Roca Rey, el ¨ªdolo
Decepcionante y lluviosa tarde de expectaci¨®n a causa de una descastada corrida de Victoriano del R¨ªo
El joven Roca Rey se erigi¨® en el salvador de la tarde, si es que la corrida ten¨ªa salvaci¨®n posible. El torero lo intent¨® con todas sus fuerzas ante el sexto de la tarde, cuando los ¨¢nimos estaban deca¨ªdos y nadie esperaba una recuperaci¨®n que parec¨ªa imposible.
Pero este peruano es un cicl¨®n. Cuenta con la fortaleza y la ilusi¨®n como atributos de su juventud; pero es, adem¨¢s, valiente a carta cabal. Ha adquirido oficio y trat¨® de torear como mandan las escrituras. Goza del fervor popular y se ha convertido en el ¨ªdolo indiscutible del nuevo p¨²blico taurino.
Todo se le jalea, todo se le aplaude, pero es que hay que reconocerle el gran m¨¦rito de su faena de muleta al que cerraba plaza, el ¨²nico que embisti¨® en el tercio final.
Esper¨® al toro en la primera raya del tercio, atornilladas las zapatillas en la arena, y aguant¨® unos muy ce?idos estatuarios, que cerr¨® con un largo pase de pecho, que produjeron el delirio en los tendidos.
No le acompa?aba la fortaleza al animal y dobl¨® las manos dos veces en la primera tanda con la derecha. Cuando todo parec¨ªa destinado a la desesperaci¨®n, Roca Rey lo embarc¨® en el enga?o y le rob¨® redondos hondos y largos, en el sitio justo, en un palmo de terreno, y, por vez primera en toda la tarde, surgi¨® la emoci¨®n.
Hubo despu¨¦s un natural excelente y un espectacular e inteligente arrim¨®n posterior; tanto se acerc¨® a los pitones del toro que este lo derrib¨® y, una vez en la arena, le perdon¨® la cornada. Se tir¨® a matar de verdad y consigui¨® una estocada en lo alto que produjo derrame y una muerte fulminante del animal.
Pase¨® la oreja con todo merecimiento; por su entrega, su encomiable decisi¨®n y porque salv¨® una tarde que hab¨ªa ca¨ªdo por el precipicio del fiasco m¨¢s absoluto.
DEL R?O / PERERA, TALAVANTE, ROCA
Toros de Victoriano del R¨ªo, justos de presentaci¨®n, cumplidores en los caballos, blandos, descastados y nobles. Destac¨® el sexto por su movilidad.
Miguel ?ngel Perera: tres pinchazos ¡ªaviso¡ª y un descabello (silencio); casi entera y dos descabellos (silencio).
Alejandro Talavante: estocada tendida y ocho descabellos (silencio); media baja y un descabello (silencio).
Roca Rey: pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio); estocada (oreja)
Plaza de Las Ventas. Decimosexto festejo de la Feria de San Isidro. 23 de mayo. Lleno de "no hay billetes" (23.624 espectadores, seg¨²n la empresa).
Sali¨® engallado el primero de la tarde, recorri¨® el di¨¢metro del ruedo y se asom¨® al callej¨®n del tendido 6; dio un par de vueltas al anillo y pronto se le bajaron los humos. Ya no ten¨ªa cara de chulito, sino de avejentado. Lleg¨® a la muleta con una nobleza altamente almibarada, de esas ins¨ªpidas y carentes de atractivo. Ni el toro ni Perera dijeron nada. Tan bonach¨®n el animal y tan soso el torero¡
El segundo dobl¨® las manos un par de veces al salir del primer encuentro con el caballo, y momentos despu¨¦s se derrumb¨® ante la muleta de Talavante. Un inv¨¢lido era.
Roca Rey brind¨® a la concurrencia la muerte del tercero y a¨²n alguien se estar¨¢ preguntando el motivo del agasajo. Comenz¨® con dos pases cambiados por la espalda y ah¨ª acab¨® la historia. Corto fue el viaje del toro y despegado y fuera de cacho el torero.
A punto estuvo el cuarto de darle un serio disgusto a Curro Javier, excelente subalterno. Lo persigui¨® con furia tras un par de banderillas, no hizo caso al capote de Javier Ambel y nadie se explica c¨®mo se libr¨® de la cornada antes de caer sin consecuencias en la boca del burladero. A este toro, Perera no le dio redondos, sino rectil¨ªneos muletazos, vac¨ªos de torer¨ªa, antes de que el animal se rajara definitivamente.
Un natural dibuj¨® Talavante al quinto, que pronto dio con el hocico en la arena e instantes despu¨¦s hundi¨® los pitones en el mismo lugar. Y, por fin, sali¨® el sexto y ocurri¨® lo que ocurri¨®.
Cinco toros, cinco silencios¡ Nada. Ni un solo recuerdo para la vejez. Un aguacero, eso s¨ª, comenz¨® durante la lidia del segundo y arreci¨® en el tercero. Los tendidos se despoblaron, y m¨¢s de uno recordar¨¢ el festejo por el enfriamiento del d¨ªa siguiente.
Tarde de ¡°no hay billetes¡±; corrida de expectaci¨®n, que dicen los que se consideran cabales, y un fiasco como una catedral.
Este es el toro de las figuras, el que acabar¨¢ con la fiesta, el que cr¨ªan unos cuantos para que jueguen con ellos quienes copan ya todas las ferias al margen de un fracaso en Madrid.
Menos mal que, cuando nadie lo esperaba, surgi¨® Roca¡
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