Cartas desde lejos
Ya (casi) nadie escribe cartas, a menos que sean comunicados comerciales o avisos preceptivos de embargos o desahucios
1. Epistolarios I
Ya nada queda lejos. Hace 2.800 a?os, Jon¨¢s necesit¨® tres d¨ªas para recorrer de punta a punta la ciudad de N¨ªnive y convencer a sus habitantes de que se arrepintieran. Ahora los tuiteros nos informan en tiempo real de que se est¨¢n sacando un moco o de que a las siete hay manifa indepe en las Ramblas, adem¨¢s de toda la panoplia de sus penas y alegr¨ªas. Ya (casi) nadie escribe cartas, a menos que sean comunicados comerciales o avisos preceptivos de embargos o desahucios, de esos que a¨²n precisan de la formalidad del escrito. El tel¨¦grafo y el tel¨¦fono, que abol¨ªan el espacio, fueron las primeras tecnolog¨ªas en propinar un golpe de gracia al g¨¦nero epistolar, tanto al aut¨¦ntico (el que no estaba destinado a ser publicado) como al que se refugi¨®, como artificio, en el didactismo (Cartas persas, de Montesquieu; Cartas a un joven poeta, de Rilke; Cartas a un joven novelista, de Vargas Llosa), y no esperaba m¨¢s respuesta que las de los an¨®nimos lectores; o al que convirti¨® la correspondencia fingida en estructura novel¨ªstica (Las relaciones peligrosas, de Choderlos de Laclos; Las cuitas del joven Werther, de Goethe; Dr¨¢cula, de Stoker). Antes se escrib¨ªan cartas porque se estaba lejos (voluntariamente, o en alguna de las modalidades de exilio) o porque la clandestinidad ¡ªo el adulterio¡ª as¨ª lo requer¨ªa. Y se escrib¨ªa sin parar: la correspondencia de Voltaire en La Pl¨¦iade ocupa 13 tomos de unas 1.500 p¨¢ginas cada uno, y la de Flaubert, 5. En las cartas se vert¨ªan pensamientos, reflexiones, demandas o deseos que propiciaban una aproximaci¨®n diferente a quienes las escrib¨ªan: por eso se siguen publicando epistolarios de grandes hombres y mujeres que nos permiten otra mirada sobre ellos y sus obras. La correspondencia de Kafka con Milena, la de Virginia Woolf con Vita Sackville-West, la de Flaubert con Louise Colet o la de Proust y Kafka con sus respectivos editores constituyen imprescindibles herramientas de conocimiento de sus diferentes procesos creativos y sentimentales. Y las de Pardo Baz¨¢n con Gald¨®s, de Camus con Mar¨ªa Casares, de Drieu La Rochelle con Victoria Ocampo, de Nabokov con Vera o de Scott Fitzgerald con Zelda nos permiten, de paso, una mirada de voyeur a sus m¨¢s ¨ªntimas zozobras. Claro que las familias ¡ªy a veces los remitentes, si sobreviven a quien las envi¨®¡ª ejercen a menudo la censura, corrigen, editan: Elisabeth F?rster-Nietzsche se ocup¨® de ¡°mejorar¡± la correspondencia de su hermano; la familia de Van Gogh lo hizo con las cartas del pintor, y Simone de Beauvoir se ocup¨® de ¡°editar¡±, antes de publicarlas, las Cartas al castor que le hab¨ªa remitido el m¨¢s c¨¦lebre de sus amantes.
2. Epistolarios II
En los ¨²ltimos a?os he dedicado bastante tiempo a picotear en las correspondencias publicadas en Espa?a, un g¨¦nero que a menudo se refugia en las prensas institucionales por el temor de los editores a no recuperar el dinero de la inversi¨®n. Sin embargo, los epistolarios son agradecidos, al permitir una lectura sincopada, ocasional, con soluci¨®n de continuidad. Entre nosotros, la Residencia de Estudiantes es, como editora, una instituci¨®n mod¨¦lica: en su cat¨¢logo figuran ya 14 epistolarios de personajes imprescindibles de la cultura espa?ola del siglo XX, y de modo especial, de la llamada Edad de Plata. Los dos ¨²ltimos vol¨²menes publicados llevan los t¨ªtulos de Monumento de amor. Epistolario y lira (edici¨®n de Mar¨ªa Jes¨²s Dom¨ªnguez S¨ªo), que re¨²ne la correspondencia mantenida por Juan Ram¨®n Jim¨¦nez y Zenobia Camprub¨ª entre 1913 y 1956, y Juan Larrea-Gerardo Diego. Epistolario, 1916-1980 (edici¨®n de Juan Manuel D¨ªaz de Guere?u y Jos¨¦ Luis Bernal). Del primero conservo especialmente la temprana imagen de Zenobia como una mujer mucho m¨¢s fuerte e independiente de lo que siempre hab¨ªa cre¨ªdo (l¨¦ase, por ejemplo, la irritad¨ªsima misiva que le remite a un rendido ¡ªy un poco pat¨¦tico¡ª JRJ en la primavera de 1914, cuando a¨²n hac¨ªa muy poco que se hab¨ªan conocido ¡ªen la Resi, por cierto¡ª). Del segundo, me quedo con la distinta reacci¨®n de los dos poetas ante el alzamiento del 18 de julio, algo que explica tambi¨¦n la posterior trayectoria ideol¨®gica y vital de cada uno. Por ¨²ltimo, no puedo dejar de mencionar aqu¨ª, por la ambici¨®n, dificultad y rigor del proyecto, el Epistolario de Miguel de Unamuno, uno de nuestros m¨¢s conspicuos epistol¨®grafos, cuyo primer volumen (1880-1899), en edici¨®n de Colette y Jean-Claude Rabat¨¦ ¡ªautores de la biograf¨ªa can¨®nica Unamuno (Taurus, 2009)¡ª, acaba de publicar la editorial de la Universidad de Salamanca.
3. Brechas
No tengo intenci¨®n de abrir inoportunamente un mel¨®n conflictivo. Sobre todo en un pa¨ªs en que la escasez de estad¨ªsticas oficiales y el secretismo del sector editorial no permiten manejar datos fiables. Pero es que estos d¨ªas me ha llegado el resumen del Observatoire de l¡¯¨¦galit¨¦ entre femmes et hommes dans la culture et la comunication, publicado por el Ministerio de Cultura franc¨¦s (all¨ª s¨ª tienen uno de verdad, y bien dotado), y se me ha hecho la boca agua. Resumiendo: dentro del sector cultural, las francesas siguen teniendo menor representaci¨®n en el arte y el audiovisual. No as¨ª en el sector del libro y de las bibliotecas, en el que ha aumentado el n¨²mero de las editoras (como aqu¨ª), y las autoras (a pesar de que ganan un 19% menos que sus colegas masculinos) han conseguido, entre 2010 y 2017, el 41% de los premios literarios. Y eso a pesar de que solo el 24% de los jurados eran mujeres (una caracter¨ªstica com¨²n en ambos lados de los Pirineos). Y solo un dato significativo m¨¢s: el 68% de los traductores son mujeres, con una diferencia media de ingresos del 19% respecto a los varones. Y aqu¨ª, ?c¨®mo van las cosas?, ?tiene usted pensado encargar alguna estad¨ªstica al respecto?, le pregunto al casi fantasmal director general del libro.
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