La c¨²pula catedralicia (o su mitad)

Levitando sobre la superficie devastada de Tit¨¢n ¨Cuna de las lunas de Saturno y cuna del supervillano Thanos-, el Doctor Extra?o contempla, en estado de trance, los futuros alternativos que emergen de la crisis que los Vengadores est¨¢n atravesando en ese momento: solo una de entre esos millones de posibilidades resulta benigna para la superheroica formaci¨®n. Y no resulta en absoluto insensato plantearse que el grado de improbabilidad de que una pel¨ªcula como Vengadores: Infinity War?saliese bien no deb¨ªa de provocar menos v¨¦rtigo. Quiz¨¢, eso s¨ª, la proporci¨®n no era de una entre algo m¨¢s de diecis¨¦is millones de posibilidades, pero la frialdad aritm¨¦tica no deber¨ªa matizar la importancia de lo que han logrado los hermanos Russo ¨Cy la suntuosa, fara¨®nica log¨ªstica de producci¨®n- con este trabajo que no parece compuesto de fotogramas ¨Co de bits de informaci¨®n-, sino de hip¨¦rboles: probablemente, Vengadores: Infinity War no es la mejor pel¨ªcula de superh¨¦roes que uno podr¨ªa so?ar pero, a la vista de la magnitud del desaf¨ªo y la eficacia del resultado ¨Ceso s¨ª, m¨¢s propio de un notable alto de alumnos aplicados que del sobresaliente del visionario de la clase-, lo justo es descubrirse ante ella.

Vengadores: Infinity War vendr¨ªa a ser algo as¨ª como la c¨²pula ¨Co, hablando con justeza, la mitad de esa c¨²pula- de la catedral del blockbuster que, a lo largo de diez a?os, han ido construyendo, colectivamente, los dieciocho t¨ªtulos anteriores del llamado Marvel Cinematic Universe. En ese corpus ha habido de todo ¨Cincluso inesperadas joyas como esa Thor: Ragnarok (2017) de Taika Waititi que parec¨ªa dibujada por Jack Kirby y guionizada por Harvey Kurtzman-, aunque lo m¨¢s relevante del proceso haya sido la progresiva conquista de un tono capaz de hacer justicia a la ligereza y libertad imaginativa de una buena historieta Marvel.

El cr¨ªtico Roger Parsons defini¨® en su d¨ªa El imperio contrataca (1980) como una versi¨®n en 70 mm. de la telecomedia Enredo de Susan Harris y algo hay de eso en esta aventura aparatosa que utiliza la familiaridad del fan con los personajes para proponer una verdadera org¨ªa de la fragmentaci¨®n narrativa, donde las r¨¦plicas afiladas (la viperina comedia de egos) alternan con islotes de espesor dram¨¢tico (la tragedia familiar modalidad subshakespeariana) para acabar abriendo la puerta a un ingrediente hasta ahora in¨¦dito en este universo: la gravedad apocal¨ªptica. El desenlace remata en alto el viaje. Y logra resonar fuera de la sala.