Ginotop¨ªas
La ficci¨®n feminista existe desde Arist¨®fanes, pero es f¨¢cil vaticinar un auge del g¨¦nero en los pr¨®ximos a?os a ra¨ªz de los cambios que vivimos
Podr¨ªamos llamarlo ginotop¨ªas, lugares imaginarios en los que no existen los hombres, las mujeres dominan o acaban imponi¨¦ndose o en los que mujeres y hombres son, sencillamente, iguales. El contrapunto de las ginotop¨ªas ser¨ªan las distop¨ªas feministas, universos en los que las mujeres sufren y son sometidas (todav¨ªa m¨¢s que en la realidad). La ficci¨®n feminista no es nueva y existe desde la Antig¨¹edad ¡ªpensemos en Lis¨ªstrata, de Arist¨®fanes¡ª, pero es f¨¢cil vaticinar un auge de este g¨¦nero en los pr¨®ximos a?os a partir del profundo cambio de paradigma en las relaciones de g¨¦nero que estamos viviendo. El arte, en este caso la literatura y el cine, siempre ha sido un medio con el que estimular el cambio de mentalidades y patrones sociales. Invitar al lector o al espectador a imaginar otros mundos y a imaginarse en ellos puede tener un impacto mayor sobre su conciencia que un discurso pol¨ªtico o una explicaci¨®n te¨®rica sobre las ventajas de transformar la sociedad.
La proyecci¨®n negativa de la desigualdad de g¨¦nero es hasta ahora m¨¢s prol¨ªfica. Dan fe de ello novelas como El cuento de la criada (1985), de Margaret Atwood, y su reciente y exitosa readaptaci¨®n a la pantalla en la serie hom¨®nima de Hulu, Future Home of the Living God (2017), de Louise Erdrich, o la propia Bellas durmientes (2018), de Stephen y Owen King. Quiz¨¢ es m¨¢s f¨¢cil imaginar mundos peores que mejores. Por eso, las sociedades matriarcales ideales imaginadas por Charlotte P. Gilman en Herland (Dellas) (1915) o Sally Miller Gearhart en The Wanderground (1979) resultan tan excepcionales. En la primera, las mujeres se reproducen por partenog¨¦nesis, predomina entre ellas la bondad y el respeto, cuidan colectivamente de su descendencia y viven en armon¨ªa con su entorno natural. Miller Gearhart imagina tambi¨¦n a sus ¡°mujeres de la colina¡± en armon¨ªa con la naturaleza y capaces de comunicarse telep¨¢ticamente entre ellas y con los animales. El poder (2018), de Naomi Alderman, donde las mujeres desarrollan repentinamente la capacidad letal de transmitir electricidad a trav¨¦s de sus manos, se sit¨²a quiz¨¢ entre ambos g¨¦neros. Si bien las mujeres logran en gran medida revertir el patriarcado gracias a su poder el¨¦ctrico, ello sucede tras a?os de violenta lucha contra la cruel resistencia que interponen los hombres para no perder sus privilegios y no termina por traducirse necesariamente en sociedades igualitarias.
Invitar al lector a imaginar otros mundos puede tener un impacto mayor sobre su conciencia que un discurso pol¨ªtico o una teor¨ªa sobre las ventajas de transformar la sociedad
?Debemos concluir que la utop¨ªa de las mujeres es sin¨®nimo de distop¨ªa para los varones? En el cortometraje Mayor¨ªa oprimida (2010), la actriz y realizadora francesa ?l¨¦onore Pourriat invierte los papeles de hombres y mujeres en la sociedad actual. Su protagonista, Pierre, se enfrenta a situaciones que son cotidianas para muchas mujeres: mientras empuja el carrito con su hijo peque?o se cruza con una mujer haciendo jogging con el torso desnudo, le silban en la calle y, tras dejar a su hijo con el hombre que lo cuida durante el d¨ªa (un hombre de origen musulm¨¢n, sin vello facial y con la cabeza cubierta), un grupo de mujeres le agrede sexualmente. La agresi¨®n contin¨²a en la actitud displicente de la polic¨ªa que le atiende en la comisar¨ªa donde trata de poner una denuncia. El efecto es potente y grotesco. No sorprende que Netflix le propusiera a Pourriat realizar un largometraje con la misma tem¨¢tica. Je ne suis pas un homme facil, ambientado en Par¨ªs, se estren¨® este a?o. Su protagonista, Damien, un cuarent¨®n lig¨®n y mis¨®gino, despierta en una sociedad dominada por las mujeres en la que los hombres se responsabilizan de las tareas dom¨¦sticas, ocupan rangos inferiores en el mundo laboral, visten minishorts y piernas depiladas y deben aceptar pacientemente y con una sonrisa su papel secundario. Es tambi¨¦n una sociedad en la que los masculistas comienzan a organizarse para reivindicar mayor igualdad ante la sorna y el desprecio de las mujeres. Damien conoce a Alexandra Lamour, su alter ego: una c¨¦lebre escritora, egoc¨¦ntrica, misandrista y rompecorazones. Entre ellos comienza una relaci¨®n de final incierto.
La ficci¨®n feminista orientada a los adultos es, desde luego, important¨ªsima, pero aquella destinada a la infancia lo es quiz¨¢ todav¨ªa m¨¢s. Desde ejemplos ya cl¨¢sicos como el personaje de Pippi Calzaslargas, una ni?a diferente en todos los sentidos, imaginado por la autora sueca Astrid Lindgren por primera vez en los a?os 1940, hasta pel¨ªculas de animaci¨®n recientes como Cars 3 en las que el universo infantil de los coches, tradicionalmente masculino, incorpora a un coche corredor mujer como protagonista, son esenciales para la construcci¨®n de un mundo en donde hombres y mujeres disfrutan de las mismas oportunidades. Cruz Ram¨ªrez, mujer y latina, que coprotagoniza la ¨²ltima entrega de Cars y toma el relevo de Rayo McQueen, no se convierte en corredora ganadora de la noche a la ma?ana, sino tras superar el persistente rechazo de otros corredores y sus patrocinadores y, sobre todo, el obst¨¢culo que supone su propia inseguridad. Estamos ante una ficci¨®n realista que alienta el esp¨ªritu de equipo entre mujeres y hombres. ?Acaso la utop¨ªa m¨¢s deseable?
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