Nietzsche, ¡°m¨²sico malogrado¡±
La Fundaci¨®n Juan March dedica un ciclo a la pasi¨®n cruzada del fil¨®sofo
Un piano, su partitura En souvenir des anciens, la ¡°mel¨¢nc¨®lica aria¡± Erbarme dich, mein Gott, de la Pasi¨®n seg¨²n san Mateo ¡ª¡°que ha vuelto locos a los franceses¡±, cuenta a su amigo el compositor Heinrich K?selitz¡ª eran, en apariencia, las luces de una nostalgia para Friedrich Nietzsche. Un fil¨®sofo que, a veces, firmaba sus cartas como ¡°malogrado musicus¡±. He ah¨ª el dolor, he ah¨ª la escisi¨®n de un hombre que con la filosof¨ªa quiso combatir la a?oranza que hab¨ªa en cada uno de los europeos, seg¨²n dec¨ªa. Y, en cambio, a la m¨²sica le estaba pidiendo un regreso. Lo rogaba. Aquel pensador que se encar¨® a toda una tradici¨®n filos¨®fica, que vio en Kant a un te¨®logo y que se revolvi¨® contra Hegel, pose¨ªa sin embargo una mente musical que quer¨ªa retornar a un pasado a salvo de los compositores que, como Richard Wagner, estaban ¡°enfermos de lo sobrenatural¡±. Ind¨®mito, buscaba la fuerza de una armon¨ªa originaria, esa armon¨ªa, en expresi¨®n suya, creada por un grito y un contragrito. La Fundaci¨®n Juan March dedica el ciclo El universo musical de Friedrich Nietzsche a esa pasi¨®n cruzada.
Aquel pensador que tuvo la certidumbre de que el sonido proced¨ªa de la noche y que el o¨ªdo era el ¨®rgano del miedo ¡ªun ¨®rgano cuya materia prima no es, por cierto, ni el sonido ni el silencio sino la oscuridad, ya que de ella surge el mundo m¨ªtico¡ª no estaba hablando como un conservador. Le ped¨ªa a la m¨²sica naturalidad, el brillo de los cuerpos sudados del cortejo dionis¨ªaco, luz meridional, instinto.
Si todo en el lenguaje musical es una voluntad de disoluci¨®n, entonces ?c¨®mo aceptar una m¨²sica que pretende trazar ¡°un plan nacionalista alem¨¢n¡±? Era esta la estrategia de Wagner. Nietzsche jam¨¢s dej¨® de pensar en estos t¨¦rminos, jam¨¢s dej¨® de hablar desde su condici¨®n de m¨²sico. Es cierto que fue un compositor fr¨¢gil, con frecuencia ca¨ªdo en lo opuesto de su filosof¨ªa, en lo m¨¢s alejado, que era la inocencia. Pero fue su tensi¨®n entre el inicio que es la m¨²sica, y la consumaci¨®n que es la palabra, lo que, sin descanso, le mantuvo en alerta, siempre en vigilia. Durante sus continuos viajes en ferrocarril, en las pensiones, en los caf¨¦s, tomaba notas sin cesar sobre ese natural devenir que era la m¨²sica, un fluir irreparable pero no angustioso. Nietzsche nunca temi¨® el tiempo, de ah¨ª su libertad. Y eso lo deb¨ªa a la m¨²sica, al aprendizaje del olvido de s¨ª, a aquel contrapunto de Schumann, a aquella parte sentimental de Beethoven que, seg¨²n ¨¦l, era Schubert.
Choque con Wagner
Por encima de la melod¨ªa estaba la armon¨ªa; por encima de la voz, el mundo, su celebraci¨®n. De nuevo el grito y el contragrito, que no forman un eco, no constituyen un fen¨®meno ac¨²stico; se trata, al contrario, de una pregunta y una respuesta bien definidas. Es el di¨¢logo no tr¨¢gico de la tragedia. En ¨¦l intenta vivir el ser humano.
Cuando un conflicto es irresoluble se trivializa, y eso es lo que a menudo ha hecho la cr¨ªtica al referir el enfrentamiento entre Nietzsche y Wagner. Este antagonismo no tiene ra¨ªz, sino anclaje. Es el mismo rechazo, la misma impugnaci¨®n que debi¨® de sentir frente a Hegel: no se puede construir una m¨²sica ¡ªuna filosof¨ªa¡ª asertiva por naturaleza, no puede aceptarse que se apele a una continua afirmaci¨®n ni ce?irse a ¡°un plan nacional¡±. Llevaba raz¨®n al decir que Wagner era un decreto en Alemania. Para Nietzsche el arte del sonido era, as¨ª lo pensaba, lo opuesto: una intuici¨®n aleg¨®rica de lo universal. Su triunfo moral, el de la m¨²sica, es este: su pertenencia a todos, su arraigo en nada. No por otra cosa escribi¨® en una temprana carta de 1869 que, despu¨¦s de haber o¨ªdo la ¡°caja arm¨®nica viviente¡± que era el coro griego, despu¨¦s, tambi¨¦n, de o¨ªr gritar al actor, el oyente se hab¨ªa vuelto sonoro, vibraci¨®n que se expande y disuelve. Si acept¨® a Bellini, si pens¨®, sobre todo, en Bizet, no fue tanto para saludar su m¨²sica como por sospechar que en ella no se arrastraba a nadie a la condena, es decir, a la obligaci¨®n de ser destino.
El malogrado musicus, el compositor de Nachklang einer Sylvesternacht, el espectador ¡°sonoro¡±, se sent¨ªa ¡°demasiado m¨²sico¡± como para ser rom¨¢ntico, atisbaba ya el exceso de una m¨²sica ¡°volcada hacia lo exterior¡±, es decir, hacia su espect¨¢culo, principio de la destrucci¨®n de la m¨²sica, ya incapaz de redimir.
Ram¨®n Andr¨¦s, ensayista, poeta y pensador, es autor, entre otros libros de Diccionario de m¨²sica, mitolog¨ªa, magia y religi¨®n (Acantilado).
Ciclo en la Juan March sobre la otra pasi¨®n del fil¨®sofo
Notable pianista y compositor de m¨¦rito, Friedrich Nietzsche abandon¨® pronto la intenci¨®n de dedicarse a la m¨²sica profesionalmente, aunque esta fue central en su pensamiento.
La Fundaci¨®n Juan March dedica a esa pasi¨®n un ciclo de tres sesiones que arranc¨® el mi¨¦rcoles pasado, contin¨²a ma?ana y termina el pr¨®ximo mi¨¦rcoles. Este ciclo muestra "las distintas vertientes de la rica relaci¨®n de Nietzsche con el arte de los sonidos: el polemista que am¨® y odi¨® a Wagner, el compositor que leg¨® un cat¨¢logo de m¨¢s de 40 obras y el poeta que inspir¨® un notable corpus de Lieder". Las interpretaciones musicales alternar¨¢n con lecturas de fragmentos del fil¨®sofo.
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