Leer a ciegas
?Y si fu¨¦ramos a la Feria del Libro de Madrid a ciegas? Sin haber visto la tele, sin haber ojeado las p¨¢ginas culturales de los peri¨®dicos
?Y si fu¨¦ramos a la Feria del Libro de Madrid a ciegas? Sin haber visto la tele, sin haber ojeado las p¨¢ginas culturales de los peri¨®dicos (qu¨¦ ocurrencia), sin pensar en los t¨ªtulos que han ganado premios, que nos asaltan en las marquesinas de los autobuses, en la publicidad del supermercado, en las vallas de la estaci¨®n de tren. Sin mirar, a ciegas. Encontrar miles de libros y elegir, por una vez, un dise?o impactante, un formato original. Pensar mientras el autob¨²s se acerca al parque: hoy comprar¨¦ el que tenga en su t¨ªtulo la palabra "tierra" o uno que acabe en "¨¢rbol", o mejor, un t¨ªtulo que sea capic¨²a. Cualquier juego que se inventen.?
Detenerse en la librer¨ªa de nombre m¨¢s extra?o, en la editorial que menos recuerde al mercado, amigo, y, con los ojos vendados, poner el dedo sobre un ejemplar. Pensar que esa autora extranjera es una de las grandes en Portugal, quiz¨¢ la m¨¢s le¨ªda de Grecia...
Comprar mirando y leer a ciegas. Como dec¨ªan las madres: "Ni?a, te comen m¨¢s los ojos que la boca". Y as¨ª ocurrir¨¢ al llegar a casa con siete libros de un aspecto jugoso, con t¨ªtulos m¨¢gicos y formatos extravagantes, todo lo que hayan querido engullir los ojos. Y la hora de leer ser¨¢ una sorpresa, no un prejuicio, una viaje ignoto, no una cr¨ªtica previa. Autores sin rostro; que la cabeza no nos hable de antemano de lo ¨ªnfimo o de lo superior.
En la caseta 208 del Retiro una librera de pelo muy rubio y labios muy rojos le cuenta a los clientes qu¨¦ son esos misteriosos libros envueltos en papel verde y anudados con un lazo azul. Hay varios porque, como llov¨ªa, dice la librera, se entretuvo envolviendo sorpresas. Lo hab¨ªa visto en una librer¨ªa inglesa y le llam¨® la atenci¨®n. Como no quiere dejar desnuda por completo el alma del lector, ni empujar al vac¨ªo la mirada pomposa del informado que ojea, ha puesto algunas pistas en cada ejemplar. El n¨²mero 1 dice as¨ª: ¡°Este libro te gustar¨¢ si: tu ciudad favorita es Par¨ªs, si sue?as con montar tu propia librer¨ªa, si te hubiera gustado compartir una taza de t¨¦ con Beckett, Rilke, Hemingway y Proust¡±. Empieza el juego.
El estirado lector ya tiene comidita para deglutir sus conocimientos, ya imagina t¨ªtulos, ya cree saber lo que va a leer, ha dado con ello, tiene que comprar para ver si ha ganado el quesito del Trivial. El lector menos avisado, el que quiere jugar a ir de la mano de su madre mientras cierra los ojos -mam¨¢, que voy con los ojos cerrados- ese elegir¨¢ aquel cuyas pistas encajen en su car¨¢cter. Y en su sof¨¢ favorito desatar¨¢ el lazo para seguir jugando¡
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