¡®Versicolor¡¯
Una muestra en Nueva York permite constatar que las rupturas actuales con el pasado no son tan radicales
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Hay, en principio, dos cosas que, en mi opini¨®n, hacen muy interesante la exposici¨®n que ahora se exhibe en el Metropolitan Museum de Nueva York con el t¨ªtulo Like Life: Sculpture, Color and the Body(¡°Como la vida. Escultura, color y el cuerpo¡±), que re¨²ne 117 obras de aproximadamente un centenar de artistas de todos los tiempos y procedencias. En primer lugar, en efecto, el intento de relacionar extracad¨¦micamente a creadores de ¨¦pocas tan dispares, pero tambi¨¦n el hecho de poner el ¨¦nfasis en esculturas policromadas, mediante las cuales el efecto verista se multiplica. Se podr¨ªa a?adir, adem¨¢s, que el pespunte de unificar este espectacular circunloquio colorista se remata casi siempre con obras actuales, lo que corrobora que las rupturas contempor¨¢neas no son tan radicales, formal y simb¨®licamente, con el pasado, como, por lo general, se nos ha hecho creer. En este sentido, siempre he dicho que si el arte de nuestra ¨¦poca fuera tan diferente del tradicional simplemente no se le seguir¨ªa llamando arte.
Sea como sea, entre el rico venero de perspectivas de todo tipo que confluyen en este proyecto, apenas sint¨¦ticamente apuntadas a trav¨¦s de los cap¨ªtulos que ordenan esta curiosa muestra, hay una sobre la que conviene reparar. Me refiero al color, cuya decoloraci¨®n por efecto del paso del tiempo hizo suponer otrora que las estatuas cl¨¢sicas o las catedrales g¨®ticas ofrec¨ªan originalmente el aspecto monocromo con el que han llegado hasta nosotros. Esta desinformaci¨®n, sin embargo, gener¨® una est¨¦tica artificial de lo blanco y lo gris¨¢ceo, cuya falta de sustento hist¨®rico no impidi¨® generar una enjundiosa atribuci¨®n de valores que dej¨® una honda huella en nuestra forma de mirar arte, seg¨²n este sea coloreado o en blanco y negro, como as¨ª, m¨¢s all¨¢ de los motivos t¨¦cnicos, lo acreditaron la fotograf¨ªa y el cinemat¨®grafo, respectivamente una contribuci¨®n genuina de los siglos XIX y XX.
Que ninguna de estas dos grandes artes practicaron el blanco y negro solo por un d¨¦ficit t¨¦cnico, no solo lo puso en evidencia su pervivencia cuando lleg¨® la impresi¨®n del color, sino que efectivamente crearon ambas una est¨¦tica singular, brutalmente simplificada en la actualidad por culpa del ¡°progreso¡± digital. Esa est¨¦tica, hoy amenazada, dotaba a esos medios vetustos de una paleta cargada de matices, pero adem¨¢s el espectral blanco y negro nos daba una visi¨®n an¨ªmica de la realidad esencial, como la policrom¨¢tica del tecnicolor nos acercaba al verismo de una forma hoy tambi¨¦n en peligro de extinci¨®n por su reductora comercializaci¨®n funcional.
Pero, volviendo a la exposici¨®n que comentamos, nos percatamos que el arte de nuestro pa¨ªs fue un basti¨®n de ambos procedimientos mono y policrom¨¢tico en cualquiera de las artes en que se practicasen y, en particular, en pintura y escultura. V¨¦ase si no al respecto, por poner alg¨²n ejemplo, las esculturas de Mart¨ªnez Monta?¨¦s o Gregorio Fern¨¢ndez, pero tambi¨¦n los monocromos de Goya o de Picasso. Esto significa que el arte espa?ol supo v¨¦rselas tanto con los fantasmas m¨¢s et¨¦reos como con la m¨¢s cruda realidad cotidiana; con el alma y el cuerpo de la vida misma, con el misterio f¨ªsico de la encarnaci¨®n. Sin embargo, hoy en d¨ªa, recortados del pasado, el ¨²nico lecho que provee la aut¨¦ntica innovaci¨®n, somos ciegos consumidores embobados con las baratijas que nos expenden sin contraste.
Hay, pues, que frotarse los ojos en la actualidad para atisbar la vida misma, que no es ni el espectro mortal de nuestra identidad particular, ni ese cauce interminable de nuestra naturaleza, sino el prodigioso matrimonio entre ambas: el milagroso don de nuestra existencia, sea en blanco y negro o en iridiscente policrom¨ªa, cada una de cuyas perspectivas, como otras que se descubrieron o se descubrir¨¢n, todas ellas portan una porci¨®n de verdad versicolor no saldable.
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