Franquicia con mucho ruido y ni una nuez
La Compa?¨ªa Nacional de Danza estrena ¡®The show must go on¡¯ en los Teatros del Canal
La coreograf¨ªa de J¨¦r?me Bel (Montpellier, 1964) titulada The show must go on con el estreno de anoche d¨ªa 4 de abril en la Sala Roja de los Teatros del Canal, entra en el repertorio activo de la Compa?¨ªa Nacional de Danza [CND]. Es una adquisici¨®n tard¨ªa, de dudoso criterio est¨¦tico y funcional, y que abre muchos interrogantes sobre los siempre sinuosos e imprecisos caminos de la compa?¨ªa titular espa?ola de ballet. Este restreno anunciado con gran boato y despliegue publicitario ha sido parad¨®jicamente un fiasco y un triunfo a la vez. Un fiasco para los que deseamos que la CND se luzca con calidad y seriedad, un triunfo ocasional para los defensores locales de la performance (y sus retales) como alternativa un¨ªvoca a la obra de ballet de verdad. Es una guerra trasnochada y est¨¦ril. La performance que nace en los a?os 70 (y que Bel imit¨® en sus inicios) es ya documentada historia libresca. Otra cosa son las mil paridas que habitan hoy al t¨¦rmino de marras. Por su parte, el ballet como tal sigue donde est¨¢ y debe estar, en una reconocida evoluci¨®n formal en el entronque de los siglos XX y XXI, con desarrollos que llegan hasta la quimera del escenario virtual, entre otros caminos.
The show must go on fue una de las primero trabajos a gran escala de Bel calificable de aut¨¦ntica ¡°boutade¡±, que sin embargo enseguida encontr¨® su p¨²blico, su cr¨ªtica af¨ªn y as¨ª aupada al parnaso de varias agrupaciones en su oferta (Hamburgo 2000-2005; Lyon 2007-2014), convirti¨¦ndose el ¡®montpellierense¡¯ de la noche a la ma?ana en el adalid de la no-danza, un no-movimiento con un no-programa: la anarco-negaci¨®n como sistema expositivo. Su estreno fue en el Teatro de La Villa de Par¨ªs en 2001 mediante una audici¨®n masiva y en 2004, ante el entusiasmo despertado, mostr¨® The show must go on 2 cuando ya se sent¨ªa consagrado por la modernidad y los movimientos rupturistas alentados desde las propias instituciones y festivales, aunque tuvo menos impacto que la original, una especie de franquicia, como ayer.
Seg¨²n su propia biograf¨ªa Bel estudi¨® danza solamente poco menos de un a?o entre 1984 y 1985, y encontr¨® trabajo enseguida en compa?¨ªas de danza contempor¨¢nea francesa (Preljocaj, Obadia, Larrieu), a pesar de esa deficiente preparaci¨®n, por la escasez entonces de elementos masculinos. As¨ª su estilo personal, de descuidado naturalismo a la neoyorkina, escor¨® enseguida a la performance y a la relajaci¨®n de los valores convencionales del espect¨¢culo de danza y ballet. Con un triunfo a galope rampante, este creador anti-sistema (hablo de sistema pl¨¢stico-cor¨¦utico) recibi¨® en 2004 un encargo de la ?pera de Par¨ªs (siendo directora de la danza Brigitte Lefevre y director general Gerard Mortier) para hacer, junto al realizador Pierre Dupouey, un documental sobre la bailarina Veronique Doisneau (bailarina que se retiraba preceptivamente a los 42 a?os), una sibilina y calculada diatriba contra el ballet acad¨¦mico que consolid¨® a¨²n m¨¢s su papel y postulados. Pocas cosas como las propuestas facilistas, populacheras y oportunistas de Jerome Bel han hecho tanto da?o en tan poco tiempo al arte de la danza y The show must go on es tristemente su pavoroso mascar¨®n de proa. Para la CND la adquisici¨®n de esta coreograf¨ªa es otro palo de ciego y una alarmante muestra de decadencia, de p¨¦rdida de valores formales tan incuestionables como necesarios. Si la no-danza es ya agua pasada en la escena francesa y en casi toda la realidad de la danza contempor¨¢nea global, nada razona a favor de este espect¨¢culo que adem¨¢s ha envejecido lo suyo, un pan y circo con mucha dosis de escarnio que confunde lo cotidiano con lo vulgar.
La CND divaga entre muchas aguas, no encuentra l¨ªnea y sitio, coherencia y estilo, ni siquiera una calidad uniforme entre sus artistas, que se diluyen en individualidades, muchas veces en la flagrante improductividad. ?Qu¨¦ aporta esta obra y su abultado coste a la cultura del ballet espa?ol de hoy? ?Es el ¨¦xito facil¨®n, las risas y el divertimento suficiente justificaci¨®n para esta inversi¨®n? ?A qu¨¦ l¨ªnea est¨¦tica y proyecto cultural obedece la selecci¨®n? ?D¨®nde lleva la manifiesta dependencia imitativa de ¡°lo franc¨¦s¡±, algo que poco tiene que ver con nuestro devenir danc¨ªstico por mucho que sea el marchamo personal y biogr¨¢fico del actual director art¨ªstico? Hacer del eclecticismo bandera no logra ocultar las deficiencias de una plantilla demasiado heterog¨¦nea, entrenada irregularmente y profundamente dividida en cuanto a intereses estil¨ªsticos. No se es m¨¢s moderno rompiendo m¨¢s vajilla. La m¨¢xima de ¡°provoca, que algo queda¡± resulta aqu¨ª ofensiva.
El p¨²blico tambi¨¦n se dividi¨® en el estreno; algunos abandonaron la sala durante la funci¨®n, otros gritaron su protesta y bromearon sobre la seriedad de la velada en un creciente guirigay que dur¨® hasta el final. Alguien grit¨® algo sobre el costo de la entrada y la falsa espontaneidad preparada por la propia compa?¨ªa con una claque que propulsaba el aplauso, y que se trastoc¨® en chanza abierta. Hubo incluso desconcierto cuando algunos asistentes se pusieron a bailar o encendieron las linternas de sus m¨®viles. El audio innecesariamente machac¨®n y estent¨®reo, atron¨® lo suyo y ya daba igual que en un tratado de filosof¨ªa fr¨ªa como programa de mano te citen en cuatro l¨ªneas a Kristeva, Foucault, Barthes, Borges, Duchamp y a Peggy Phelan, a quien hay que leer en profundidad para entender su principio te¨®rico sobre la performance misma, contradictorio a lo visto. La obra estar¨¢ en cartel hasta el pr¨®ximo domingo 8 de abril.
Babelia
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