La posibilidad de que Dios exista
Coinciden distintos poemarios que ahondan en la espiritualidad y en los conflictos de la fe
En una carta dirigida recientemente a un peri¨®dico italiano, Joseph Ratzinger declaraba que se estaba preparando para la peregrinaci¨®n hacia la Casa, para el ¨²ltimo viaje. El Papa que renunci¨® por ?estar cansado?, se prepara ahora para el descanso eterno. ?l mismo declar¨® que el acto de fe consiste en confiar que Dios est¨¢ ah¨ª y poder ponerse en sus manos.
Ratzinger se despide en un momento en que la crisis de Dios, planteada por su coet¨¢neo Johann Baptist Metz, parece estar resolvi¨¦ndose en algunos ¨¢mbitos. Uno de ellos es la poes¨ªa. Su propio mensaje de que la vida humana quedar¨ªa mutilada si s¨®lo la consideramos desde esos setenta u ochenta a?os que podemos vivir, y que ha derivado en todos los infantilismos contempor¨¢neos y en la religi¨®n del capital, ha calado en muchos poetas que, m¨¢s all¨¢ de la existencia o no existencia de Dios, han escorado su poes¨ªa hacia lo sagrado, que, para Mar¨ªa Zambrano, es la ¨²nica v¨ªa de entrar en contacto con la materia, que es la belleza concreta y el ritmo lento de toda belleza.
Mientras Dios languidece crece el n¨²mero de editoriales buscando autores que traten el enigma: nunca ha habido m¨¢s videntes de madrugada en las televisiones municipales
El poeta estadounidense Charles Wright, que acaba de publicar Caribou (Vaso Roto), nombre de la monta?a en Montana donde pasa sus veranos, aspira a que el lector de sus poemas se sienta como en un antiguo monasterio durante la lectura. Ratzinger se retir¨® a uno por cansancio, y el ingl¨¦s recuerda que ?vivir una vida pura, vivir una vida verdadera, / es vivir una vida de insecto?. El poeta, que no suele ser el m¨¢s listo pero s¨ª el m¨¢s necesitado de los creadores, empieza a entender que es preferible vivir como un rico o un insecto en el campo que como un pobre en la ciudad, y el campo trae descanso, y el huerto tiende a Dios: ?Y que pueda salvarnos / una brizna de hierba?, canta Vicente Gallego. Dios, como la hierba o la M-30, es evidencia. El jesuita franc¨¦s Henri Bouillard la resumi¨® afirmando que una persona que ha crecido en estado de naturaleza y en total aislamiento puede por s¨ª misma tener certeza de la existencia de Dios reflexionando simplemente sobre el mundo real. Y parece que hacia eso tienden algunos poetas.
La reciente publicaci¨®n de libros como los de Mariano Peyrou, Antonio Praena, Mart¨ªnez Mesanza, la obra reunida de S¨¢nchez Rosillo o el citado libro de Wright, entre otros, han incidido en esa intuici¨®n del universo en lo m¨¢s cercano, que no es otra cosa que la capacidad de ver el amor. Adolphe Gesch¨¦ apuntaba que el te¨®logo debe amar al ser humano, y parece que al buen poeta tampoco le vendr¨ªa mal. Peyrou desgrana recuerdos En el a?o del cangrejo apoy¨¢ndose en la simbolog¨ªa b¨ªblica, donde escribe que "no hay tristeza sin conciencia de tiempo", a lo que Wright parece asentir sin mucho rodeo: "El tiempo, ese gran aniquilador".
De recuerdos y anhelos tambi¨¦n est¨¢ compuesta la poes¨ªa de S¨¢nchez Rosillo, que dirige la sustancia de Dios para ver "desde lo inalterable de m¨ª mismo / c¨®mo fluye la gracia entre las cosas". Exaltaci¨®n a la que tambi¨¦n contribuye Mart¨ªnez Mesanza con su libro Gloria, donde aborda lo numinoso en la naturaleza m¨¢s pr¨®xima desde, por ejemplo, Nuestra Se?ora de los r¨ªos quietos, pendientes por donde corre "el agua que no vive y que no muere". El fin com¨²n de esta oleada de fe es la misma, abrir los ojos ante la oscuridad, extender los brazos al amor. As¨ª lo entiende Antonio Colinas: "Porque el ser que es m¨¢s ser es tan solo el que ama¡±. O el propio Wright en su monta?a: ?Abran sus brazos, muchachos, fuera las camisas?.
