Debussy, la m¨²sica sin etiquetas
Este domingo se conmemora el centenario de la muerte de uno de los padres de la m¨²sica moderna, que contribuy¨® como ninguno a desencadenarla de sus viejos grilletes
El 26 de marzo de 1918, a las 10.50, un conciso telegrama viajaba desde Par¨ªs rumbo a Gu¨¦thary, una peque?a localidad costera vecina de San Juan de Luz: ¡°Claude est mort. Emma Debussy¡±. El destinatario era el escritor Paul-Jean Toulet, un gran amigo de la familia. La muerte se hab¨ªa producido pocas horas antes, tras una larga y terrible agon¨ªa del compositor, que padec¨ªa desde hac¨ªa a?os un indome?able c¨¢ncer de recto. Las muestras de condolencia empezaron a llegar sin cesar al domicilio familiar en la Avenue du Bois de Boulogne. Unas eran formales (¡°compartimos su dolor de todo coraz¨®n¡±, escribi¨® ?gor Stravinski), otras sentidas y premonitorias (¡°lloro con usted al maestro de todos nosotros, al glorioso creador de la nueva m¨²sica¡±, se lee en el telegrama enviado por Manuel de Falla desde Madrid), otras llenas de dolor y nostalgia (¡°usted sabe, se?ora, el agradecimiento infinito que sentir¨¦ siempre por el maestro por haber colaborado de una manera tan genial en la primera obra que tuve la dicha de estrenar y que ser¨¢ siempre para m¨ª la m¨¢s querida¡±, confiesa la bailarina rusa Ida Rubinstein en referencia a Le martyre de saint S¨¦bastien).
Debussy se fue, por supuesto, con m¨²ltiples proyectos sin terminar. El ¨²ltimo, la composici¨®n de una colecci¨®n de seis sonatas ¡ªn¨²mero cl¨¢sico por antonomasia¡ª pour divers instruments, de las que solo pudo completar la mitad, las tres nacidas en plena Gran Guerra y con su salud ya muy mermada. En la portada de la partitura, Debussy se autocalific¨® con orgullo, art¨ªstico y patri¨®tico a partes iguales, de musicien fran?ais, lo que est¨¢ tambi¨¦n en consonancia con la duda que alberg¨® durante un tiempo de si dedicar los coet¨¢neos ?tudes, su ¨²ltima obra pian¨ªstica, a Fran?ois Couperin o, como homenaje de gratitud, y por razones obvias, a Fr¨¦d¨¦ric Chopin, un compa?ero fiel desde su infancia (cuando empez¨® a dar clases con Mme Maut¨¦ de Fleurville, que dec¨ªa haber estudiado con el compositor polaco), cuya m¨²sica edit¨® como consecuencia de la prohibici¨®n de importar partituras alemanas durante la guerra y que fue finalmente el elegido. Y no menos significativo es que en sus Algunas palabras¡, que figuran a modo de pr¨®logo, Debussy escribiera: ¡°Nuestros antiguos maestros ¡ªquiero referirme a ¡®nuestros¡¯ admirables clavecinistas¡ª no indicaron jam¨¢s digitaciones, confiando, sin duda, en el ingenio de sus contempor¨¢neos. Dudar del de los virtuosos modernos ser¨ªa indecoroso. (¡) ?Busquemos nuestras digitaciones!¡±.
Este buscador infatigable ser¨ªa bautizado por Gabriele d¡¯Annunzio, el otro creador del ¡°misterio compuesto en ritmo franc¨¦s¡± Le martyre de saint S¨¦bastien, como Claude de France, un apelativo que va mucho m¨¢s all¨¢ de las connotaciones nacionalistas. Nacido en 1862, Debussy ingres¨® en el conservatorio de Par¨ªs en 1872, poco despu¨¦s de finalizada la guerra franco-prusiana, una de cuyas muchas consecuencias fue la creaci¨®n de la Soci¨¦t¨¦ Nationale de Musique, nacida como un orgulloso estandarte del ars gallica, de una m¨²sica francesa capaz de contrarrestar la primac¨ªa del repertorio germ¨¢nico. Debussy comulgaba con este ideal, pero, tras sus dos visitas a Bayreuth en 1888 y 1889, tambi¨¦n ¨¦l cay¨® presa del hechizo de Wagner, y qued¨® abducido hasta tal punto que muchos a?os despu¨¦s confes¨®, no sin humor, que en su juventud hab¨ªa sido wagneriano ¡°hasta el punto de olvidar los principios m¨¢s elementales del decoro¡±.
