El pensador antifranquista
A Mill¨¢n Astray no le irritaron solo las palabras de don Miguel en defensa de vascos y catalanes
Un extenso reportaje se hizo ayer en este peri¨®dico eco de las investigaciones de Severiano Delgado, bibliotecario de Salamanca. Estamos ante un intento de desmitificaci¨®n, que desestima el famoso discurso de Unamuno del 12 de octubre de 1936, enfrent¨¢ndose al general legionario Mill¨¢n Astray, quien supuestamente habr¨ªa pronunciado los gritos de ¡°?Mueran los intelectuales!¡± Y ¡°?Viva la muerte!¡±. Delgado realiza un minucioso trabajo en el cual prueba, y aqu¨ª el t¨ªtulo del reportaje es expl¨ªcito, que Unamuno nunca pronunci¨® las conocidas palabras de respuesta a Mill¨¢n Astray.
El discurso de Unamuno nunca fue recogido ¨ªntegramente y gracias a Delgado sabemos que su recreaci¨®n se forja en el exilio (1941). El libro de Hugh Thomas generaliz¨® su difusi¨®n desde 1963, si bien mucho antes circulaba ya difusamente mecanografiado en medios universitarios. Pero lo esencial es que desde ese cuestionamiento, Delgado critica la oposici¨®n siempre evocada entre el Bien (Unamuno) y el Mal (franquismo).
Solo que las palabras no ser¨ªan esas, pero los contenidos estaban ah¨ª. A Mill¨¢n Astray no le irritaron solo las palabras de don Miguel en defensa de vascos y catalanes, unidas nada menos que a la condena de quienes hablaban de la Antiespa?a, condena no pronunciada por el legionario, sino la evocaci¨®n de Jos¨¦ Rizal. Y no solamente por ser un heroico patriota filipino a quien conoci¨® y estimaba, sino por denunciar el crimen cometido en 1896 por el general Polavieja en Filipinas, culminando una represi¨®n contra todo adversario real o supuesto, ejemplo de ¡°la brutalidad agresiva e incivil de los militares¡± (relato de Vegas Latapie). Era un discurso es¨®pico, donde el blanco inequ¨ªvoco era el militarismo franquista. L¨®gica la reacci¨®n de Mill¨¢n Astray: ¡°?Mueran los intelectuales traidores!¡±. ?Y qu¨¦ decir de la referencia en el discurso unamuniano a las mujeres que en Salamanca iban a contemplar los fusilamientos, con sus escapularios y crucifijos. Por fin, una vez limpiado de envolturas ret¨®ricas, su proclamaci¨®n de ¡°vencer no es convencer¡±, dicho en tales circunstancias, supon¨ªa un jaque al rey contra la conducta de los sublevados, a quienes apoy¨® con fuerza inicialmente. Si cambi¨® de ideas, no fue para redimirse: esta actitud no cab¨ªa en Unamuno, tan pr¨®ximo a su adversario Aza?a en cuanto a la exigencia de autenticidad. No menos al denunciar el peligro de ¡°suicidio moral¡± de Espa?a. Jos¨¦ Luis G¨®mez acierta.
La foto de la salida del acto evita cualquier disquisici¨®n ulterior y el escrito tard¨ªo reproducido por Delgado elimina toda duda. Unamuno rechaza el ¡°r¨¦gimen de terror¡± en la otra zona, y tambi¨¦n el ¡°b¨¢rbaro, anticivil e inhumano r¨¦gimen de servidumbre totalitaria¡± que ve nacer. Es un antifranquista.
Babelia
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