La revoluci¨®n est¨¢ en la educaci¨®n
Acude a buena parte de los arquetipos del subg¨¦nero, pero es sincera y nunca les tiene miedo, incluso al paralelismo del amor no correspondido y al clich¨¦ de la novela gu¨ªa
Como bien se est¨¢ demostrando estos d¨ªas, la mayor de las revoluciones puede tener su punto de partida en la educaci¨®n. Y el cine, desde la, en cierto modo, fundacional Semilla de maldad (Richard Brooks, 1955), se ha ido haciendo eco con cada generaci¨®n de la peque?a gran insurrecci¨®n que supone guiar con esp¨ªritu cr¨ªtico a un grupo de chavales poco interesados en el alimento educativo: Rebeli¨®n en las aulas, Conrack, Mentes peligrosas, Descubriendo a Forrester, Hoy empieza todo, Ser y tener, La clase, Half Nelson¡ Porque, aunque La versi¨®n Browning (Anthony Asquith, 1951) llegara antes, la pel¨ªcula de Brooks estableci¨® el modelo m¨¢s repetido, el del profesor que se devana los sesos para servir de gu¨ªa educativo y moral en un ambiente depauperado.
EL BUEN MAESTRO
Direcci¨®n: Olivier Ayache-Vidal.
Int¨¦rpretes: Denis Podalyd¨¨s, Pauline Huruguen, Abdoulaye Diallo, L¨¦a Drucker.
G¨¦nero: drama. Francia, 2017.
Duraci¨®n: 106 minutos.
Una l¨ªnea que recorre de nuevo la francesa El buen maestro, primera pel¨ªcula de Olivier Ayache-Vidal, en la que, a causa de un simp¨¢tico enredo inicial que solo sirve de excusa no rematada a la hora del desenlace, un profesor de un prestigioso instituto parisiense acaba dando clase en un problem¨¢tico centro del extrarradio. Un punto de partida que, entre otros aspectos, abre el necesario dilema sobre si hay distintos modos de ense?ar seg¨²n las condiciones del alumnado.
¡°Cada inicio de curso creo que lo voy a lograr y empiezo con toda la ilusi¨®n¡¡±, dice una profesora hundida, al borde de la depresi¨®n personal, tras llorar en silencio al t¨¦rmino de una de sus extenuantes jornadas de trabajo. La secuencia resume el tono de la pel¨ªcula de Ayache-Vidal, m¨¢s melodram¨¢tica que su hermana mayor, La clase, pero con semejante convicci¨®n en las siempre complicadas secuencias de aula, a pesar de estar lejos del estilo documental de la pel¨ªcula de Laurent Cantet.
El buen maestro acude as¨ª a buena parte de los arquetipos del subg¨¦nero, pero es sincera y nunca les tiene miedo, incluso al doble paralelismo del amor no correspondido y al clich¨¦ de la novela gu¨ªa en la que se pueden encontrar concomitancias con la vida real, en este caso Los miserables. Porque, sabedor de que juega en la liga del gran p¨²blico, Ayache-Vidal es tan convencional en la puesta en escena como resolutivo en su did¨¢ctica cinematogr¨¢fica, con un notable uso de las miradas, y ejemplificada en ese riff de guitarra de la preciosa Who knows, de Marion Black, canci¨®n que sirve de hilo conductor en el tono y de met¨¢fora final de lo que le espera cada d¨ªa a este grupo de h¨¦roes cotidianos.
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