Brahms regresa a su catedral 150 a?os despu¨¦s
Bremen recuerda el estreno de 'Ein deutsches Requiem' del compositor
Entre las decenas de misas musicales de difuntos que atesora Occidente, Un r¨¦quiem alem¨¢n de Johannes Brahms ocupa un lugar especial. Llaman, de entrada, la atenci¨®n en su t¨ªtulo el art¨ªculo indeterminado (que Borges suprimir¨ªa en su famoso cuento incluido en El Aleph, cambiando con ello por completo su sentido y convirti¨¦ndolo en un r¨¦quiem tras la muerte de la propia Alemania) y el adjetivo, que lo identifican tanto como, casi un siglo despu¨¦s, la palabra ¡°guerra¡± marcar¨ªa la esencia y el destino del War Requiem de Benjamin Britten. Fue una obra de gestaci¨®n muy larga, azuzada en un principio por la muerte, en 1856, de Robert Schumann, el principal valedor del joven Brahms, y retomada a?os despu¨¦s con motivo del fallecimiento, en 1865, de Johanna, la madre del compositor. De alg¨²n modo, la presencia de un bar¨ªtono y una soprano solistas en tres de sus movimientos constituye un reflejo de ambas figuras: el padre musical y la madre real. Brahms lo dio a conocer, dirigiendo ¨¦l mismo, el 10 de abril de 1868 en la catedral de Bremen, que ahora ha celebrado con justificado orgullo el sesquicentenario de aquel estreno hist¨®rico confiando su interpretaci¨®n a la principal orquesta de la ciudad, Die Deutsche Kammerphilharmonie.
En 1868, el 10 de abril coincidi¨® con el Viernes Santo. Brahms hab¨ªa elegido para conformar su obra una selecci¨®n muy personal y heterodoxa de textos b¨ªblicos situados en las ant¨ªpodas de los que sustancian la tradicional misa de difuntos cat¨®lica. Se vali¨®, claro est¨¢, de la traducci¨®n alemana de uno de sus ¡°escritores venerados¡±, Mart¨ªn Lutero, pero Carl Reinthaler, responsable musical de la catedral de Bremen, ech¨® en falta alguna referencia expl¨ªcita a la especificidad lit¨²rgica del d¨ªa, ya que,¡°para la sensibilidad cristiana, se encuentra ausente el aspecto central sobre el cual gira todo lo dem¨¢s, esto es, la redenci¨®n por medio de la muerte de nuestro Se?or¡±, y animaba al compositor a a?adir un ¨²ltimo movimiento de contenido inequ¨ªvocamente cristiano. Pero Brahms no dio su brazo a torcer, pues quer¨ªa centrar su mensaje en los conceptos antit¨¦ticos, y complementarios, de muerte y renovaci¨®n, renunciando a referirse al terror de los condenados o al dogma de la resurrecci¨®n. Como las reservas doctrinales de Reinthaler y otros pastores de la catedral permanecieron, se decidi¨® que, aunque fuera con el a?adido de otra obra en el programa, la redenci¨®n por medio de la muerte de Cristo ten¨ªa que estar presente de alguna manera en aquel Viernes Santo. La soluci¨®n fue que el famoso violinista Joseph Joachim, ¨ªntimo amigo de Schumann y Brahms, interpretara varias piezas para viol¨ªn y que su mujer Amalia cantase I know that my Redeemer liveth, un aria de la tercera parte del Mes¨ªas de Handel. Algo impensable hoy, pero posible entonces.
Bremen-Riga
No es casual que Die Deutsche Kammerphilharmonie haya querido contar con el Coro Estatal de Letonia para una ocasi¨®n tan importante. Bremen y Riga son ciudades hermanadas y ambas, al igual que Tallinn, la capital estonia y localidad natal de Paavo J?rvi, han pertenecido desde el siglo XIII a la Liga Hanse¨¢tica, la confederaci¨®n comercial de ciudades situadas a orillas del mar del Norte y el mar B¨¢ltico. Orquesta y coro ya hab¨ªan colaborado previamente y hace pocos meses interpretaron la Novena Sinfon¨ªa de Beethoven en Pek¨ªn y Shangh¨¢i. El canto coral es casi el deporte cultural nacional en Letonia y J?rvi ha decidido colaborar con su Coro Estatal en sus dos ¨²ltimos grandes proyectos monogr¨¢ficos dedicados a Beethoven y Brahms. Esta interpretaci¨®n conmemorativa de Ein deutsches Requiem se enmarca, de hecho, en un ciclo en el que J?rvi y su orquesta est¨¢n tocando y grabando todas las obras orquestales y concertantes de Brahms, nacido en la cercana Hamburgo, otra ciudad que, al igual que Bremen o L¨¹beck, se proclama con un orgullo secular "libre y hanse¨¢tica".
Clara Schumann estuvo presente en el estreno y as¨ª lo recoge en su diario: ¡°Viernes Santo, 10 de abril. Interpretaci¨®n del R¨¦quiem, junto con Frau Joachim cantando un aria del Mes¨ªas, acompa?ada por su marido al viol¨ªn, m¨¢s hermosamente de lo que nunca la he o¨ªdo. Este R¨¦quiem me ha emocionado como ning¨²n otro [¡]. Me qued¨¦ pensando, al ver a Johannes ah¨ª de pie, batuta en mano, en ¡®el d¨ªa en que haga descender su varita m¨¢gica y le presten su fuerza las masas de coro y orquesta¡¯: y que hoy se han hecho realidad [¡]. No vino nadie de Hamburgo, s¨®lo el padre de Johannes. Reinthaler pronunci¨® un discurso sobre Brahms que me emocion¨® tanto que (???desgraciadamente!!!) romp¨ª a llorar. Pens¨¦ en Robert, ?qu¨¦ alegr¨ªa habr¨ªa sentido si hubiera estado vivo!¡±. La cita dentro de la cita, a¨²n perfectamente recordada por Clara 15 a?os despu¨¦s, procede, claro, de Neue Bahnen (Nuevos senderos), el prof¨¦tico art¨ªculo publicado por Robert Schumann en la Neue Zeitschrift f¨¹r Musik el 28 de octubre de 1853, en el que proclamaba el advenimiento de Johannes Brahms ?veinte a?os entonces? casi como un nuevo redentor, como el mes¨ªas que estaba esperando la m¨²sica alemana.
