Vetusta Morla, la adrenalina como revulsivo inteligente
La banda madrile?a exhibe un espect¨¢culo emp¨¢tico y arrollador en el estreno de la gira ¡®Mismo sitio, distinto lugar¡¯
Los chicos de Vetusta Morla han convertido sus conciertos en acontecimientos, y eso es lo mejor que le puede suceder al rock. M¨¢s a¨²n, claro, si es con denominaci¨®n de origen. Abr¨ªan los madrile?os este s¨¢bado su esperad¨ªsima gira espa?ola en el S¨¢nchez Para¨ªso de Salamanca y no solo reventaron las 5.500 localidades del recinto, sino que impregnaron la ciudad de esa excitaci¨®n colectiva previa que parec¨ªa reservada a los grandes eventos deportivos. Pues no: seis tipos armados con guitarras, un pu?ado de canciones enf¨¢ticas y un discurso al tiempo po¨¦tico y comprometido, enraizado en una calle que las autoridades pol¨ªticas y judiciales parecen llevar lustros sin oler, fueron anoche capaces de provocar cosquillas en muchos est¨®magos y una intensa secreci¨®n colectiva de adrenalina.
Justo diez a?os despu¨¦s de virar las tendencias del rock en castellano con el impacto colosal de su debut, Un d¨ªa en el mundo, los vetustos han afrontado el reto de crecer e indagar sin llegar a traicionarse. Respecto a sus antecesores, el nuevo espect¨¢culo es m¨¢s bomb¨¢stico y mejor en todo; entre otras cosas, porque la parroquia ya no llena salas sino (atentos al desembarco de junio en Madrid) m¨¢s bien estadios. El flamante soporte visual, un estallido crom¨¢tico en contraposici¨®n a la crudeza tenebrista de La deriva, es abrumador, sofisticado y hermoso. Y en el centro de todo bascula un Pucho bailongo, hiperactivo, desatado, cada vez m¨¢s imaginativo con los giros de su voz, as¨ª se le atraganten con su propia bilis los detractores. Ah, y mejor actor que muchos que se tienen por tal: su escenificaci¨®n corporal de Al respirar, convertido todo ¨¦l en un pulm¨®n que se extiende y contrae, fue particularmente hipn¨®tica.
La decisi¨®n m¨¢s extra?a de la noche pasa por abrirla con Mismo sitio, distinto lugar, una de las creaciones m¨¢s et¨¦reas y evocadoras de la banda, ideal como colof¨®n del ¨¢lbum al que da t¨ªtulo pero poco propicia para prender la mecha de la euforia colectiva. Con todo, la fe de los madrile?os en su artiller¨ªa es inquebrantable: el nuevo disco suena en su integridad, sin una sola excepci¨®n, recuperando los tiempos en que los elep¨¦s eran unidades de medida y objetos de deseo y valor incalculable. Las cuatro primeras entregas de la jornada son estrenos y hacen diana al desembocar en Palmeras en La Mancha, con su irresistible retrato de la Espa?a grotesca y un c¨®mic alusivo amplificando a¨²n m¨¢s la s¨¢tira desde la pantalla gigante. Pero los ¨¢nimos se revolucionan definitivamente con Golpe maestro, himno subversivo por excelencia de 2014 al que se incorporan esta vez sendas alusiones mal¨¦volas al disparate judicial de La Manada y la fijaci¨®n de Cifuentes por las cremas antiedad. Es dif¨ªcil no empatizar a d¨ªa de hoy con esta actitud, m¨¢s si Pucho se encarga de enfatizarla advirtiendo de que el presente les pertenece por derecho a las mujeres.
Tras las novedades, bien engrasadas ya por el mes previo de gira latinoamericana, llegan los himnos. Copenhague luci¨® esta vez una ligera p¨¢tina soft pop, por aquello de reinventar un t¨ªtulo que, sospechamos, acompa?ar¨¢ al grupo hasta el ¨²ltimo concierto de sus vidas. Pero es una bendici¨®n que en los cuarteles de invierno de Vetusta no cejen en el objetivo de versionarse a s¨ª mismos, de introducir nuevas especias en las recetas ya cl¨¢sicas. Vayan anotando peque?as sorpresas, desde la coda col¨¦rica incorporada a ¡®Mapas¡¯ hasta el gui?o a The wall que abri¨® S¨¢lvese quien pueda.
De vuelta al repertorio reci¨¦n nacido, Guerra civil, que se qued¨® algo m¨¢s opaca en el disco, gana en intensidad sobre las tablas y se enriquece con una preciosa animaci¨®n conceptual sobre esos ¡°campos de batalla¡± en los que nos enzarzamos los seres humanos. Pero es la emocionant¨ªsima 23 de junio la que obtiene el refrendo masivo como tal vez la verdadera obra maestra de Mismo sitio, distinto lugar, con Guillermo Galv¨¢n orillando la guitarra para sentarse a un piano decorado con un globo terr¨¢queo y uno de esos gatitos de bazar chino. Y toda esa adhesi¨®n merecida la logra, pasm¨¦monos, una pieza parsimoniosa y con forma de vals.
Despu¨¦s de una semana de ensayos, estos 125 minutos salmantinos dejaron la sensaci¨®n de que en Vetusta Morla ni escatiman en detalles ni dan ya puntada sin hilo. El asalto final altern¨® lo hilarante (la peluca de Pucho y su c¨¢mara selfi para Te lo digo a ti) con el delirio imparable de Valiente y la cada vez m¨¢s visceral Fiesta mayor. Y faltaban unos bises todav¨ªa m¨¢s hiperb¨®licos, sobre todo por ese nuevo final de rave loqu¨ªsima con que se rearma El hombre del saco. Para entonces las gl¨¢ndulas suprarrenales de la concurrencia ya no daban m¨¢s de s¨ª, pero lo mejor de este sexteto es que no concibe estimular la producci¨®n adrenal¨ªnica sin hacer lo propio con la inteligencia.
Babelia
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