La indagaci¨®n constante y el deseo de encontrar un camino propio le ayudaron tanto como la influencia de sus compatriotas: el primero, quiz¨¢, el poeta St¨¦phane Mallarm¨¦, que representaba la est¨¦tica contraria al conservadurismo que le hab¨ªan inculcado en el conservatorio. Debussy puso m¨²sica muy pronto a su poema ¡®Apparition¡¯, frecuent¨® habitualmente al escritor entre 1890 y 1895 en los famosos mardis que organizaba en su humilde piso de la Rue de Rome, y le brind¨® asimismo la inspiraci¨®n para su ¨²ltima colecci¨®n de canciones, Trois po¨¨mes de St¨¦phane Mallarm¨¦. Fue tambi¨¦n el poeta quien le pidi¨® imaginar ¡°una nader¨ªa de obertura musical¡± para una representaci¨®n de su L¡¯Apr¨¨s-midi d¡¯un faune prevista en el Th¨¦?tre de¡¯Art en marzo de 1891, que nunca llegar¨ªa a celebrarse. Pero el Preludio de Debussy s¨ª ver¨ªa la luz y su estreno el 22 de diciembre de 1894 constituye, sin duda, una de las partidas de nacimiento de la m¨²sica moderna. El propio Mallarm¨¦ le escribi¨® al d¨ªa siguiente: ¡°Mi querido amigo, salgo del concierto muy emocionado. ?Qu¨¦ maravilla! Su ilustraci¨®n del Apr¨¨s-midi d¡¯un faune no presenta discordancia alguna con mi texto salvo en que va m¨¢s lejos, verdaderamente, en la nostalgia y en la luz, con refinamiento, con desaz¨®n, con riqueza. Le estrecho las manos admirativamente, Debussy¡±. La m¨²sica se liber¨® de muchas de sus antiguas cadenas (r¨ªtmicas, arm¨®nicas, formales, t¨ªmbricas) y se inaugur¨® una nueva ¨¦poca: menos de 10 minutos de m¨²sica y tan solo 110 compases para cambiar el curso de la historia.
Otro tanto podr¨ªa decirse de lo que, a poco de iniciado el nuevo siglo, sucedi¨® en la Op¨¦ra-Comique de Par¨ªs con el estreno, el 30 de abril de 1902, de Pell¨¦as et M¨¦lisande, la ¨²nica ¨®pera completada de Debussy, que dinamit¨® por completo buena parte de las convenciones del g¨¦nero. Ya en 1889 Maurice Emmanuel tom¨® nota, en las conversaciones que mantuvo Debussy con Ernest Guiraud, el profesor de ambos en el conservatorio, de que el texto que buscaba para convertirlo en ¨®pera era uno en ¡°el que las cosas est¨¦n dichas a medias. Dos sue?os asociados: ese es el ideal. Ning¨²n pa¨ªs, ninguna fecha. Ninguna gran escena. Ninguna presi¨®n sobre el m¨²sico que termina. La m¨²sica predomina insolentemente en el teatro l¨ªrico. Se canta demasiado. Ropaje musical demasiado pesado. Cantar cuando merece la pena. Monocrom¨ªa. Grisalla¡±. Y aspira a situarse en las ant¨ªpodas del drama wagneriano: ¡°M¨²sica donde termina la palabra. M¨²sica para lo inexpresable. Debe salir de la sombra. Ser discreta¡±.
