Un torero de Lima a la cima
Andr¨¦s Roca Rey, diestro peruano y estrella de San Isidro, conmociona la tauromaquia contempor¨¢nea
El verdadero nombre de Andr¨¦s Roca Rey (Lima, 1996) es Andr¨¦s Roca Rey. No necesitaba apodo el ¨ªdolo peruano. Lo lleva de serie. Imprime car¨¢cter la aliteraci¨®n de sus apellidos. Roca Rey. Y parecen m¨¢s propicios incluso a la gloria de un boxeador que al repertorio de un torero. Roca Rey. O King Roca,como se le conoce coloquialmente a prop¨®sito de su dureza y de sus expectativas de tiran¨ªa. Ha empezado a ejercerla desde la arrogancia, desde la personalidad, desde el valor. Y se han agotado antes que ning¨²n d¨ªa sus tardes de San Isidro -tore¨® el viernes 18 y repite el 23-, tanto por lo que representa la inercia triunfal en 2018 (Valencia, Sevilla, Jerez) como por la nostalgia del trono vacante de Jos¨¦ Tom¨¢s.
El Rey Roca no es un delf¨ªn ni un ep¨ªgono del tomasismo. El carisma y el temple definen sin comparaciones la propia idiosincrasia, pero su tauromaquia de plomo y aplomo incorpora el dramatismo y hasta la psicosis del torero ausente. Cercan¨ªa. Estremecimiento. Cara de ni?o. Espada de caballero antiguo.
El tributo de sangre se identifica en los costurones de su cuerpo. Sus muslos e ingles se retuercen en cremalleras de sutura, pero no se le ha escapado la valent¨ªa. Identifican el compromiso del matador y la constancia de su desaf¨ªo. Roca Rey se hunde en la arena, se atornilla, aunque la gallard¨ªa no lo convierte en un temerario, ni en un torero desesperado. La elegancia y la altivez con que se pavonea matizan la testosterona. Y su verticalidad de campanario lime?o recuerda m¨¢s al descaro de Luis Miguel que al cipr¨¦s funerario de Manolete.
No es un delf¨ªn ni un ep¨ªgono del tomasismo. Su tauromaquia, de plomo y aplomo, incorpora el dramatismo y hasta la psicosis del torero ausente
Roca Rey es el mayor fen¨®meno taurino que ha precipitado Am¨¦rica desde los tiempos de C¨¦sar Rinc¨®n en los noventa, aunque le diferencia del maestro colombiano su alcurnia y su estirpe. Rinc¨®n ven¨ªa del hambre y del pueblo. Roca procede del bienestar. Una familia acomodada de la primera clase lime?a que le ha proporcionado educaci¨®n, cent¨ªmetros (mide 1,83) y prestancia, hasta el extremo de que la abuela del torero fue Miss Universo en el certamen de Long Beach en 1957.
Se notan los genes de la est¨¦tica en la imagen distinguida del matador, como ten¨ªan que notarse los antecedentes de la tauromaquia. Su abuelo fue empresario en Lima, su t¨ªo ejerci¨® de rejoneador, y hasta su hermano Fernando alcanz¨® a graduarse como matador de toros.
El contexto familiar predispuso el trance del bautizo. Andr¨¦s Roca Rey ten¨ªa siete a?os cuando su padre, empresario del algod¨®n, condescendi¨® con que toreara una becerra en su cumplea?os. La experiencia ¡°envenen¨®¡± al Andi, tal como lo llamaban entonces. Supuso una revelaci¨®n a la que no pod¨ªan objetarse l¨ªmites. Ni de edad (debut¨® en p¨²blico con 11 a?os) ni de geograf¨ªa, toda vez que la repercusi¨®n del torerillo en las plazas de M¨¦xico y de Colombia acerc¨® el sue?o de probarse en Espa?a con el pretexto o el compromiso de estudiar.
Andr¨¦s Roca Rey ten¨ªa siete a?os cuando su padre, empresario del algod¨®n, condescendi¨® con que toreara una becerra en su cumplea?os
Lo hizo con 15 a?os en la senda invertida de los conquistadores. Y ech¨® ra¨ªces en la Escuela de Tauromaquia de Badajoz, aunque el episodio m¨¢s relevante de aquellos a?os de aprendizaje, de pueblos y de tentaderos, sobrevino cuando lo vio torear Jos¨¦ Antonio Campuzano, figura de los a?os ochenta y mentor plenipotenciario de Roca Rey, hasta el punto de adoptarlo como a un hijo.
Compartieron los primeros triunfos del ni?o prodigio, su debut de novillero (Capiteux, Francia, 2014) y el contratiempo de una grave cornada en Villaseca de la Sagra, aunque las heridas en el muslo derecho no le impidieron doctorarse en la plaza de Nimes el 19 de septiembre de 2015.
La salida a hombros fue la premonici¨®n de una carrera tan relevante por los hitos conseguidos (la Puerta del Pr¨ªncipe de Sevilla, la Puerta Grande de Madrid, el Escapulario de Lima) como por las conquistas pendientes. No se le adivina techo a Roca Rey. E impresiona la madurez que ha adquirido a los 22 a?os, conservando un aura providencial y hasta un peinado de monaguillo.
La ejemplaridad con que se desenvuelve emula la concentraci¨®n del samur¨¢i. No se le conoce novia a Roca Rey. Se le conocen partidarios de alcurnia. Empezando por Mario Vargas Llosa, cuya presencia en las tardes del compatriota formaliza un rito de fidelidad, y redunda en la sangre azul del fen¨®menoperuano. Fen¨®meno quiere decir que Roca Rey se ha convertido en un ¨ªdolo en Latinoam¨¦rica. Se le percibe como una estrella de rock. Y lo agasajan las masas en las plazas de toros y en los aeropuertos, aunque la fama y el dinero -es una de las figuras m¨¢s cotizadas del escalaf¨®n- no han corrompido su modestia. Le protege el rosario que se ci?e en el cuello y lo hacen sus lecturas.
Roca Rey es un torero sobrio e ilustrado. Le gusta Arturo P¨¦rez-Reverte. Y maneja como un breviario la biograf¨ªa de Mohamed Al¨ª que escribi¨® Richard Durham. No es s¨®lo una cuesti¨®n de devoci¨®n, sino de ambici¨®n. El propio t¨ªtulo de la obra, El m¨¢s grande, tanto evoca sin pretenderlo el pasodoble de Marcial como implica un camino de perfecci¨®n que identifica los apellidos de Roca Rey, ahora s¨ª, con el espacio claustrof¨®bico del cuadril¨¢tero.
Roca Rey pelea contra s¨ª mismo sin descuidar el modelo adolescente que le ha acompa?ado en las paredes de su habitaci¨®n en su exilio de Gerena (Sevilla). Y no es Juan Diego Fl¨®rez, el tenor peruano, ni Manos de Piedra Dur¨¢n, el demoledor boxeador paname?o, sino Juli¨¢n L¨®pez, El Juli . Ni?o prodigio como ¨¦l, pero sobre todo hombre prodigio en el umbral de los 20 a?os de alternativa y rival en los ruedos por la hegemon¨ªa de la tauromaquia del siglo XXI.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.