El libro que no era
Nada es lo que parece en la Feria del Libro
Nada en la Feria del Libro es lo que parece. El paseante distra¨ªdo har¨ªa bien en adentrarse en el Paseo de Coches del Retiro con ese axioma bien claro. As¨ª no caer¨ªa en el error de esta miope que alborozada descubre una marabunta bajo el cartel de Cl¨¢sicos de Grecia y Roma. En unos pasos se desvanece el espejismo: Eur¨ªpides ya no enardece a las multitudes. La cola est¨¢ en la caseta del al lado. Dos peque?os triunfadores de MasterChef despachan ejemplares con la exacta rapidez de un establecimiento de comida basura.
Me pregunto si someterles a tama?o exceso caligr¨¢fico es explotaci¨®n infantil. Como me pregunto en qu¨¦ momento se convirti¨® la feria en un acertijo milennial. Los adolescentes que se agolpan tras una valla amarilla esperando una firma conocen misterios arcanos que ignoran los mayores de treinta. ¡°Ser¨¢ un youtuber de esos o alguien de la tele¡±, dice un se?or que se ha parado en seco en medio de la aglomeraci¨®n y estira tortuguescamente el cuello. Podr¨ªa serlo. Parecen los ventanales de las casetas perfectas pantallas rectangulares sin cristal de por medio. Pero hay que recordar que en la feria nada es lo que parece y no solo reluce lo teleg¨¦nico.
¡°Solo estoy pidiendo que me compr¨¦is un libro¡±, se queja un muchacho a sus padres. ¡°Algo tendr¨¢s que aportar¡±, contestan. El chico ya tiene el ejemplar en las manos. Le da cien mil vueltas como si pudiera tejer con los dedos una red con la que retenerlo. ¡°Pap¨¢, no puedo poner nada, que no tengo dinero¡±. Tira y afloja. Regateo paternofilial. El chaval gana y se lleva la poes¨ªa de Alejandra Pizarnik sin que sus padres terminen de entenderlo.
Algunos tienen muy claro lo que han venido a buscar y otros no tienen ni idea. Los primeros no preguntan ni el precio. Los segundos terminan rindiendo inesperados homenajes. Como ese matrimonio que acaba de comprar 4 3 2 1. La se?ora abre el libro y se queda mirando compungida la foto de Paul Auster. ¡°Qu¨¦ pena que este hombre tan guapo se haya muerto¡±. ¡°?Qu¨¦ se va a morir? El que se ha muerto es otro. El de los trajes¡±, contesta el marido. ¡°Ay, hemos comprado el libro que no era¡±.
Pero hay una sabidur¨ªa innata en los paseantes de la feria. Para comprobarlo basta ver el terror soterrado con el que se apartan de la caseta del Ministerio de Hacienda. La caseta en la que nunca habr¨¢ firmas. Donde ning¨²n cliente voluntario dejar¨¢ su tarjeta para pagar.
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