La vuelta a lo sagrado en los poetas no busca a Dios, sino esa capacidad de ver lo bueno del mundo, que para algunos es Dios
Sin embargo, mientras la espiritualidad triunfa, a Dios se le exige o ningunea. Dios se piensa en el hombre, medit¨® Descartes; el hombre es la prueba de que Dios existe, a?ade Heinrich B?ll; pero lo cierto es que, como bien indica el profesor Manuel Fraij¨®, al humano ha dejado de interesarle Dios. Mientras Dios languidece crece el n¨²mero de editoriales buscando autores que traten el enigma: nunca ha habido m¨¢s videntes de madrugada en las televisiones municipales, nunca se han dado m¨¢s licencias a tiendas esot¨¦ricas que venden piedras con propiedades an¨ªmicas y aromas curativos, pero lo cierto es que Dios no encuentra verdadero acomodo en todo esto.
La poes¨ªa ¡ªque vive un fen¨®meno parecido: la moda del g¨¦nero y el ocaso del poeta(dios)¡ª ha revivido en los ¨²ltimos a?os ese giro hacia la gnosis, ha empezado a escuchar a Dios y a buscarle en la naturaleza, que es paciencia y silencio, extremos que la ciudad dificulta. Ram¨®n Andr¨¦s recuerda que estar sosegado en lo limitado es tarea del silencio. Y de un silencio inicial a otro definitivo pulula el cuerpo: "Como en un pa?uelo, envuelta tu vida, de silencio a silencio", escrib¨ªa Isabel Escudero.Y lo limitado linda con lo absoluto. Ya Dilthey insisti¨® en que la eficacia de lo invisible es la categor¨ªa fundamental de la vida religiosa elemental. Y en esa infinitud, en ese camino hacia lo no visible que trasciende, es donde se cruzan lo sagrado y lo po¨¦tico, un todo indisociable para que la poes¨ªa sea poes¨ªa y no meras abstracciones.
Si como apunta el fil¨®sofo Garc¨ªa Bacca el ser humano es indefinici¨®n, las certezas no tendr¨ªan tanto espacio o importancia en nuestra vida por lo que podemos vivir nuestra incertidumbre en paz. El propio papa Francisco lo repite en sus ruedas de prensa a diez mil pies: la fe es duda que se materializa en el amor.
Quiz¨¢s tanto a los poetas como a Dios, si quieren huir de esta realidad de rigideces eclesi¨¢sticas o nacionales, s¨®lo les quede el ensanchamiento que a veces provoca lo ausente. La fe en el fr¨ªo primero de lo vertical
La vuelta a lo sagrado en los poetas no busca a Dios, sino esa capacidad de ver lo bueno del mundo, que para algunos es Dios. Alejandro Krawietz escribe que para el poeta su vocaci¨®n significaba una suerte de religi¨®n, "un espacio para lo sagrado y la toma de conciencia del esp¨ªritu". Todo en el poeta parte de su experiencia, y de ah¨ª construye el enigma, su desgarro, su soberana sumisi¨®n. El amor es una renuncia, implica carencia, ampl¨ªa Anne Carson. Contradicciones de amar la vida y aceptarla como tr¨¢nsito, como manera plena de hacer sitio. As¨ª, como "hacer sitio", defini¨® la muerte el te¨®logo cristiano Karl Rahner.
En una entrevista con Lorenzo Oliv¨¢n, Francisco Brines respondi¨® a una pregunta sobre su entusiasmo vital de esta manera: "Pero uno dice adi¨®s tambi¨¦n convencido de que ha nacido porque ha existido la muerte en los otros". Y a?ade: "Es solo de los vivos el deseo de la inmortalidad". Valente dijo lo mismo m¨¢s escuetamente: ¡°Muri¨®, es decir, supo la verdad¡±. Y la verdad sea quiz¨¢ aceptar la muerte como proyecci¨®n de la vida, como se acepta el amor, que es lo ¨²nico real, como apuntaba Emily Dickinson. Y de esa necesidad de destino en un tiempo sin destino brota el inter¨¦s de los poetas por Dios.
La escritora brit¨¢nica Karen Armstrong recuerda que al igual que el arte, o como la poes¨ªa, la religi¨®n ha sido un intento de encontrar valor y sentido a la vida. Quiz¨¢s tanto a los poetas como a Dios, si quieren huir de esta realidad de rigideces eclesi¨¢sticas o nacionales, s¨®lo les quede el ensanchamiento que a veces provoca lo ausente. La fe en el fr¨ªo primero de lo vertical.
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