Helga de Alvear: ¡°El arte deber¨ªa ser gratis¡±
Su trabajo se divide entre su galer¨ªa en Madrid y el Centro de Artes Visuales que lleva su nombre en C¨¢ceres
Hay una mujer en el mundo del arte a la que le importa un r¨¢bano lo que usted piense. Y esa es, en gran medida, la clave de su ¨¦xito. Helga de Alvear (Kirn, Alemania, 1936), coleccionista y galerista afincada desde hace d¨¦cadas en Espa?a, ha alcanzado el ¨¦xito precisamente as¨ª, sin reparar demasiado en lo que opinan los dem¨¢s, en una apuesta por un gusto que no se deja influir por la clase de deidades que se adoran en el altar de las cambiantes modas masivas. Ese es el esp¨ªritu que rige el trabajo en su galer¨ªa en Madrid y tambi¨¦n en el Centro de Artes Visuales bautizado con su nombre en C¨¢ceres.
El romance de Helga con el arte comenz¨® hace poco m¨¢s de medio siglo, y desde aquella temprana compra ¡ªuna obra de Fernando Z¨®bel¡ª ha pasado un tiempo largo y valioso que esta alemana intuitiva, alejada de una formalidad acad¨¦mica que le resulta ajena, ha exprimido al m¨¢ximo. ¡°Pinta tu aldea y pintar¨¢s el mundo¡±, reza el dicho. Y eso es lo que De Alvear ha hecho al adquirir, siguiendo el ritmo de su coraz¨®n, un conjunto de piezas que narran tanto su vida como la del universo que las rodea; un mosaico sin sentido fuera de s¨ª pero con un significado conmovedor, moderno y hermoso en su contexto, ese que forma una de las mejores colecciones europeas.
El encuentro con De Alvear result¨® tan aut¨¦ntico, sencillo y alegre como su protagonista. Sucedi¨® poco antes de que su nombre diera la vuelta al mundo, cuando su decisi¨®n de retirar del espacio de su galer¨ªa en Arco la pieza Presos pol¨ªticos en la Espa?a contempor¨¢nea, de Santiago Sierra, encendi¨® un debate sobre la libertad de expresi¨®n.
Helga empez¨® coleccionando piedras cuando era peque?a, una ¨¦poca que recuerda con la gravedad que la historia de su tierra impuso en su rostro. Luego llegar¨ªa su encuentro con la galerista Juana Mord¨®, que le cambiar¨ªa la vida para siempre. Una vida que, como la pel¨ªcula de Michael Haneke, podr¨ªa titularse 71 fragmentos de una cronolog¨ªa del azar.
Azarosos fueron su encuentro con Mord¨® y el motivo por el que se qued¨® en Espa?a. Ven¨ªa a aprender castellano y conoci¨® al arquitecto llamado Jaime De Alvear. El resto es una historia de ¨¦xito de la que ofrece buena cuenta la galer¨ªa de 900 metros cuadrados que, vecina del Reina Sof¨ªa, se centra en piezas arriesgadas y poderosas con preeminencia del v¨ªdeo, la instalaci¨®n y la fotograf¨ªa. Desde all¨ª obtuvo distinciones como la Medalla de Oro al M¨¦rito en las Bellas Artes. Y all¨ª se ha convertido en una especie de Johan Cruyff del coleccionismo contempor¨¢neo.
Pero, ?c¨®mo busca ella lo que compra, por ejemplo este t¨¤pies que est¨¢ frente a nosotros mientras conversamos? ¡°Vi ese cuadro y me enamor¨¦. Yo no busco nada. Compro en las ferias a mis colegas y galeristas y pago todo como dios manda, pues estoy haciendo cultura, ?comprendes?. Me enamoro de cosas muy distintas, y por eso tanto los artistas de la colecci¨®n como los de la galer¨ªa forman un conjunto muy ecl¨¦ctico¡±, se?ala cuando se le pregunta por el criterio con que los escoge, e inmediatamente, dispara uno de sus dardos: ¡°Sinceramente, creo que el arte, por su funci¨®n social, deber¨ªa ser gratis, pero claro: de algo tienen que vivir los artistas¡±.
Con esa misma sinceridad adelanta que, m¨¢s all¨¢ de la permanencia de su fundaci¨®n en C¨¢ceres, su hist¨®rica galer¨ªa madrile?a no la sobrevivir¨¢. Pero como no todo van a ser asuntos melanc¨®licos, Helga retoma el tono entusiasta. ¡°En realidad, yo quer¨ªa ser pianista, y mi padre, que empez¨® de la nada y se convirti¨® en un gran empresario, no me dej¨® porque no quer¨ªa ni que yo ni que mi hermano fu¨¦ramos a la universidad. Pens¨¦: ¡®Pues entonces, idiomas¡¯. As¨ª que estuve en Suiza, luego en Inglaterra y finalmente vine aqu¨ª a aprender espa?ol. Me enamor¨¦ y aqu¨ª me qued¨¦. Fue la ¨²nica vez que vi a mi padre llorar. Pero atenci¨®n: le ca¨ªa muy bien mi marido, que era muy simp¨¢tico y hac¨ªa viviendas sociales porque no le interesaba ser un arquitecto importante. De ah¨ª viene ese asunto m¨ªo de repartir y de no quedarme las cosas¡±.
Un asunto por cuya dedicaci¨®n es dif¨ªcil no admirarla, aun cuando, en una ocurrencia propia de su car¨¢cter, declare p¨²blicamente, pocos d¨ªas despu¨¦s de esta entrevista y del escandaloso acto de censura que se realiz¨® en su stand de la feria ARCO ante una obra de Santiago Sierra sobre presuntos presos pol¨ªticos. ¡°Ifema es el due?o de casa y si el due?o de casa me pide retirar una obra, pues yo la retiro. Pero como artista m¨ªo, a Santiago le pongo todo lo que ¨¦l quiere y debo defenderlo, le guste o no a la gente¡±.
Se est¨¦ de acuerdo o no con ella, ?qui¨¦n puede negarle la fidelidad a s¨ª misma?
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