Sartre lapidado
En sus ¨²ltimos a?os el propio Sartre se reconoc¨ªa preso de una dura hipoteca. Se le ped¨ªa que sus actos concordaran con lo que escrib¨ªa
Hace poco le pregunt¨¦ a un editor franc¨¦s por la cotizaci¨®n de algunos de los cl¨¢sicos del siglo XX de su pa¨ªs. La respuesta fue previsible. ?Sartre? El editor dibuj¨® en el aire una l¨ªnea descendente. ?Camus? L¨ªnea ascendente. ?Raymond Aron? Una l¨ªnea recta. En este caso, el editor a?adi¨® un comentario: ¡°?l igual que siempre¡±.
Podr¨ªamos decir que en Espa?a la valoraci¨®n es parecida, aunque en el caso de Aron la l¨ªnea recta tendr¨ªa m¨¢s que ver con la apat¨ªa que con una ir¨®nica cr¨ªtica a sus dotes de supervivencia intelectual, o de mero equilibrista. En cualquier caso, Jean-Paul Sartre, el hombre al que amaron todas las mujeres, el l¨ªder estudiantil, el gu¨ªa de los trabajadores que rechaz¨® el Premio Nobel y fue recibido por los caudillos revolucionarios de todo el mundo, ha sido el gran derrotado.
Sobre Sartre se mont¨® un clich¨¦. Mal costurero del existencialismo con el humanismo, observador miope de la realidad pol¨ªtica, pensador meritorio y, lo m¨¢s raro, mediocre novelista. El t¨®pico lo crearon en Francia sus descendientes directos. Esos intelectuales que de un modo o de otro crecieron a la sombra de la ¡°familia¡± ¡ªcomo a Simone de Beauvoir le gustaba llamar a su cogollito¡ª y que, una vez desaparecido el cabeza de la ilustre parentela, sintieron la irrefrenable necesidad de matar al padre. Y de enterrarlo muy hondo. En sus ¨²ltimos a?os el propio Sartre se reconoc¨ªa preso de una dura hipoteca. Se le ped¨ªa que sus actos concordaran con lo que escrib¨ªa. Algo que no se le demandaba a ning¨²n otro escritor pero s¨ª a ¨¦l. Tal vez porque ¨¦l, soberbio en sus tiempos de mayor gloria, as¨ª lo hab¨ªa propiciado.
Sobre Sartre se mont¨® un clich¨¦. Mal costurero del existencialismo con el humanismo, observador miope de la realidad pol¨ªtica y, lo m¨¢s raro, mediocre novelista
En Espa?a no exist¨ªa la necesidad de ser tan severos en el juicio p¨®stumo, pero se import¨® el soniquete. Y ah¨ª es donde, en lo estrictamente literario, est¨¢ la diferencia. Lo que en Francia pudo ser injusticia, en Espa?a tal vez fuese ignorancia. Aqu¨ª la obra narrativa m¨¢s importante de Sartre, la trilog¨ªa Los caminos de la libertad, fue conocida b¨¢sicamente a ra¨ªz de su publicaci¨®n por Losada all¨¢ por los a?os cincuenta y en sucesivas reediciones por parte de esa editorial argentina que tanto aport¨® a la raqu¨ªtica cultura de la larga posguerra espa?ola pero que al novelista Sartre le hizo un flaco favor.
La traducci¨®n de los dos primeros vol¨²menes, La edad de la raz¨®n y El aplazamiento, la hizo un desafortunado Manuel R. Cardoso, que sembr¨® los dos libros de desprop¨®sitos y puso la prosa sartriana a precio de saldo. El tercero, a cargo de Miguel de Hernani, no ayud¨® demasiado a elevar el list¨®n. Algo que s¨ª hizo la posterior traducci¨®n de Miguel Salabert. Pero para entonces el veredicto ya se hab¨ªa dictado. Sartre hab¨ªa muerto, su pipa estaba en una casa de empe?os y su obra empezaba a ser celosamente apedreada.
En Espa?a, la obra narrativa de Sartre m¨¢s difundida fue La n¨¢usea. De hecho se difundi¨® tanto que pudo haber quien pensara que ese era el elemento esencial, y casi ¨²nico, de su novel¨ªstica. Puede que sea casualidad o que uno transite por callejones poco concurridos, pero en lo que va de siglo solo he o¨ªdo hablar elogiosamente de Los caminos de la libertad a Andr¨¦s Barba. Nada raro en un escritor de tanta independencia creativa y tanto talento.
Los caminos de la libertad supone un reto literario de primer orden. Y no s¨®lo por el an¨¢lisis hist¨®rico al que se enfrenta
Los caminos de la libertad supone un reto literario de primer orden. No s¨®lo por el an¨¢lisis hist¨®rico al que se enfrenta ¡ªguerra civil espa?ola y II Guerra Mundial¡ª contemplado desde muy distintas ¨®pticas y por medio de personajes muy diferentes. La estructura narrativa, su vertiginoso contrapunto, la profunda carga psicol¨®gica son valores que no deber¨ªan ser echados as¨ª como as¨ª al saco de los desperdicios literarios.
La guerra. El hombre frente a la mayor contingencia. Una guerra para Sartre absolutamente ideol¨®gica, la espa?ola, y otra, la mundial, que seg¨²n ¨¦l tiene un car¨¢cter netamente kafkiano. Al menos en sus primeros nueve meses, cuando la dr?le guerre, la guerra de broma, le hace escribir en una carta dirigida a Jean Paulhan que a Kafka ¡°le habr¨ªa gustado esta guerra¡±. Y a?ade que K. habr¨ªa creado un personaje buscando esa guerra ¡°por todas partes, sintiendo su amenaza por todas partes, y no encontr¨¢ndola nunca. Una guerra con la sentencia en suspenso, como algunas condenas de El proceso¡±.
Pero ¡°la broma¡± dar¨ªa paso a la verdadera guerra, y con ella a la que tal vez sea la palabra clave en la vida de Sartre. El compromiso. En Los caminos de la libertad se describe detalladamente esa evoluci¨®n desde la indolencia hasta un compromiso moral que desemboca en la Resistencia. En ese viaje hay un protagonista clave en la novela, G¨®mez. Un personaje inspirado en Fernando Gerassi, el pintor espa?ol del que Sartre lleg¨® a decir: ¡°Nadie ha influido tanto en m¨ª¡±. Gerassi fue un artista admirado por Picasso, l¨ªder de las Brigadas Internacionales que al caer Barcelona inici¨® un periplo que lo llevar¨ªa a saltar en paraca¨ªdas en Francia para unirse a la Resistencia y acab¨® trabajando como esp¨ªa para Estados Unidos. Una vida de la que podr¨ªa escribirse una novela de aventuras. Pero esa es otra historia. Esta es la de Sartre, un escritor apresuradamente lapidado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.