una pista del Grial).
Los templarios se emplean en general con profesionalidad aunque algunas veces parecen m¨¢s cerca de los caballeros de Monty Python que de la sutileza de los de Lancelot du Lac. Verlos enfrentarse a una hueste de mercenarios para salvar a un grupo de jud¨ªos rechina bastante: Brian de Bois Guilbert, que muri¨® en el trance de impedir que Ivanhoe salvara de la hoguera a la jud¨ªa Rebeca, se revolver¨ªa en su tumba.
El protagonista, el templario Landry (se podr¨ªa bromear con su apellido y las sobrevestas inmaculadas de los hermanos), se pasa los votos por el morri¨®n (parte alta de la armadura) encam¨¢ndose ¨Ces un decir, porque lo hacen en cualquier sitio- con la reina de Francia, Juana de Navarra. No es que las grandes damas medievales no fueran promiscuas, como prueban los casos de Margarita y Blanca de Borgo?a, nueras del rey que enga?aron a sus maridos con los hermanos De Aunay (a los que, pillados, se les ejecut¨® de la peor manera en la plaza p¨²blica de Pontoise, tras cortarles los genitales y arroj¨¢rselos a los perros), pero que un gran mastre templario se la pegue al rey de Francia con la reina, por mucho que ella fuera tambi¨¦n condesa de Champa?a y de Brie, que suena a hedonista, es poner el list¨®n de la credibilidad algo alto. Tambi¨¦n lo es que el papa Bonifacio VII vaya tan a la pata la llana o que Guillaume de Nogaret, la eminencia gris que fue tan decisiva en la ca¨ªda de los templarios y que lleg¨® a secuestrar al propio papa en Anagni, fuera por libre.
Con todo, lo m¨¢s risible de Knightfall es que a la hija de Felipe y Juana, Isabel (la futura loba de Francia y esposa de Eduardo II de Inglaterra), la pretenda el heredero de ?el reino de Catalu?a!, entidad tan fabulosa como la actual rep¨²blica con capital en Bruselas. Es dif¨ªcil decir si se trata de una pifia hist¨®rica (una m¨¢s) o un gui?o independentista de los templarios. Tambi¨¦n salen en la serie los jud¨ªos llevando en la ropa un emblema amarillo...
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