Cuando asisti¨® al estreno de Pell¨¦as et M¨¦lisande, de Maurice Maeterlinck, el 17 de mayo de 1893 en el Th¨¦?tre des Bouffes-Parisiens, Debussy supo que hab¨ªa encontrado lo que buscaba. Entre los espectadores estaban tambi¨¦n Mallarm¨¦, James Whistler y Konstant¨ªn Stanislavski. Abandon¨® de inmediato la composici¨®n de Rodrigue et Chim¨¨ne, ya muy avanzada, se hizo con los derechos correspondientes (adelant¨¢ndose a Puccini, que lleg¨® demasiado tarde) y se lanz¨® a crear otra obra revolucionaria, atemporal, en la que el texto de Maeterlinck llega a nuestros o¨ªdos como si estuviera recit¨¢ndose o declam¨¢ndose, a pesar de que no deja en ning¨²n momento de cantarse, si bien la m¨²sica nace de un respeto absoluto y una alianza indisociable con los m¨¢s peque?os matices de la prosodia francesa.
Antes del estreno en Londres en 1909, el cr¨ªtico Edwin Evans pregunt¨® a Debussy si estaba de acuerdo con la acusaci¨®n tan extendida de que Pell¨¦as carec¨ªa de melod¨ªas, lo que imped¨ªa que muchos la tuvieran por una aut¨¦ntica ¨®pera. Y en su respuesta esboz¨® lo m¨¢s parecido a un manifiesto est¨¦tico: ¡°Hay que comprender claramente que la melod¨ªa ¡ªo la canci¨®n¡ª es una cosa y que la expresi¨®n l¨ªrica es otra. Es totalmente il¨®gico pensar que podamos conseguir que una l¨ªnea mel¨®dica fija contenga los innumerables matices por los que pasa un personaje. Se trata no solo de un error de gusto, sino de un error de ¡®cantidad¡±. M¨¢s adelante se distancia de su anta?o divinizado Wagner: ¡°Si en Pell¨¦as apenas puede hablarse, en conjunto, de trama sinf¨®nica es para reac?cionar contra esta nefasta est¨¦tica neowagneriana que pretende transmitir, al mismo tiempo, el sentimiento expresado por el personaje y las reflexiones interiores que le hacen actuar. En mi opini¨®n, se trata de dos operaciones contradictorias desde el punto de vista l¨ªrico, y que no pueden, si se unen, m¨¢s que debilitarse mutuamente¡±. Pero la naturalidad, la ausencia de artificio de la ¨®pera, la ins¨®lita cercan¨ªa de todo cuanto cantan los personajes y el impacto que produce en los espectadores fueron el resultado de un largo y radical proceso de despojamiento: ¡°Hay que insistir en la simplicidad en Pell¨¦as: he dedicado 12 a?os a quitar todo lo que pod¨ªa haberse deslizado en ella de parasitario (¡) he intentado demostrar que las personas que cantan pod¨ªan seguir siendo humanas y naturales, sin tener jam¨¢s necesidad de parecerse a locos o a jerogl¨ªficos. Al principio eso ha incomodado a los ¡®profesionales¡¯ y tambi¨¦n al simple p¨²blico que, acostumbrado a que le emocionen con medios tan falsos como grandilocuentes, no ha comprendido de inmediato que lo ¨²nico que se le ped¨ªa era un poco de buena voluntad¡±.
