El deseo y la ley

No resulta demasiado complicado entender por qu¨¦ Rachel Weisz llam¨® al chileno Sebasti¨¢n Lelio? para dirigir la adaptaci¨®n de la primera novela de la autora brit¨¢nica Naomi Alderman, publicada en 2006: al igual que Gloria (2013) y Una mujer fant¨¢stica (2017), Disobedience es una historia que sintetiza la din¨¢mica del melodrama en el pulso entre el deseo (femenino) y la ley (patriarcal). Al igual que Marina Vidal, la hero¨ªna de Una mujer fant¨¢stica, Ronit Krushka, el personaje que aqu¨ª interpreta Rachel Weisz, es alguien que reclama su derecho al duelo en un entorno que se manifiesta hostil: el c¨ªrculo familiar y religioso de ese difunto padre rabino del que la protagonista se desafili¨® cuando decidi¨® emprender una vida independiente en Nueva York como artista de la fotograf¨ªa, lejos de esa opresiva ortodoxia religiosa de la comunidad jud¨ªa londinense.

Lelio es consecuente con su discurso y tambi¨¦n especialmente meticuloso en la descripci¨®n de ese ambiente helado, donde las mujeres parecen habitar, en interiores, unos limbos de aislamiento que se dir¨ªan la versi¨®n contempor¨¢nea de una pintura de Vilhelm Hammersh?i. Lo que activar¨¢ el conflicto ser¨¢ la reactivaci¨®n del deseo que Ronit vivi¨® en su adolescencia por su amiga Esti Kuperman ¨Cuna magn¨ªfica Rachel McAdams, que se ajusta sus pelucas como quien se ci?e una mordaza o una renuncia vital-, casada hoy con un amigo de juventud de las dos llamado a ser el heredero en la sinagoga del legado y la autoridad del rabino muerto.

Un serm¨®n en el cl¨ªmax que entra y sale de foco, mientras las l¨¢grimas afloran en la mirada de Esti, aporta el gran pico de fuego expresivo en esta pel¨ªcula notable, si bien algo forzadamente circunspecta, en la que Lelio pierde algo de identidad en la traducci¨®n.