Para esta ocasi¨®n conmemorativa, Paavo J?rvi, director art¨ªstico de Die Deutsche Kammerphilharmonie desde 2004, ha utilizado un coro y una orquesta de las dimensiones exactas a los que dirigiera en su d¨ªa Brahms en id¨¦ntico espacio. Y ha tenido que enfrentarse, por supuesto, a los mismos problemas ac¨²sticos que suscita hacer m¨²sica con un centenar largo de instrumentistas y cantantes en el gigantesco espacio que delimitan los muros de la imponente catedral medieval de San Pedro, situada en un lugar prominente de la Marktplatz, en pleno centro hist¨®rico de Bremen. Por suerte, el director estonio ¨Csiempre anal¨ªtico y nunca caprichoso ni apresurado en la elecci¨®n de tempi? no es nada dado a los excesos e intent¨® hacer del largo tiempo de reverberaci¨®n de la catedral un aliado, no un rival. La parte orquestal fue siempre transparente, contenida, en busca del equilibrio, no siempre f¨¢cil, con los cantantes del extraordinario Coro Estatal de Letonia. Sonaron con m¨¢s nitidez los momentos m¨¢s contemplativos: el primer movimiento, ¡°Bienaventurados los que sufren, porque ellos ser¨¢n consolados; quienes siembran con l¨¢grimas cosechar¨¢n con alegr¨ªa¡±, con ausencia de los violines a fin de acentuar la oscuridad del timbre orquestal, o el quinto, ¡°Ahora est¨¢is tristes, pero volver¨¦ a veros y vuestro coraz¨®n se alegrar¨¢¡±, aunque los poderosos pasajes fugados y las rotundas efusiones corales se revistieron tambi¨¦n de la contundencia y la grandiosidad justas. Como comentaba el propio J?rvi despu¨¦s del concierto, a pesar de los retos ac¨²sticos que lleva aparejados, la sensaci¨®n que hab¨ªa tenido al dirigir Un r¨¦quiem alem¨¢n en la catedral de Bremen es que es aqu¨ª, y en ning¨²n otro lugar, donde debe interpretarse y escucharse.
Hace meses estaba anunciada la presencia de Matthias Goerne para cantar este martes el Nocturno de Othmar Schoeck junto con el Cuarteto Belcea en el Auditorio Nacional de Madrid. El bar¨ªtono alem¨¢n cancel¨®, sin embargo, su participaci¨®n y los ¡°motivos personales¡± alegados no son otros que no ha querido perderse esta efem¨¦ride, que coincid¨ªa en hora y fecha con el concierto madrile?o: ¨¦l ha sido aqu¨ª en Bremen el solista masculino que, con su entrega y efusividad caracter¨ªsticas, con su talento para dar a cada palabra su valor sem¨¢ntico y expresivo justo, hizo subir de inmediato la temperatura emocional de la versi¨®n en cuanto apareci¨® en el altar de la catedral. Cantando de memoria, con aspecto y voz mucho menos fatigados que el pasado domingo en Madrid, Goerne nos estremeci¨® en sus dos intervenciones: ¡°Se?or, dame a conocer que habr¨¦ de tener un fin y que mi vida tiene un l¨ªmite y que habr¨¦ de partir¡± y ¡°Mirad, os revelo un secreto: no todos dormiremos, pero todos s¨ª seremos transformados¡±. No menos emocionante fue el quinto movimiento, a?adido por Brahms tras el estreno de 1868, en el que la propia m¨²sica (o, mejor, La M¨²sica, con may¨²sculas, como en el pr¨®logo de L¡¯Orfeo de Monteverdi) se erige en nuestra principal fuente de alivio: ¡°Yo os consolar¨¦ como a quien consuela su madre¡±. Y la soprano rumana Valentina Farcas, con fraseo, dicci¨®n y legato intachables, sin un solo agudo tirante, sin rehuir riesgos, dio la r¨¦plica femenina perfecta a Goerne, lo que no era f¨¢cil.
Concluida la ¨²ltima intervenci¨®n del coro (¡°Dichosos son los muertos que mueren en el Se?or¡±), y tras el leve acorde conclusivo de la orquesta, precedido de los arpegios ascendentes del arpa, se hizo un largo silencio en la catedral de Bremen. No hab¨ªa un solo asiento libre (varias personas musitaban a menudo el texto con los labios, como si lo hubieran cantado o escuchado infinidad de veces), pero nadie se atrev¨ªa a romper el largo silencio con el primer aplauso. No hab¨ªa caras de congoja, ni de tristeza. Como quer¨ªa Brahms, la m¨²sica hab¨ªa demostrado ser, una vez m¨¢s, el mejor y m¨¢s eficaz alivio para nuestro pesar. Todos deb¨ªamos de haber estado recordando a nuestros muertos, por supuesto, pero este es un r¨¦quiem concebido para los vivos como una obra bals¨¢mica, consoladora, universal, de todos y para todos, que, tras apagarse en un apacible Fa mayor, la misma tonalidad con que se abri¨®, nos deja m¨¢s celebrando la dicha de la vida que llorando el desgarro de la muerte.
Babelia
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