Sus obras orquestales y pian¨ªsticas priman la sonoridad, anteponi¨¦ndola al desarrollo de los motivos caracter¨ªstico de la tradici¨®n germ¨¢nica. Es frecuente encontrar marcados contrastes entre notas graves y agudas, una contraposici¨®n que puede revestir mayor trascendencia que la propia armon¨ªa. La luz y los colores son, claro, conceptos clave en la creaci¨®n musical de Debussy, pero no debe ser encasillado bajo el adjetivo ¡°impresionista¡±, simplificador y deformador, am¨¦n de que ¨¦l rechaz¨® siempre cualquier etiqueta o abanderar cualquier escuela. En una carta a Jacques Durand, en relaci¨®n con sus Images, admit¨ªa estar intentando ¡°hacer ¡®otra cosa¡¯ y crear, de alguna manera, realidades, eso que los imb¨¦ciles llaman ¡®impresionismo¡¯, un t¨¦rmino empleado horriblemente mal, sobre todo por los cr¨ªticos de arte, que no dudan en endilg¨¢rselo a Turner, el m¨¢s hermoso creador de misterio en todo el arte¡±. En otra a ?mile Vuillermoz admiti¨®: ¡°Me honra enormemente al tenerme por el alumno de Claude Monet¡±, y una estampa de la famosa ola de Hokusai (elegida para ilustrar la cubierta de la partitura de La mer) ocupaba un lugar preferente en su estudio, pero Debussy tambi¨¦n escribi¨® (al compositor Raoul Bardac) que ¡°la m¨²sica tiene esto sobre la pintura: que puede agrupar todas las variaciones de color y de luz. Es algo que no suele se?alarse, aunque resulta bastante evidente¡±, una afirmaci¨®n que explica el entusiasmo con que recibi¨® la invenci¨®n del cine quien confes¨® vivir: ¡°En un mundo de imaginaci¨®n que pone en movimiento algo sugerido por mi entorno ¨ªntimo m¨¢s que por influencias externas, que me distraen y no me aportan nada. Encuentro un placer exquisito cuando busco profundamente en los recovecos de mi yo, y si hay algo original que pueda salir de m¨ª, s¨®lo puede surgir de este modo¡±. Es decir, Debussy pintaba su m¨²sica a partir de los recuerdos y los sentimientos almacenados en su memoria, no de la contemplaci¨®n directa de los objetos o de la naturaleza. Por eso los t¨ªtulos de muchas de sus piezas deben entenderse como meramente indicativos m¨¢s que descriptivos, y por eso en los Pr¨¦ludes pian¨ªsticos aparecen al final de la pieza, no al principio, y entre par¨¦ntesis.
Debussy fue enterrado el 28 de marzo de 1918, en un d¨ªa fr¨ªo y gris, mientras Par¨ªs era bombardeado incesantemente por la artiller¨ªa alemana en su ¨²ltima y fallida gran ofensiva. Entre los asistentes, desafiando el peligro, estaban su hermano Alfred; amigos y compa?eros como Andr¨¦ Caplet, Paul Dukas, Henri de R¨¦gnier, Jean Roger-Ducasse, Louis Laloy, Camille Chevillard y Gabriel Piern¨¦, o su fiel editor y confidente Jacques Durand. Adem¨¢s de, por supuesto, Emma Debussy (¡°Mi Peque?a¡±, como siempre la llamaba Claude) y su hija Chouchou, por la que el m¨²sico sent¨ªa una ¡°adoraci¨®n inmensa¡± y a la que dedic¨® Children¡¯s Corner. Ten¨ªa entonces tan solo 12 a?os y morir¨ªa el 16 de julio del a?o siguiente, v¨ªctima de la difteria. ¡°Mi tesoro, mi vida entera, lo m¨¢s precioso que me quedaba ¡ªla viva imagen de su padre¡ª tambi¨¦n se ha ido. (¡) ?Tenga compasi¨®n de m¨ª!¡±, escribi¨® una desconsolada Emma al violinista estadounidense Arthur Hartmann. El cuerpo de Debussy se enterr¨® provisionalmente en el cementerio de P¨¨re-Lachaise, pero pocos meses despu¨¦s, ya concluida por fin la infernal guerra, se traslad¨® al cementerio de Passy, donde ¨¦l hab¨ªa pedido expresamente poder descansar ¡°entre los ¨¢rboles y los p¨¢jaros¡±. Este domingo su tumba se llenar¨¢ de flores.
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