Nueva York escrito en la cara
La escritora neoyorquina Vivian Gornick reivindica su actitud cr¨ªtica ante cualquier acontecimiento
Cuando viv¨ªa en Nueva York estaba convencida de que yo llevaba Madrid escrito en la cara. Al menos as¨ª lo sent¨ªa muy poderosamente cuando estando sola en un restaurante daba por hecho que mi rostro delataba mi origen. Cuando alg¨²n camarero o vecino me preguntaba si era italiana, israel¨ª o griega me resultaba chocante. Vaya, ?c¨®mo no ven que llevo Madrid escrito en la cara? En eso estaba pensando cuando vi la noche del mi¨¦rcoles entrar a Vivian Gornick en un restaurante del barrio de las Letras. Me levant¨¦, nos besamos, nos sentamos frente a frente y les aseguro que ah¨ª estaba de pronto Nueva York. Nueva York en sus cuatro puntos cardinales, con toda su espina dorsal, del Bronx a Staten Island.
?Saben ustedes lo que es una mujer encarnando una ciudad? Eso es Gornick con respecto a Nueva York: la risa explosiva y abierta; la mirada directa, ir¨®nica, alerta siempre; la voz gruesa, imponente, que puede tornarse de pronto en intimidatoria; la disposici¨®n a cerrar las frases con un giro ingenioso; una fortaleza f¨ªsica que desaf¨ªa inviernos heladores y veranos asfixiantes y ese desparpajo envidiable, de personas seguras del espacio que ocupan y de que la calle es suya.
Qu¨¦ privilegio cenar con esta neoyorquina irredenta que ha hecho de la ciudad salvaje el gran personaje de su literatura. Le¨ªmos su Apegos feroces, porque hemos sido muchos los entusiastas de ese libro en el que pasean la escritora y su madre, y ahora nos llega La mujer singular y la ciudad, que es una suerte de continuaci¨®n de esa diarista que pasea y escribe, que recuerda y escribe, que transcribe las conversaciones con el amigo gay que toda escritora debe tener y que reproduce las conversaciones que a diario mantiene con desconocidos o las frases extraordinarias, sacadas de contexto, que caza al vuelo. Hay que deambular mucho por la calle para ser Vivian Gornick, y hay que tener un empecinado empe?o en que nada ni nadie coarte el grado de libertad necesario para contar una verdad ¨ªntima y perturbadora.
The Odd Woman and the City. Qu¨¦ evocador suena en ingl¨¦s. Todos los adjetivos que puede contener odd pueden adjudic¨¢rsele a ella: peculiar, rara, distinta, no convencional, insumisa, idiosincr¨¢tica e impar, o lo que es lo mismo: mujer sin pareja. Con ese doble significado encantador y algo humor¨ªstico presenta Gornick una nueva tanda de paseos inolvidables. Son paseos por el presente o por el recuerdo, por su actual barrio, el Greenwich Village de Manhattan, o por su lugar de origen, The Bronx.
Nos cuenta Vivian que en los ¨²ltimos tiempos se ha convertido en una especie de celebrity local y que las se?oras le asaltan en la calle para decirle, ¡°?qu¨¦, has escrito ya otro libro?¡±. Eso es mucho en una ciudad en la que se combinan con extra?a armon¨ªa el poder aplastante de la soledad con las habituales conversaciones entre desconocidos que aten¨²an la sensaci¨®n de ser invisible.
Fue Vivian Gornick una joven feminista radical, y ahora es una feminista de la vieja escuela, una old feminist, como ella se define, y esa actitud se aprecia en lo que escribe. Su mirada hacia los hombres no es furiosa sino ir¨®nica, descre¨ªda y en sus recuerdos vibran tanto la voluntad de amar como una especie de asunci¨®n de que mujeres como ella est¨¢n hechas para andar solas por la vida. Las escenas sexuales me apasionan, por lo que tienen de desprejuiciadas y gamberras, aunque no haya pretensi¨®n en la autora de epatar, sino de narrar sin tapujos. En un pasaje en el que se encuentra a un viejo amigo de su infancia en el Bronx, dice as¨ª: ¡°Acabamos en la cama y una intensa y dulce felicidad, que ninguno hab¨ªamos imaginado que sentir¨ªamos, nos pill¨® desprevenidos. Una tarde, cuando est¨¢bamos haciendo el amor, le hice una mamada. Cuando termin¨¦, Le dije:
¡ªEl sue?o de todos los chicos del Bronx, que una chica de su calle se la chupe.
Manny se recost¨® sobre la cama y rio de esa forma suya tan franca y sencilla. Eso me excit¨® m¨¢s que nada de lo que nuestros cuerpos estaban haciendo¡±.
Esta mujer a la que he conocido sonriente y cordial, agradecida por la pasi¨®n que est¨¢n despertando sus libros, reivindica algo que de manera poderosa conforma su car¨¢cter y por lo que a las mujeres se nos suele reconvenir: su actitud cr¨ªtica ante cualquier acontecimiento. ?Por qu¨¦ no habr¨ªa de ser cr¨ªtica?, le pregunta a un amigo. Quienes nos acercamos a sus libros anhelamos que lo sea, que diga en p¨²blico lo que solemos cuchichear en privado, que mantenga su radical conflicto ¨ªntimo con el amor, la amistad y sus propias contradicciones.
Vivian Gornick en persona es como Vivian Gornick en libro. De tal forma que me pareci¨® coherente y divertido que en la ma?ana de su llegada la escritora se fuera al Prado y despu¨¦s quisiera montarse en un autob¨²s urbano para ver Madrid sobre las ruedas de un transporte municipal. ?Es muy Vivian Gornick!
Tras la cena, salimos a la calle, y su rostro irradiaba tantas luces neoyorquinas que la calle Morat¨ªn se me antoj¨® de pronto cualquier rinc¨®n del Greenwich Village.
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