Luis David, ilusi¨®n y fortaleza
El joven torero mexicano cort¨® una oreja al toro de m¨¢s calidad de un encierro desigual de Juan Pedro Domecq
Cuando sali¨® el segundo toro de la tarde ¡ªprimero de Rom¨¢n¡ª la plaza estaba adormilada. Se escuchaban algunos murmullos, pero eran los acomodadores, que comentaban la victoria del Atleti; el resto, sesteando.
Son d¨ªas, estos de San Isidro, de empapar la miga del pan en la salsa del rabo de toro ¡ªquien lo comiera¡ª, remojarlo con un buen vino, y terminar con una copa y un puro largo; ya sentado en la dura piedra, un gin-tonic, si se tercia, y, como colof¨®n, Finito de C¨®rdoba. Siesta segura.
Domecq / Finito, Rom¨¢n, Luis David
Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno ¡ªel sexto¡ª de Parlad¨¦, correctos de presentaci¨®n, cumplidores en los caballos, blandos y muy nobles; destac¨® el tercero por su movilidad y calidad.
Finito de C¨®rdoba: cuatro pinchazos ¡ªaviso¡ª un descabello y el toro se echa (silencio); pinchazo hondo (silencio).
Rom¨¢n: pinchazo hondo ¡ªaviso¡ª y tres descabellos (silencio);
Luis David: estocada ca¨ªda (oreja); pinchazo hondo y dos descabellos (ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas. D¨¦cimo festejo de la Feria de San Isidro. 17 de mayo. M¨¢s de media entrada (16.317 espectadores, seg¨²n la empresa). Se guard¨® un minuto de silencio en memoria de Ram¨®n Vila, excirujano jefe de la Maestranza.
Y no porque el veterano torero sea una medicina contra el insomnio, sino porque cuando est¨¢ a punto de cumplir 27 a?os como matador de toros no es la imagen de la ilusi¨®n, precisamente. Mantiene la elegancia y el empaque en sus maneras, y recibi¨® al primero con un par de ver¨®nicas y hasta cuatro medias airosas que hac¨ªan presagiar lo que no sucedi¨®.
El toro no es que tuviera ganas de embestir; nobleza encerraba, pero tambi¨¦n falta de casta y de codicia. Y el torero se lo tom¨® con excesiva parsimonia, de tal modo que, despu¨¦s de unos muletazos por alto iniciales, tard¨® lo que pareci¨® una eternidad para trazar un derechazo largo y despegado, al hilo del pit¨®n, eso s¨ª.
Y ah¨ª termin¨® la historia; la historia de su toreo, que no la faena. Intentos lentos y bald¨ªos ante un animal parado y tullido, como si dirigiera una clase de hipnosis. Pero como el toro estaba dormido hac¨ªa rato, los que se quedaron cuajados fueron los espectadores.
El despertador fueron las dos ver¨®nicas, otro par de gaoneras y la larga con las que Rom¨¢n recibi¨® a su primero. Despu¨¦s de la siesta se agradece la alegr¨ªa de un torero que parec¨ªa venir a por todas.
Brinda Rom¨¢n a la plaza y protagoniza un momento emocionante. Se sit¨²a en los medios, pliega la muleta en la mano izquierda, el estoque escondido en la cadera, y cita al toro, aculado en tablas, con el llamado cartucho de pescao, popularizado por el maestro Pepe Luis V¨¢zquez. Se resiste su oponente a obedecer, lo llama con la voz y peque?os saltos; finalmente, el toro se arranca a gran velocidad, el torero debe retirar la pierna de salida para evitar el atropello y el encuentro no alcanza la vistosidad deseada.
Pero era algo nuevo, a?ejo y cl¨¢sico, distinto, raz¨®n suficiente para que la plaza entera despertara de la tristeza inicial.
Despu¨¦s, nada le sali¨® a derechas al torero valenciano; muchos pases, pero muy pocos de calidad. No hubo conexi¨®n ni temple; y, encima, el toro se raj¨® pronto y las ilusiones se desvanecieron. De la siesta se pas¨® al bostezo.
Pero sali¨® Omb¨², un precioso toro jabonero, que empuj¨® en el caballo, galop¨® en banderillas y lleg¨® a la muleta con una movilidad y una clase excepcionales. No era un toro fiero, sino artista y nobil¨ªsimo, pero hondo y exigente en la muleta.
Luis David le cort¨® una oreja y se la gan¨® a pulso con entrega y pundonor. Lo recibi¨® a la ver¨®nica, quit¨® por chicuelinas e inici¨® el tercio final por estatuarios muy toreros, atornilladas las zapatillas en la arena, derecho como una vela y quieto como un poste. Omb¨² embisti¨® largo y tendido, humill¨® y aguant¨® una faena larga con extrema bondad.
Luis David hizo lo que sabe y lo hizo bien con ilusi¨®n y fortaleza. No es un exquisito, pero se esforz¨® para estar al nivel de su oponente, objetivo harto dif¨ªcil. Las tandas resultaron aceleradas, vistas y no vistas, y qued¨® la impresi¨®n de que el que mand¨® fue el toro, que repet¨ªa incansable una y otra vez. Espada en mano, se tir¨® sobre el morrillo y, aunque qued¨® ca¨ªda, mereci¨® la oreja por su encomiable decisi¨®n.
Quedaba la inc¨®gnita del sexto y la posibilidad de la puerta grande para el mexicano. Ech¨® el resto, pero no pudo ser. Hizo un muy vistoso quite por zapopinas, volvi¨® a brindar al respetable, inici¨® la faena con un ce?ido pase cambiado por la espalda, pero el toro desarroll¨® genio, acort¨® el viaje y desluci¨® el sue?o del muchacho.
Eso ocurri¨® en el ¨²ltimo, que cogi¨® al personal dormitando de nuevo. Soso fue el cuarto y Finito alent¨® de nuevo la siesta; y Rom¨¢n se mostr¨® espeso, esa es la palabra, ante la poca clase del quinto. Espeso quiere decir con las ideas emborronadas, preso de incertidumbre, y esa sensaci¨®n de que haces lo que sabes y no comunicas nada, y sientes la mirada fr¨ªa y lacerante del p¨²blico en la nuca.
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