Ante futuros cr¨ªmenes
Kafka describi¨® el n¨²cleo del problema: la situaci¨®n de brutal imposibilidad del individuo frente a la m¨¢quina devastadora del poder

Hemos o¨ªdo elogiar la capacidad de percepci¨®n de Kafka y haremos bien en no confundirla con la de profec¨ªa. La percepci¨®n es saber capturar una realidad que se est¨¢ perfilando objetivamente ante nosotros y muchas veces en el futuro colectivo. La profec¨ªa es otra cosa y para papelones como los de Nostradamus no estuvieron, por suerte, nunca demasiado dotados los escritores. Vista desde el ¨¢mbito filos¨®fico, la percepci¨®n es ¡°aprehensi¨®n ps¨ªquica de una realidad objetiva, distinta de la sensaci¨®n y de la idea¡±. Y esta no solo es una buena definici¨®n, sino que convierte en m¨¢s atractiva, si cabe, a la percepci¨®n, pues nos sobran ¡°las sensaciones¡± (dej¨¦moslas para el mundo del f¨²tbol, donde es ya costumbre preguntar por ellas a los entrenadores) y sobran tambi¨¦n ideas, porque casi todas ya est¨¢n en manos de irresponsables.
Una hipot¨¦tica Historia de la percepci¨®n en la literatura, que imagino tan breve como sint¨¦tica, deber¨ªa describir, de entrada, c¨®mo la facultad de percepci¨®n en los escritores aument¨® especialmente en el siglo pasado, y tanto fue as¨ª que en los a?os ochenta en Madrid, entonces con cierta precipitaci¨®n, lleg¨® a decirse y cantarse que el futuro ya estaba aqu¨ª.
El pulso de esa hipot¨¦tica y breve Historia crecer¨ªa en intensidad a medida que avanz¨¢ramos. Comenzar¨ªa sin orden cronol¨®gico y lo har¨ªa por George Perec, que a mediados de los setenta, en Especies de espacios, tras ver en qu¨¦ se hab¨ªan convertido los aeropuertos, percibi¨® que se iba abriendo paso un perverso estilo de vida, cada vez m¨¢s uniformado, m¨¢s mercantilizado. Y nuestra Historia podr¨ªa proseguir con escenas de la dura resistencia que, por esos mismos d¨ªas, ofreciera Nabokov a ser entrevistado en la televisi¨®n, pues tem¨ªa que su escritura quedara asociada a sus titubeos de pobre mortal ante la c¨¢mara, como efectivamente as¨ª fue, porque de la entrevista solo se recuerdan unos furtivos lingotazos de ginebra. Nabokov, en cualquier caso, no tard¨® en cebarse en el mal de la fotogenia y en decir que hab¨ªa percibido un futuro no muy lejano en el que los escritores iban a transformarse en cromos repartidos por todo el planeta.
Por supuesto, para el final de la sint¨¦tica historia de la percepci¨®n ser¨ªa indispensable Kafka, pionero en percibir hacia d¨®nde evolucionar¨ªa la distancia entre estado y ciudadano, singularidad y colectividad. Kafka ¡ªque admiraba a Flaubert, que hab¨ªa dicho que la estupidez avanzar¨ªa imparable en el mundo occidental¡ª describi¨® el n¨²cleo del problema: la situaci¨®n de brutal imposibilidad del individuo frente a la m¨¢quina devastadora del poder. Una situaci¨®n que nos evoca la angustia y el horror que rodean, por ejemplo, al personaje de Theodor Buschbeck en Jerusal¨¦n, la novela de Gon?alo M. Tavares: ese m¨¦dico obsesionado con encontrar una f¨®rmula matem¨¢tica capaz de percibir los futuros cr¨ªmenes de la humanidad. Nada extra?o que hayamos desembocado en Tavares, porque, justo cuando ha llegado ya de verdad el futuro, es uno de los contempor¨¢neos que con mayor ingenio profundiza en las percepciones de Kafka.
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